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La crisis electoral en Osetia del Sur pone en peligro la política rusa en la zona

Alla Dzhioeva, ganadora frente al candidato apoyado por el Kremlin, se niega a aceptar la anulación de las elecciones Rusia envía un emisario a la zona en busca de una salida al conflicto

Pilar Bonet
Manifestación a favor de la candidata a la presidencia Alla Dzhioeva.
Manifestación a favor de la candidata a la presidencia Alla Dzhioeva.AP

La crisis en Osetia del Sur, tras la anulación de las elecciones presidenciales en las que fue derrotado el candidato apoyado por el Kremlin, ha puesto a Rusia en una delicada situación en víspera de sus propias elecciones parlamentarias. Las tensiones y la posibilidad de violencia evidencian cuán frágil es la estabilidad en aquel territorio del Cáucaso que se desgajó de Georgia al desintegrarse la URSS. Esta tarde Rusia ha enviado a un emisario a la zona en busca de una salida al conflicto. Se trata de Serguéi Vinokurov, jefe del directorio de relaciones internacionales y culturales de la Administración del Kremlin. Si el contencioso continúa, el Kremlin corre el riesgo de que Georgia abra una brecha política en Osetia del Sur y eventualmente adquiera una influencia que no logró por las armas en agosto de 2008, señalan fuentes osetias bien informadas.

La ex ministra de Educación Alla Dzhioeva, ganadora frente al ministro de situaciones de Emergencia, Anatoli Bibilov, se ha negado a aceptar la decisión del Tribunal Supremo de la República que ayer anuló los comicios y la inhabilitó para competir en nuevas elecciones en marzo. En un mitin en Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, Dzhioeva ha exhortado a la desobediencia civil, ha formado su propio Consejo de Estado y ha dado 24 horas al presidente Eduard Kokoiti para reconocer los resultados, que le dan a ella una ventaja del 16% sobre su adversario. Posteriormente, por consejo del presidente del Tribunal Supremo, Dzhioeva ha interpuesto un recurso contra la decisión de anular las elecciones, lo que como mínimo supone un paso para encauzar legalmente el conflicto que se ha desarrollado en la plaza central de Tsjinvali.

Dzhioeva y otros políticos locales se han entrevistado también con Kokoiti y las tensiones han quedado en suspenso en espera del emisario del Kremlin. En un comunicado, el Ministerio de Exteriores ruso ha exhortado a la calma y a la estabilidad y a resolver la situación en el marco de la ley. Moscú, que reconoce a Osetia del Sur como Estado, ha establecido bases militares en aquel territorio, pero la presencia militar y la ayuda económica no aseguran la estabilidad política y la gestión eficaz de una región totalmente dependiente de Moscú, que invierte miles de millones de rublos en ella sin aparente resultado.

El papel del lobby georgiano

Dzhioeva y Bibílov son ambos prorusos, pero el segundo es el depositario de la confianza de los dirigentes rusos, Dmitri Medvédev y Vladímir Putin, para sustituir a Kokóiti y en consecuencia para controlar los flujos financieros. Mientras Bibilov actuaba como el candidato oficialista, Dzhioeva ha concentrado el voto de protesta. La exministra de Educación está muy vinculada con Dzambolat Tedéev, ex campeon de la URSS y de Europa de lucha libre y actual entrenador jefe del equipo de Rusia, señalan fuentes osetinas. Según ellas, este condecorado campeón y jefe de un poderoso clan caucásico es el verdadero protagonista de su campaña y también su principal soporte financiero.

Tedéev quería competir el mismo por la presidencia, pero fue rechazado por las autoridades osetias, oficialmente por no haber residido durante el plazo necesario en la República. En 2001 Tedéev ya ayudó a obtener la presidencia de Osetia del Sur a Eduard Kokóiti, que luego prescindió de él y le obligó a marcharse. Si Dzhioeva llega a ser presidente, Tadéiev se afianzaría en Osetia del Sur, opinan fuentes osetinas, según los cual el campeón quiere vengarse de Kokóiti, acaparar los flujos financieros de Rusia y jugar a los contrapesos entre Moscú y Tbilisi, donde reside un grupo de políticos osetinos ex independentistas que, por distintas razones, entre ellas económicas, se pasaron al bando de Tbilisi.

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Para Moscú, eso abriría una indeseable perspectiva en la que el lobby georgiano en Osetia del Sur, neutralizado tras la guerra de agosto de 2008, volvería a jugar un papel en la política de aquel territorio, ya que entre los protagonistas del mundo de los negocios y del deporte en el Cáucaso hay vínculos que pueden ser más fuertes y más atractivos que el actual proyecto nacional osetio. Para Rusia, la situación es un mal ejemplo en vísperas de elecciones: si el Kremlin no pudiera imponer a Bibilov, porque reflejaría la debilidad de Moscú frente a un electorado decidido. En el caso de que lo impusiera, porque enfrentaría a Moscú a los osetios de a pie, deseosos de menos corrupción y más eficacia. Eso, a no ser que el emisario del Kremlin sepa cómo desbloquear la situación a gusto de todos.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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