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Los mineros peruanos se plantan ante la gestión de los empresarios chinos

Los trabajadores sienten "haber caído en una trampa del capitalismo global"

Sentado en un despacho del sindicato de obreros del que es dirigente, Félix Díaz García confiesa la decepción de haber caído en una trampa del capitalismo global. Fue hace casi dos décadas, cuando llegó la noticia de que el yacimiento de hierro donde trabaja desde hace más de 30 años, el más importante de Perú, iba a ser vendido a una compañía china por el Gobierno de Alberto Fujimori. "Nosotros pensábamos que se trataba de una empresa comunista, que iba a trabajar para el bien del pueblo; han pasado 18 años de eso, y ahora lo único que queremos es que se vayan a su casa", comenta con una amargura evidente incluso a través del teléfono.

Félix Díaz no habla de una empresa minera cualquiera, sino de la Shougang Corporation de Pekín que, en 1992, cuando todavía se hablaba de China como un gigante dormido, ejecutó una maniobra que en ese momento se consideró como sorprendente y que hoy puede verse como uno de los primeros pasos de lo que ahora se entiende como la ofensiva china en busca de materias primas alrededor del mundo: compró la estatal Hierro Perú en la localidad de San Juan de Marcona, ubicada en el desierto de Ica, al sur de Lima.

Cuando llegaron, los nuevos propietarios fueron vistos por los obreros y pobladores del pobre pueblo de San Juan de Marcona como salvadores. Félix Díaz y un grupo de trabajadores llegaron a comprar incluso pequeños paquetes de acciones de la empresa. Pero el entusiasmo duró poco y actualmente Marcona es una zona de tensión y conflicto permanentes. Una de las primeras medidas de Shougang en Marcona fue reducir a casi la mitad los empleados de la mina. También se cuestionó mucho la decisión de no cumplir con un compromiso de inversión de 150 millones de dólares para mejorar la infraestructura del yacimiento y del pueblo donde viven sus empleados. En lugar de hacerlo, la empresa prefirió pagar al Estado una multa de 14 millones de dólares.

Con medidas así, el descontento de los trabajadores ha ido creciendo y las huelgas son cada vez más frecuentes. En lo que va de año la mina ha estado paralizada 42 días debido a una serie de huelgas. El sindicato reclama aumentos salariales y asegura que la empresa recurre a maniobras contables para no pagar a los mineros lo que les corresponde por derecho. "Desde que han llegado no han hecho más que traer atraso, en Marcona no han puesto ni una piedra", se queja Félix Díaz.

Un reciente reportaje de The New York Times puso el foco en todos estos problemas, que la prensa peruana no suele cubrir con amplitud. En él también se consignan denuncias de los trabajadores acerca del vertido de desechos tóxicos al mar por parte de la empresa. La respuesta de Shougang fue enviar al sindicato una carta en la que lo conmina a rectificar o ratificar sus acusaciones, lo que supone una amenaza con acciones legales. "No hemos contestado", señala Félix Díaz. "Además, como acá no sabemos inglés, no sabemos bien qué dice el reportaje".

El caso de Marcona es un lunar en las florecientes relaciones comerciales entre Perú y China, dos países que tienen lazos culturales de larga data (en 2009 se celebraron 160 años de la llegada de los primeros migrantes chinos a Perú) y que parecen muy dispuestos a seguir haciendo negocios, como evidencia la reciente firma de un tratado de libre comercio (TLC), que no ha estado libre de críticas. Varios sectores empresariales peruanos, entre ellos los productores textiles, temen que el TLC facilite la llegada de mercancía china a precios irrisorios y termine llevándolos a la ruina.

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Aunque el Gobierno asegura que se han tomado todas las salvaguardias necesarias para proteger a la industria peruana, varios expertos han señalado que las exclusiones no son suficientes. Un informe elaborado por el doctor en Socioeconomía del Desarrollo Víctor Torres asegura, solo en los rubros de textiles, prendas de vestir y calzado, que cerca de la mitad de las partidas arancelarias que debían estar protegidas no fueron excluidas de la negociación del TLC. Otros analistas, como el economista José de Echave, han criticado que China no sea recíproco en el tratado, al mantener algunas medidas discriminatorias contra la inversión extranjera en su territorio y, en cambio, sí recibir ventajas en Perú, incluso para empresas chinas establecidas en otros países.

La presencia china en Perú ya no se evidencia solamente en la rica fusión gastronómica y la gran cantidad de restaurantes de comida china que se pueden encontrar en cualquier ciudad peruana. La inversión ha sido creciente en los últimos años y ya está en alrededor de 2.000 millones de dólares, según cálculos oficiales. Shougang ?que recientemente anunció que gastará 1.200 millones de dólares en la ampliación de sus operaciones? no es la única empresa china que tiene inversiones en minería en Perú. También está Chinalco ?que invertirá 2.200 millones de dólares más para sacar adelante un importante proyecto cuprífero en la sierra central del país? y Minmetals/Jiangxi Copper, que se ha adjudicado un proyecto de oro y cobre en la sierra norte. Asimismo, hay empresas chinas interesadas en la explotación petrolera y otros sectores, como la pesca. Pese a ello, Perú es solo una parte del rompecabezas global. Si en algo coinciden los analistas es que el interés de China es expandirse agresivamente por América Latina, y Perú puede resultar una perfecta cabeza de playa. Solo hay un temor: que Shougang deje de ser un lunar y se convierta en un mal precedente.

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