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Zapatero: "Estaba comiendo, subí al despacho de Pepe Blanco y vi cómo se estrellaba el segundo avión"

Escritores, científicos, directores de cine, deportistas, políticos y otras personalidades españolas de diversos ámbitos recuerdan dónde estaban y qué sintieron el 11 de septiembre de 2001

Ana Marcos
Ciudadanos neoyorquinos se alejan del World Trade Centre después de que las torres se desplomaran.
Ciudadanos neoyorquinos se alejan del World Trade Centre después de que las torres se desplomaran.GULNARA SAMOILOVA (AP)

José Luis Rodríguez Zapatero (presidente del Gobierno): "Estaba comiendo con un grupo de colaboradores en la sede del PSOE en Ferraz [un año antes, Rodríguez Zapatero había sido elegido secretario general del PSOE]. Me llamaron del departamento de comunicación del partido y me dijeron que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas. Lo primero que sentí fue desconcierto. Subí al despacho de Pepe Blanco con los colaboradores que estaba y allí, en su televisión, vi cómo se estrellaba el segundo avión. En ese momento me di cuenta de que era un ataque. Desde el despacho de Blanco llamé a Aznar [presidente del Gobierno], para pedirle información y decirle que el partidos socialista estaba al servicio del Gobierno en lo que hiciera falta teniendo en cuenta que se preveía que se iba a generar una respuesta internacional".

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Luis Rojas Marcos (profesor de psiquiatría de la Universidad de Nueva York. El 11-S dirigía el Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos de la ciudad, donde reside desde 1968): "La mañana del martes 11 de septiembre de 2001 me encontraba en una reunión en mi despacho del Sistema de Salud y Hospitales Públicos de Nueva York, a un kilómetro escaso de las Torres Gemelas. Unos minutos antes de las nueve, Lynnette Murph, mi secretaria, me informo discretamente que me llamaban del Centro de Control de Emergencias para que me presentara allí urgentemente porque un avión acababa de estrellarse contra una de las Torres. Llegué en pocos minutos al puesto de mando que los bomberos habían improvisado en la calle Vesey, al pie de las Torres ardiendo. Ante el escenario infernal me quedé como hipnotizado. Cuando la lucidez me devolvió a la realidad, decidí que tenía que avisar por teléfono a los hospitales sobre la catástrofe, pero mi móvil no funcionaba. Fue entonces cuando un señor se ofreció amablemente a acompañarme al edificio adyacente, para que pudiese acceder a un teléfono fijo. Realmente, este desconocido me salvó la vida, pues a los pocos minutos la Torre Sur se desplomó y aplastó mortalmente a los bomberos que se hallaban en el puesto de mando que yo acababa de abandonar, incluyendo al jefe Bill Feehan. Una vez que logré salir de la vorágine me dirigí al Hospital Bellevue donde me encontré con decenas de médicos en bata blanca, ansiosos por salvar vidas, que miraban al infinito en silencio, incrédulos, esperando aprehensivos a los heridos que nunca llegaron. Pronto se hizo evidente que el gran desafío ante quienes nos dedicamos al tema sanitario consistía en aliviar el dolor de las miles de mentes desgarradas por la catástrofe, incluidas las nuestras.

En la pantalla de mi memoria contemplo desde el puesto de mando de los bomberos las imágenes horripilantes de hombres y mujeres tambaleándose, agarrados desesperadamente a los marcos de las ventanas; algunos caían al vacío dando tumbos y terminaban con un fuerte golpe seco contra el pavimento o estampándose estrepitosamente en la claraboya del Hotel Marriott. Estas escenas se mezclan con las caras de cientos de voluntarios apiñados a las puertas de los hospitales exigiendo donar sangre o consolar a los heridos.

Recuerdo también que la sensación, totalmente visceral y empapada de adrenalina, de que uno está a punto de morir es tan potente que el aquí y el ahora se convierten en el ojo de una aguja a través del cual enhebramos toda nuestra vida. Recuerdo que me prometí que si sobrevivía saborearía cada segundo de mi existencia. Así, tomé la decisión de olvidarme de los cumpleaños y celebrar el cumpledía y disfrutar de las cosas cotidianas".

