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Los cruzados anti-UE avanzan en el norte

Aprovechando la crisis de la eurozona, los partidos populistas y xenófobos ganan apoyos

A. Rizzi

En materia de populismo euroescéptico, el partido Auténticos Finlandeses (AF) es la avanzadilla de un nutrido y robusto grupo de formaciones políticas que mezclan hábilmente en su lenguaje la defensa de lo local y la desconfianza o el rechazo hacia lo exterior, que a veces es la UE, otras la globalización, y otras más la inmigración. Aprovechando las turbulencias de la zona euro, estos partidos soplan sobre un fuego que parece dividir cada vez más a los países protestantes –rescatadores- de los católicos –rescatados-.

En ese grupo de partidos AF destaca porque logró en las elecciones generales de abril un 19% de los votos con una plataforma eminentemente eurocrítica. Los sondeos confirman ahora su fortaleza. Entre las formaciones asimilables, el partido de Geert Wilders obtuvo en las últimas elecciones holandesas un 15%; en Dinamarca, el Partido Popular, viejo conocido de la escena política local, logró en los últimos comicios un 12%; y los Demócratas Suecos entraron por primera vez en el Parlamento de ese país en 2010, adjudicándose algo más del 5% de los votos. En estos tres últimos partidos los tintes xenófobos son generalmente más marcados que en AF. Wilders, en particular, articula su cruzada específicamente alrededor del rechazo al islamismo.

La crisis financiera ofrece una oportunidad histórica a estos partidos. Timo Soini, líder de AF, se muestra convencido de que “puede haber una verdadera primavera europea”, que él entiende como una estación de profundo cambio político que desalojaría del poder a varios gobernantes y permitiría a formaciones hasta ahora marginales romper los tradicionales esquemas políticos de los países europeos. “Si se deja la palabra a los votantes, es probable que eso ocurra. Ahora bien, si como en Grecia o Italia se les niega la palabra, luego nos encontramos con los coches quemados en las calles”, dice.

Pero el euroescepticismo es un fenómeno típico de los países nórdicos y protestantes. Tener que rescatar a los sureños católicos, naturalmente, lo fomenta.

“En efecto, yo creo que esta no es solo una cuestión de esos partidos populistas”, argumenta en una conversación telefónica Anthony Smith, profesor emérito de la London School of Economics especializado en el estudio de los nacionalismos. “Creo que hay una general apatía, una indiferencia por parte de mucha gente con respecto al concepto, a la idea de Europa. Esto siempre ha existido en los países del norte. Puede estar vinculado, algunos lo han argumentado, con la división entre católicos y protestantes. Los países católicos parecen estar más imbuidos de la idea transnacional de Europa -que va a la par con el carácter transnacional del catolicismo- que los Estados protestantes. Esto puede ser un elemento de fondo sobre el que se han acumulado las tensiones de la actualidad. En conjunto, la sustancia es que mucha gente, no necesariamente dentro de esos partidos, es extremadamente indiferente y a veces hostil al concepto de Europa”.

En el Reino Unido, por ejemplo, el ala del Partido Conservador abiertamente hostil a la UE es cada vez más recalcitrante.

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Sobre la firma

A. Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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