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El Este aparca el euroescepticismo

Los socios más recientes de la Unión Europea quieren más Europa y reclaman ser más escuchados sobre las reformas. La crisis enfría los planes para adoptar el euro

Cristina Galindo
Manifestación de protesta en Praga por los recortes impulsados por el Gobierno checo, el pasado 22 de octubre.
Manifestación de protesta en Praga por los recortes impulsados por el Gobierno checo, el pasado 22 de octubre.Filip Singer (Efe)

La crisis política y económica europea ha llevado el miedo y la incertidumbre a los socios más jóvenes de la UE. Los países del Este ven cómo su referente hasta ahora, el que les ha guiado desde la caída del Telón de Acero, se tambalea; y cómo el euro, moneda que todos querían adoptar, está en entredicho. Hasta Polonia, el único país del club que no ha dejado de crecer ni un solo trimestre, ha presentado un presupuesto para 2012 que contempla el peor de los escenarios: entrar en recesión. La crisis amenaza con arrastrar a todos, tarde o temprano. Si las reglas del euro deben cambiar, como se insinúa desde París y Berlín, el Este quiere ser oído.

Dos décadas después de la caída del comunismo y siete años después de ingresar en la UE, es difícil ya hablar de Europa del Este como de un todo. Tres países (Estonia, Eslovaquia y Eslovenia) ya están en el euro; otros tres han sido golpeados duramente por la crisis y han tenido que ser rescatados (Hungría, Rumanía y Letonia), mientras la República Checa y Polonia han logrado salvar el tipo, al menos de momento. “La región no es homogénea”, afirma en una entrevista Petr Drulak, del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga, “pero en general la incertidumbre es grande y la gente tiene miedo”.

Todos ellos tienen en común las cláusulas que aceptaron al firmar los tratados de adhesión y que les comprometen a llevar a cabo las políticas necesarias para dejar sus monedas nacionales por la europea. En general, los planes para ingresar en el euro se han enfriado con la crisis. Oficialmente, los Gobiernos trabajan para cumplir los criterios, pero nadie parece apresurarse. La crisis se lo está poniendo fácil: con la que está cayendo no es muy realista tener un déficit público por debajo del 3% del PIB, una de las exigencias de la UE. En cualquier caso, la posibilidad de que se reforme la zona euro sin contar con su opinión les ha llevado a pedir ser escuchados en los debates.

En los foros europeos, tanto Polonia como la República Checa han expresado su malestar por no participar en las decisiones que toma el club. La división entre la UE de los 17 del euro y los 10 restantes va tomando forma. El pasado 7 de noviembre, mientras los ministros de Economía del euro (Eurogrupo) se reunían, los 10 países restantes mantenían varios encuentros, uno en la Embajada de la República Checa en Bruselas.

El Este está muy acostumbrado a los ajustes desde la caída

“La crisis no ha afectado directísimamente a los nuevos socios. Ven lo que está pasando desde fuera, pero con preocupación al ver la mayor concentración de poder de Alemania y Francia”, afirma Carlos Flores, experto de la Universidad de Valencia.

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En cierto modo, y aunque se deba fundamentalmente al propio interés, las turbulencias financieras están impulsando el europeísmo de una región tradicionalmente escéptica. “La mayor parte de los nuevos Estados miembros son medianamente europeístas; son partidarios del multilateralismo y de que las decisiones se tomen por consenso”, dice Flores.

La desconfianza profunda hacia Europa parece ahora limitarse a Hungría, que lucha contra la mayor crisis sufrida tras la caída de la dictadura comunista y que está gobernada por el nacionalista Viktor Orban, y la República Checa, donde el presidente Vaclav Klaus estuvo a punto de paralizar en 2009 el Tratado de Lisboa. Mientras, el Gobierno de Polonia, que preside este semestre la UE, se muestra oficialmente entusiasmado con Europa, y Rumanía, pese a la crisis, sigue apostando por unos Estados Unidos de Europa. “Los checos parecen más euroescépticos y están menos dispuestos a entrar en la zona euro”, manifiesta Drulak. “En cambio, Polonia insiste en su compromiso para adoptar la moneda única”, añade.

Solo Hungría queda enrocada en una honda desconfianza hacia la UE

Los países del Este que ya están en el euro han tenido problemas para entender por qué han de sufragar los rescates de países más grandes. La aprobación del plan de ayuda a Grecia le costó el puesto en octubre a Iveta Radicova, primera ministra de Eslovaquia, cuya población de 5,4 millones de personas representa menos del 2% del bloque monetario. “Pese a todo, las pequeñas economías como Eslovaquia y Eslovenia se han visto beneficiadas por pertenecer al euro durante la crisis, porque dependen mucho del comercio exterior y la estabilidad de las divisas”, opina Bartek Nowak, director del Centro para las Relaciones Internacionales, con sede en Varsovia.

La actual crisis ha dejado descolocado a todo el mundo: por primera vez los problemas vienen de países grandes. “Toda la zona tiene en común haber conseguido gestionar la crisis mejor que Occidente”, explica Nowak. “Los países bálticos, por ejemplo, se hundieron en 2008, con caídas del PIB de hasta el 20%, pero han logrado reactivar su economía gracias a medidas de ajuste muy duras”, añade.

El Este está muy acostumbrado a los ajustes. Desde los años noventa, en la dura transformación de una economía comunista al libre mercado, no han dejado de llevarse a cabo reformas de todo tipo, muchas ellas dolorosas para sus ciudadanos. Desde hace 14 años, por ejemplo, la Constitución polaca prohíbe expresamente que la deuda pública supere el 55% del PIB. La preocupación, sin embargo, es creciente. Como recuerda Nowak: “Llegado el caso, Goldman Sachs puede desestabilizar una economía de ese tamaño”.

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Sobre la firma

Cristina Galindo
Es periodista de la sección de Economía. Ha trabajado anteriormente en Internacional y los suplementos Domingo e Ideas.

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