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Los socialistas franceses no admiten el control del presupuesto

Hollande critica que el acuerdo París-Berlín aporte solo austeridad y ninguna solidaridad.- La nota de Standard and Poor’s urgió a los líderes a anunciar el acuerdo

Francois Hollande, el candidato socialista a las presidenciales francesas,, ayer en Berlín
Francois Hollande, el candidato socialista a las presidenciales francesas,, ayer en Berlín PATRICK KOVARIK (AFP)

La complacencia del Elíseo por el acuerdo franco-alemán para reformar la eurozona, visible en la risueña escenificación de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy al presentar su pacto ayer, ha chocado hoy con una realidad doméstica bastante menos halagüeña. Si dejamos aparte el triunfalismo propagandístico del Ejecutivo y su prensa afín, que felicitaron al Jefe del Estado por “un acuerdo excepcional”, la oposición y los medios más ecuánimes recibieron el pacto París-Berlín con tonos mucho menos gloriosos.

La intrahistoria del acuerdo que ahora debe discutir el Consejo Europeo en Bruselas el fin de semana cuenta que Merkel y Sarkozy conocían ya la nota de Standard and Poor’s que amenaza con rebajar las calificaciones de deuda a 15 países europeos (incluidos Francia y Alemania) cuando se reunieron a almorzar en el Elíseo. Urgidos por la agencia, que se sumaba así a la presión de Washington, Londres, los mercados y el Banco Central Europeo, los líderes se vieron obligados a renunciar a algunas de sus líneas rojas para anunciar un principio de acuerdo carente de detalles y plagado de concesiones mutuas.

La buena noticia para Europa fue que ambos líderes lograron por fin lo que buscaban: Merkel obtiene el endurecimiento de las reglas fiscales a largo plazo con algunas leves cesiones de soberanía indirecta por parte de Francia. A cambio, Alemania permite a Sarkozy, mucho más apremiado por su triple A y por la cercanía de las elecciones presidenciales, enviar a los mercados el mensaje que estos esperaban hace meses: no habrá más quitas de deuda como en el caso griego, “ha sido una excepción que no se repetirá jamás”.

Las prisas por anunciar el entendimiento a la prensa dejaron en el aire, sin embargo, no pocas paradojas, flecos y trampas que a París y Berlín les puede costar cuadrar. Los socialistas franceses han subrayado hoy la mayor de las ironías: Sarkozy promueve en Europa más disciplina presupuestaria pero no tiene los votos necesarios para aprobar la regla de oro en su propia casa.

En efecto, según las líneas maestras del pacto, el nuevo tratado a 17 debe estar listo en marzo de 2012 y obligará a los países del euro a no incurrir en déficits superiores al 3% (ni una palabra sobre la deuda del 60%, que para eso la de Alemania y Francia roza el 85% del PIB), previa aprobación en las Constituciones de “una regla de oro armonizada y reforzada a nivel europeo”.

Hoy, François Hollande, máximo favorito para suceder a Sarkozy, ha calificado la solución urdida por los dos jefes conservadores como “una mera ilusión”. “No se puede proponer un nuevo tratado que solo incluye reglas de control presupuestario”, ha dicho. “Si no hay otra cosa que austeridad, no habrá forma de que salga adelante”, ha anticipado.

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El candidato socialista ha destacado además la ausencia de mecanismos de solidaridad, citando los eurobonos y un mejor uso del Fondo de Estabilidad”, y ha dejado claro que su grupo no aprobará la regla de oro tal y como la plantean Merkel y Sarkozy. Si el PS gana las elecciones, ha afirmado, su partido aprobará “una ley destinada a llevar las finanzas francesas al déficit cero en 2017”.

Sarkozy sabe bien que, al dar su plácet a esa norma, básica para Alemania, estaba dando a sus propios electores gato por liebre, o vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. ¿O tal vez solo trataba de presionar a los socialistas para que den su brazo a torcer? En verano, el presidente ya tuvo que renunciar a aprobar la regla de oro al no tener el apoyo del PS, y ayer admitió sin tapujos que no podrá hacerlo “antes de las presidenciales y las legislativas de 2012”. A no ser que los socialistas decidan apoyarle, cosa que no parece fácil, toda Europa deberá esperar a Francia. Para incluir la regla en la Constitución, Sarkozy necesita el apoyo de al menos 3/5 del Congreso (Asamblea y Senado), cifra inalcanzable sobre todo tras haber perdido la mayoría en la cámara baja en septiembre.

Esa realidad impepinable fue contestada con una caída de hombros por el propio Sarkozy durante la conferencia de prensa con Merkel: “Cuando se presente el problema, ya veremos cómo lo resolvemos”, afirmó, antes de invitar a los socialistas franceses a votar la regla como sus “compañeros” alemanes. Lo que no dijo es que la norma votada por el Partido Socialdemócrata alemán es diferente, entre otras cosas porque se empieza a aplicar en 2016 y no inmediatamente.

Hoy, el ministro de Economía, François Baroin, ha apelado a la unidad nacional para aprobar la regla antes de las presidenciales. El Elíseo sabe que es imposible. Pero eso “ya se verá”. De momento, Merkel ha concedido al candidato Sarkozy unos meses de gracia. Al fin y al cabo, todo queda en casa. Como dijo la canciller al replicar a las críticas supuestamente germanófobas de los socialistas franceses, “alegrémonos de que ellos están en la oposición y de que somos nosotros quienes gobernamos”.

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