Josep Guardiola (entrenador del F.C. Barcelona): "Estaba en casa, en Barcelona, echando la siesta. Cuando supe lo que estaba sucediendo en Nueva York pensé lo que imagino pensó todo el mundo, que era algo muy gordo lo que estaba pasando".

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Ana Juan (artista): "America under attack!' Sólo acertaba a leer este titular en la televisión. Un avión descontrolado se dirigía hacia Camp David, otro se estrellaba contra el Pentágono mientras, un presidente, digno protagonista de una película de serie B, daba vueltas en su Air Force One. Aquello no podía ser realidad y me sentí como si estuviese escuchando por primera vez la emisión de La guerra de los mundos.

No había caído la segunda torre, cuando recibí una llamada de Françoise Mouly, directora de arte deThe New Yorker a pesar de toda la incertidumbre sobre lo que estaba ocurriendo había que buscar una idea para la portada... la sensación de irrealidad se acrecentó en mí. Por supuesto, las ideas que acerté a abocetar, amparada por las imágenes televisivas,no funcionaron, yo seguía instalada en la ciencia-ficción.

Las horas pasaron, la nube de polvo se disipó y comprendí el horror acaecido. Han pasado 10 años de aquella tarde y ahora con distancia y mayor conocimiento, he podido resolver esa portada con la emoción debida".

Valentín Fuster (cardiólogo, dirige el Instituto Cardiovascular del hospital Mount Sinai de Nueva York y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) de Madrid.): "Estaba en mi oficina. Mi asistente de administración me avisó de lo que estaba pasando porque su hija estaba en una de las torres. Inmediatamente fui a ver la televisión. Después visité a cada uno de los pacientes y al personal del hospital para saber si alguno de sus familiares se encontraba en los edificios. Recuerdo que fueron unas dos horas preguntando a la gente. El siguiente paso fue dar de alta a algunos pacientes para conseguir el mayor número de camas disponibles. Al poco tiempo, ya había gente en el hospital queriendo donar sangre. Este es uno de mis mayores recuerdos: cómo se organizó Nueva York aquel día pese a la fama de caótica que tiene la ciudad.

Nuestro hospital no recibió muchos heridos, la mayoría fueron derivados a los centros del sur de la ciudad. Recuerdo que pasamos el día y la noche hablando y atendiendo a personas, nos multiplicamos. Por desgracia, algunos de los hijos de nuestro pacientes murieron".

Pau Gasol (jugador de baloncesto de Los Ángeles Lakers): "Había fichado aquel verano por Memphis Grizzlies. Jugué con la selección española el Eurobasket de Turquía. Habíamos regresado a Barcelona solo un día antes de que se produjeran los atentados en Nueva York y Washington. Fue una tragedia para todos. Personalmente, pasé por momentos de mucha inquietud e incertidumbre. Tenía que volar a Estados Unidos de manera inminente para incorporarme a mi nuevo equipo, era mi primera experiencia en la NBA. Además, el día 12, el Barcelona me había invitado al Camp Nou, junto a toda mi familia, para despedirme de la afición, con motivo de un partido de la Champions contra el Olympique de Lyon. El partido se suspendió. Tuvimos que dejar la despedida para otra ocasión. Estaba previsto que viajara a Memphis aquel mismo fin de semana. Al final me fui, vía Atlanta, el 22 de septiembre".

Juan José Millás (escritor): "Estaba en una terraza del restaurante La Ancha, en Príncipe de Vergara. Era un día muy soleado, muy agradable. Recuerdo que estaba comiendo con Javier Cercas y Gonzalo Suárez. Cuando íbamos por el segundo plato, el camarero nos dijo que se había caído una de las torres gemelas. Me quedé muy sorprendido, pero al rato se acercó otra vez y nos informó de que se había caído también la segunda torre. Allí es cuanto te sientes alarmado: la primera podía haber sido un accidente pero el hecho de que fueran las dos significaba algo más. La nuestra dejó de ser una comida entre amigos para hablar de literatura. Al terminar me fui a casa y me puse a ver la televisión. Recuerdo cierta sensación de perplejidad ante unas imágenes tan terroríficas de gente tirándose por las ventanas y un acontecimiento de una magnitud tan grande.

