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El hombre de la gorra

Yuri Luzhkov, recién cesado como alcalde de Moscú

"Voy a echar de menos su gorra". Así reaccionaba una joven rusa ayer ante el cese del hombre que ha marcado la historia de Moscú desde 1992, cuando Rusia y su capital todavía emergían maltrechas de las ruinas de la Unión Soviética. La ciudad sucia y deslucida que Luzhkov recibió de Gavril Popov, el primer alcalde postcomunista, no tiene nada que ver con la Moscú de hoy, una metrópoli vibrante que concentra la mayoría de los recursos financieros de Rusia.

El "hombre de la gorra", como muchos le llaman por el característico gorro con visera que gusta de lucir, es un moscovita de nacimiento. Con él están vinculadas la reconstrucción de la catedral de Cristo Salvador, destruida en los años treinta por Stalin, el moderno cinturón de ronda (en lugar de una vía conocida por "la carretera de la muerte"), y el proyecto "Moscow City", un moderno centro financiero y de negocios a la orilla del rio Moscova. Con Luzhkov, la luz como fenómeno estético llegó a Moscú y por primera vez acarició con mimo sus cúpulas, muros y fachadas históricas. Sin embargo, en nombre del beneficio comercial, los edificios históricos han sido también destruidos, a veces para erigirlos de nuevo con dimensiones ampliadas con el fin de poderles llenar las entrañas con un lucrativo parking o un centro comercial.

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Con Luzhkov se han construido teatros, multicines y galerías comerciales, incluido la mayor de Europa, que ocupa lo que antes era una enorme plaza. Moscú se ha llenado también de esculturas kitsch del georgiano Zurab Zereteli y se ha convertido en un infierno desde el punto de vista de los atascos de tráfico, en los que los sufridos ciudadanos consumen horas de su vida. Con Luzhkov, el estilo oficial de la metrópoli era marcadamente conservador. El alcalde era un rotundo oponente a que se celebraran en ella concentraciones gay como el "Love Parade" berlinés, por ejemplo.

Con Luzhkov están asociados también los complementos a las pensiones que han convertido a los jubilados capitalinos en potentados, si se comapran con sus colegas de provincias. Cierto es que esos complementos que le valieron gran popularidad no bastan para vivir con desahogo en una metrópoli, cuyos precios?dictados en muchos casos por monopolistas- están entre los más caros del mundo y donde las viviendas y alquileres alcanzan niveles privativos.

Luzhkov era un hombre de acción, de la categoría que en Rusia denominan "joziaistvenik", gente enérgica de organización y acción. Gustaba de arremangarse en las obras y de nadar en un agujero en el hielo en invierno. Era un populista y también el símbolo de un sistema compacto y opaco, donde las decisiones se han tomado de forma cerrada y poco clara y donde los funcionarios mantenían un espíritu gremial y solidario que evoca a muchos las reglas de una organización mafiosa.

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El alcalde tenía también sus propias ideas sobre el proceso de privatización, que le enfrentaron con el ideólogo del liberalismo ruso, Anatoli Chubáis, y ejercia también su propia política exterior, que le valió ser declarado persona en persona non grata en Ucrania, donde su actitud en relación a la península de Criméa le valió ser considerado como un peligroso imperialista ruso. En las regiones separatistas de la ex URSS, donde otras organizaciones no llegaban o no querían llegar, Luzhkov asumía responsabilidades, ya fuera enviando ayuda humanitaria a los separatistas del Transdniéster, construyendo viviendas en Osetia del Sur o carreteras en Abjazia.

Luzhkov, que estudió en un instituto de la industria petroquímica, trabajó en el ministerio de Industria Química hasta 1974. Fue miembro del comité central del Partido Comunista de la URSS y en 1987 fue elegido diputado del parlamento ruso. Gestionó el desarrollo de las primeras cooperativas surgidas al calor de la "perestroika", y, con la llegada de Borís Yeltsin a Moscú, se incorporó al equipo del primer ayuntamiento democrático de la capital.

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