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"La revolución egipcia no fue una revolución de los jóvenes, sino de toda la sociedad"

El director de cine egipcio Basel Ramsis, que estuvo en la plaza Tahrir de El Cairo, participará mañana jueves en un debate en el Caixa Forum de Barcelona

La revolución egipcia no se ha terminado, sigue la batalla diaria para que se cumplan los objetivos, y por el momento se está consiguiendo que el Ejército los acepte y el viejo régimen siga cediendo parcelas de poder. Así piensa el director de cine y bloguero egipcio Basel Ramsis, que estuvo en la plaza Tahrir, de El Cairo, durante los días que precedieron a la caída de Hosni Mubarak y que mañana jueves participará en un debate en el Caixa Forum de Barcelona, moderado por el periodista de EL PAÍS Ignacio Cembrero, junto a Hafid Aarab, portavoz de la Liga de Imanes de España; Rachid Aarab, profesor de Historia del Islam de la Universidad de Barcelona y Sirin Adlbi, profesora de Estudios Internacionales Mediterráneos de la Universidad Autonóma de Madrid.

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Ramsis viajó a Egipto en cuanto estalló la revolución para participar en ella y se quedó hasta que estuvo claro que Mubarak había dejado el poder. Ni siquiera pensó en su trabajo de cineasta, aunque, reconoce, filmó algunos vídeos. Lo primero que esgrime es el rechazo del estereotipo que habla de una revolución "de los jóvenes". "No fue una revolución de jóvenes", asegura, "sino una revolución popular. Sí, es cierto, la empezaron los jóvenes, pero enseguida se les sumaron gente de todas las edades y de todas las clases sociales".

La revolución, añade, no ha terminado, ni se trata ahora de una cuestión de plazos para llegar a la democracia. "Lo que está sucediendo ahora en Egipto no es una cuestión de plazos, sino una batalla entre lo que queda del antiguo régimen, apoyado por el Ejército y el pueblo", explica. "El pueblo está ganando porque día a día consigue más cosas de las que estaban en sus demandas aunque el Ejército intenta frenarlo. Esta última semana ha sido especialmente fructífera, porque se ha conseguido que cayera finalmente el Gobierno, el último Gobierno nombrado por Mubarak, y su primer ministro, y por otro lado, aun más importante, se ha disuelto el aparato del servicio secreto especializado en la represión política, que prácticamente era quien gobernaba Egipto". Los oficiales del servicio secreto, explica, se fueron ante la presión popular y la gente entró en el edificio y lo ocupó.

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