Hay demasiado pensamiento ajeno sobre el tema para que yo exprese el mío, pero creo que cambió el mundo, metió a EE UU en dos guerras sucesivas que seguramente tengan mucho que ver con la ruina económica que están y estamos pasando ahora".

Igor Antón (ciclista de Euskaltel): "Acababa de terminar el bachillerato y empezaba un módulo de mecanización. Tras acabar las clases me fui a entrenar y cuando volvía casa me encontré con la noticia en la televisión. Tenía 18 años y no entendía nada, me parecía una película, algo imaginario. No pude valorar lo que había ocurrido realmente hasta unas horas después".

Agustín Fernández Mallo (escritor): "No estaba haciendo nada especial. Estaba en mi casa y puse la televisión para ver el telediario. Recuerdo a Ana Blanco dando la noticia. Estuve sentado viendo la tele unas siete u ocho horas yo solo, en compañía de unos obreros que estaban trabajando en mi casa, ajenos a lo que pasaba.

Mi sensación fue de incredulidad total. Cuando se estrelló el segundo avión y las torres se cayeron la impresión que tuve fue que iban a cambiar muchas cosas, incluso a nivel conceptual, las ideas, como de hecho así ocurrió".

Antonio Zoido (presidente de la Bolsa): "Estaba en Costa Rica, en una reunión internacional. Fueron momentos complicados, tenía que resolver dos cuestiones: por un lado, salir de Costa Rica; y, por otra parte, decidir qué pasaba con la bolsa de Madrid. El espacio aéreo estadounidense estaba cerraba, así que a última hora del día conseguimos unos billetes para volver a Madrid vía Bogotá. Al día siguiente salimos hacia España. Mientras tanto, fui siguiendo todo lo que pasaba en la televisión de la habitación del hotel. Establecimos contacto telefónico con los presidentes de las bolsas europeas y decidimos que no se iban a cerrar. Fue complicado porque en aquel momento las líneas estaban saturadas".

José Manuel Ballester (artista, último Premio Nacional de Fotografía): "Dos días antes estaba en Nueva York. Yo siempre, por mi trabajo, me subo a todos los rascacielos que puedo, y allí siempre me subía a las Torres Gemelas porque las vistas eran espectaculares. En aquel viaje no pude subirme. Dos días depués estaba en el estudio y empecé a recibir llamadas de amigos contándome qué estaba pasando, pero no tengo televisión allí, así que hasta la noche que llegué a mi casa no vi ninguna imagen.

En aquel momento, no me lo podía creer, pensé que era una broma como la de Orson Welles en La guerra de los mundos, pero en televisión. Para mí no tenía sentido. Tuve la sensación de que entrábamos en un orden nuevo, era la constatación de que comenzaba un mundo diferente, nada iba a ser igual. Y así fue, recuerdo que mi galerista en Nueva York siempre me decía que esta ciudad era el centro del mundo, que allí se conseguía todo. Poco después del atentado, volví a hablar con él y se había transformado, de hecho ya no vive allí. Tuvo que ser un trauma muy grande para una ciudad tan arrogante. De repente, descubrieron su vulnerabilidad, en pleno corazón.

El 11 de septiembre fue la demostración de que los americanos estaban cubiertos por ese barniz que les permite ver las guerras radiadas o en televisión sin que les afecte. Una manera de sobrevivir a tanta dureza".

