_
_
_
_
_
TRIBUNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los Grandes y el mundo árabe

La revuelta contra Gadafi ha permitido a Sarkozy y Cameron salvar la cara tras sostener las dictaduras de Túnez y Egipto

El cinismo político de los Estados líderes de la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia en relación a los países árabes es sobradamente conocido para que nos demoremos en él y se ha conjugado perfectamente hasta ahora con el correspondiente desprecio de los dirigentes de aquellos a sus propios pueblos. Pero el terremoto político que sacude el área ha despojado a unos y otros de la máscara con la que los primeros ocultaban sus intereses económicos y estratégicos, y los segundos, su obsceno afán de poder.

Lo ocurrido en los últimos días con la presentación oficial de la candidatura palestina de ingreso en Naciones Unidas y el veto de Rusia y China a la propuesta de sanciones a Bachar el Asad a fin de que cese la bárbara represión de quienes alzan la voz contra su dictadura, son buenos ejemplos de ello.

El discurso de Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina —con el repaso minucioso de las frustraciones creadas por décadas de espera y 18 años de negociaciones inútiles para obtener un Estado basado en la Resolución 181 de la ONU en la que se funda el propio Estado de Israel— exponía unilateralmente la injusticia sufrida desde entonces por su pueblo, víctima desde 1967 de una ocupación ilegal que, en quien ha sido testigo de ella, evoca inevitablemente las humillaciones del apartheid contra el que se rebeló Nelson Mandela.

La previsible respuesta de Netanyahu, “la paz solo llegará a través de negociaciones entre las dos partes”, es puro sarcasmo: constituye un expediente más para ganar tiempo y prolongar indefinidamente la colonización de Cisjordania, fragmentándola de tal modo que no pueda asentarse en ella un Estado viable. Con la seguridad que le confiere la certeza del veto estadounidense a la petición palestina en el caso hipotético de que llegara al Consejo de Seguridad, se permitió mofarse de Obama al anunciar acto seguido la construcción de 1.200 viviendas en Jerusalén Oriental. Después de ello —en respuesta a la demanda del presidente norteamericano de congelar las colonias— todo el mundo se pregunta qué queda por negociar.

La previsible respuesta de Netanyahu a la iniciativa palestina en la ONU es puro sarcasmo

El veto de Rusia y China a las sanciones propuestas por Occidente al régimen criminal de Bachar el Asad muestran a su vez el desdén del tándem Putin-Medvédev por los derechos humanos cuando entran en conflicto con la defensa de su esfera de influencia: el ejemplo de lo acaecido en Chechenia está en la mente de todos. Pero ni Sarkozy ni Cameron pueden darles lecciones de ética. Hasta la caída de Ben Alí y Mubarak, sus satrapías eran sostenidas abiertamente por Francia y, colmo de una doble moral acomodaticia, los partidos oficialistas de Túnez y Egipto eran miembros nada menos que de la Internacional Socialista. La revuelta de Bengasi contra el déspota libio, recibido hasta entonces con honores y pompas en las capitales de Europa, permitió a Sarkozy y Cameron lavarse la cara y asegurarse de paso una buena baza en el futuro reparto con concesiones petroleras en la era posgadafiana.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Las palabras del gran poeta Adonis publicadas en estas mismas páginas reflejan nítidamente tan poco glorioso cuadro. El cinismo de las grandes potencias y el sometimiento político y religioso de los pueblos árabes a sus Gobiernos corruptos son denunciados con la fuerza de la razón al servicio de la justicia y permiten esperar que la muerte de decenas de millares de ciudadanos cuyo único crimen fue aspirar a la libertad, dignidad y democracia, no haya sido en vano.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_