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Reportaje:La ley contra la inmigración de Arizona

Phoenix, fronteras, avenidas y desierto

La capital de Arizona resulta deslavazada y hasta Los Ángeles parece ordenada y lógica a su lado.- "No sé a quién se le ocurrió instalar esta ciudad aquí", afirma un vecino

Cuando el viajero llega a Phoenix y agarra el coche, la única forma de moverse en la capital de Arizona, lo primero que se pregunta es cuándo acaban los suburbios y empieza la ciudad de verdad. Recorridos unos cuantos kilómetros, la realidad empieza a abrirse camino: la ciudad es eso, una sucesión de avenidas interminables de varios carriles en cada lado, con descampados, zonas residenciales, gigantescos centros comerciales, restaurantes de comida rápida... De noche, todo hay que decirlo, la ciudad gana muchísimo: lo que parece árido y sin sentido bajo el plomizo sol de la mañana, cobra una nueva vida nocturna. Primero la luz comienza a volver anaranjada y poco a poco los carteles, gigantescos, surrealistas, impresionantes, se adueñan del paisaje.

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"No sé a quién se le ocurrió instalar esta ciudad aquí, porque realmente no hay nada", asegura ante un café un profesor de la Universidad de Arizona. "En realidad, la urbe está en mitad del desierto de Sonora, en medio de cientos de kilómetros de nada", insiste. En apenas diez años Phoenix se ha convertido en la quinta ciudad de Estados Unidos y el alcalde, Phil Gordon, explica que si no cambia la tendencia en menos de una década se convertirá en la cuarta por encima de Houston. Pero incluso en términos estadounidenses -muchas ciudades de EEUU son así, autopistas con inmensas avenidas jalonadas por centros comerciales-, la capital de Arizona resulta especialmente deslavazada y vacía. Hasta Los Ángeles parece ordenada y lógica a su lado.

Primero porque bastantes de sus habitantes se van en verano (es una ciudad que acoge a muchos jubilados de este país, que buscan inviernos clementes pero que huyen de los veranos demasiado cálidos), segundo porque se ha visto muy afectada por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria (la crisis afecta a Arizona de una forma bastante parecida a España), tercero porque algunos hispanos ya han comenzado a dejar el estado, y desde luego a salir menos a la calle, ante el miedo a que comience a aplicarse la ley SB 1070, el próximo 29 de julio, que permitirá a la policía parar y pedir la identificación a personas que pueden resultar sospechosas de ser inmigrantes sin papeles.

Muchos expertos creen que, además de la tradición antiinmigrante de una parte de la población del Estado, estos cambios, sobre todo la crisis, se encuentran detrás de la aprobación de esta ley, que ha provocado un movimiento hispano sin precedentes y un debate en todo el país. Muchos barrios de Phoenix son ya casi totalmente mexicanos: calles y calles y calles en las que todos los carteles están en español y la mayoría de los negocios son hispanos, y esa tendencia demográfica es vista con mucha inquietud por una parte de la población, que permite que figuras como el sheriff Joe Arpaio, que exhibe la dureza contra los inmigrantes como una de sus marcas de fábrica, campen a sus anchas.

Phoenix, fundada a finales del siglo XIX pero que hasta bien entrado el siglo XX no dejó de ser un pueblo grande en mitad del desierto (en 1930 no llegaba a los 50.000 habitantes), es en realidad una de las ciudades que forman la ahora inmensa aglomeración urbana. Tempe -donde se encuentra la universidad-, Mesa, Scottsdale, Apache Juction son otras urbes que se funden para formar la metrópoli, en la que hay hasta una reserva india. Las diferencias entre los barrios y las ciudades son enormes, como en cualquier otra gran ciudad del mundo, aunque aquí la principal frontera está entre el mundo hispano que se expande y el mundo anglosajón que vive con una sensación creciente de atrincheramiento. En esa frontera de desconfianza es donde ha nacido la SB 1070 y es un límite que se está haciendo cada vez más profundo: una encuesta Rasmussen difundida el miércoles aseguraba que el 85% de los republicanos de EEUU estaba a favor del trabajo de la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, que ha promovido esta ley.

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CRISTOBAL MANUEL
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