Manel Estiarte (exwaterpolista, Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, abanderado de España en los Juegos Olímpicos de Sydney, responsable de relaciones externas del F.C. Barcelona): "Estaba en Roma, con unos amigos de Pescara. Fuimos a pasar el día allí porque teníamos un compromiso con otros amigos a los que teníamos que acompañar al partido de Champions que jugaban la Roma y el Real Madrid. No recuerdo exactamente si acabábamos de comer o íbamos a comer, pero sí que nos enteramos cuando paseábamos por una plaza. No sé si por un mensaje en el teléfono o porque alguien nos lo dijo. Entramos en un bar donde todo el mundo estaba viendo las imágenes por televisión, en silencio.

La sensación que tuve es la de no entender nada, no sabíamos si había sido una bomba porque de hecho, por la tele, tampoco daban informaciones muy concretas. Al poco vimos el segundo avión y la confusión aún fue mayor, no entendíamos qué estaba pasando. Siempre que recuerdo ese día pienso que en esos momentos me superó la magnitud de la tragedia, no era consciente de la cantidad de gente que estaba muriendo en aquellos momentos y, por supuesto, no atiné a imaginar las consecuencias posteriores de aquel espantoso e inimaginable suceso".

María Blasco (directora del CNIO, Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas): "Me entere por un mensaje de móvil de una amiga que vivía frente a las Torres Gemelas. Vi cómo chocaba el segundo avión y cómo caían las torres en la televisión de una habitación del hospital en Alicante.

En Nueva York viví los años más excitantes y transcendentales de mi vida y de mi carrera científica. Sentí que mi ciudad favorita y parte de mis recuerdos eran mutilados. Por mi mente pasaban imágenes de todas las veces que había subido a las Torres Gemelas, eran lo más espectacular de la city. Me acuerdo especialmente del tapiz gigante de Joan Miró, una las obras de arte destruidas en los atentados. Quizás alguien debiera reconstruir esas obras, o por lo menos hacer alguna mención, porque también fueron víctimas menores del terrorismo".

Pablo Lastras (ciclista): "Me acuerdo perfectamente. Minuto a minuto. Estaba corriendo el Tour del Porvenir que ganó Menchov y cuando acabamos la etapa nos fuimos al hotel sin saber nada. Al llegar, los auxiliares que nos llevan los equipajes nos preguntaron si nos habíamos enterado de lo ocurrido. Les dijimos que no y pusimos la televisión. Cuando la encendimos, vimos todo lo ocurrido y te juro que a mí me pareció en principio ciencia ficción. No daba crédito. La segunda sensación fue, '¿qué puedo hacer yo ante esta tragedia?', '¿cómo puedo ayudar?' Fue una auténtica barbaridad"

Agustín Díaz Yanes (director de cine): "Estaba en casa y mi hijo acababa de llegar del colegio. Nos pusimos a ver la televisión, el informativo de CNN presentado por Marta Fernández, y lo vimos todo. No me acuerdo si hasta llegamos a ver las imágenes en directo desde el primer momento. De todos modos, luego llegó también mi mujer y nos quedamos los tres viendo la televisión. Empecé a llamar a mis familiares, para avisarles. A lo largo de los años los recuerdos se hacen más borrosos, pero creo que pensé que iba a cambiar el mundo, sobre todo a medida que iban saliendo más detalles y se empezó a decir que Al Qaeda y Bin Laden estaban implicados. Soy aficionado a los libros de política estadounidense y de espías y me di cuenta de que era la segunda vez que Estados Unidos sufrían un ataque en su territorio después de Pearl Harbour.

Era una noticia de una gravedad absoluta, tanto que la mente no daba para creérselo. Cada dos minutos pasaba algo más brutal todavía, nos excedía. Era imposible separarse de la televisión. Ahora, al tener que recordarlo, lo revivo, la verdad es que fue todo tan inverosímil....

Ese mismo día, por la tarde, tenía que hacer un plano para la película que estaba rodando entonces, Sin noticias de Dios. Así que me fui a trabajar en coche con mi productor y por las calles no había nadie. En cuanto terminamos el montaje salimos a tomar un café para comentar el atentado y recuerdo que todo el mundo en el bar hablaba en voz baja.

10 años después me sigue pareciendo un acto vandálico y terrible, un espanto, un horror. El mundo en efecto ha cambiado, nada ha sido igual desde entonces. Ha afectado hasta a nuestra vida cotidiana, por ejemplo, a las medidas de seguridad en los aeropuertos. Encima en España hemos tenido la trágica mala suerte de sufrir un drama parecido pocos años después".

Óscar Freire (ciclista): "Claro que me acuerdo, muchísimo. Corríamos una etapa de la Vuelta que terminaba en Gijón. Hubo sprint y yo acabé segundo porque me cerró el que me ganó, Zabel. Así que cuando crucé la meta y vinieron todos los periodistas hacia mí pensé que iban a preguntarme por el sprint, pero no. '¿No te has enterado, no te has enterado?', me voceaban, y yo que no sabía de qué iba no supe qué decir. Me lo contaron, pero tampoco entonces se sabía mucho, los aviones se habían estrellado un par de horas antes y aún no se habían caído las torres. Nadie preveía la importancia que tendría todo.

Un mes después gané en Lisboa mi segundo Mundial, pero el mundo ya era diferente. Unos años más tarde viajé a Manhattan. Vi la zona cero y me impresionó sobre todo una enorme esfera de bronce con agujeros, casi machacada. Era la huella del 11-S, la imagen más clara de lo terrible que debió ser aquello".

Zaryn Dentzel (nació en Santa Bárbara en 1983 y es fundador y CEO de Tuenti): "Tenía 18 años y el 11-S estaba de vacaciones aquí en España visitando a los amigos que hice tras el intercambio de estudios en el colegio. Estábamos comiendo, recuerdo que eran como las tres de la tarde, y cuando salimos de la comida vimos la noticia con la imagen del primer avión impactando contra el edificio. Fue tan fuerte que en principio pensé que tenía que haber sido un accidente. Después del siguiente impacto estaba claro que mi país estaba siendo atacado. Yo tenía un avión a EE UU días después para empezar mis estudios en la Universidad de California y debido a las cancelaciones de los vuelos, perdí mi primera semana de curso en la Universidad".

Eric Abidal (jugador francés del F.C. Barcelona): "Jugaba en el Mónaco y me enteré cuando salía del entrenamiento. Llegué a casa, puse la tele y vi el World Trade Center en llamas. Me vinieron a la cabeza muchas preguntas y casi ninguna respuesta, porque no tenía sentido lo que estaba viendo. Me parecía imposible que con las medidas de seguridad que ya había entonces alguien pudiera secuestrar un avión, pilotarlo, desviarlo de su ruta y chocar contra las torres más importantes del mundo. No me podía quitar de la cabeza la sensación de '¡no puede ser, esto es increíble!".

Carlos Sastre (ciclista): Estaba corriendo la Vuelta a España y llegábamos a Gijón. Nos enteramos, como todo el mundo, por la televisión y pensamos que era una película, unas imágenes irreales que habían puesto en el telediario, como si anunciaran una película. Luego nos enteramos de todo y lo que se me ha quedado grabado son las lágrimas sobre la bicicleta de los ciclistas del US Postal (equipo americano de ciclismo).

Custo Barcelona (diseñador, lleva 15 años presentado sus colecciones en Nueva York): "Estaba preparándome para salir de mi hotel en Manhattan e ir a la última prueba porque ese mismo día desfilaba. Me monté en un taxi y el conductor me contó que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas. La primera sensación fue de confusión, nadie sabía qué estaba pasando. Cuando llegué a mi showroom, a un kilómetro de dónde estaba el World Trade Centre, mi equipo estaba viendo las noticias en la televisión. Ahí vi el segundo atentando. De la confusión se pasó a la incredulidad y luego al pánico.

Ese año acabé desfilando en Londres, donde acogieron a algunos de los diseñadores que no pudimos presentar nuestras colecciones en Nueva York".

Coordinación: Ana Marcos Información realizada con la colaboración de Tommaso Koch, Luis R. Aizpeolea, Luis Martín, Robert Álvarez, Juan Morenilla, Carlos Arribas y Eduardo Rodrigálvarez.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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