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La división de la UE amenaza al euro

Las divergencias persisten entre los Veintisiete sobre la fórmula para adoptar mayor disciplina fiscal Cameron amenaza con vetar la propuesta franco-alemana

Nicolás Sarkozy y Angela Merkel se dirigen a la cena de trabajo en Bruselas.
Nicolás Sarkozy y Angela Merkel se dirigen a la cena de trabajo en Bruselas.EFE (Pool)

Los líderes europeos han iniciado este jueves la cumbre en la que se han puesto todas las esperanzas para salvar el euro con casi todos los frentes abiertos. Pese a lo dicho en los últimos días, se mantienen ciertas discrepancias en el seno de la zona euro, entre Francia y Alemania, y más serias entre los países del euro y Reino Unido. Las distintas opciones de reforma del Tratado para fortalecer la disciplina fiscal con vistas a facilitar un mayor protagonismo del Banco Central Europeo (BCE) en el mercado de deuda seguían esta madrugada pendientes de acuerdo. Las posibilidades de ampliar la capacidad de acción del fondo de rescate, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), también han aumentado, pero siguen existiendo discrepancias sobre los detalles entre París y Berlín, el núcleo duro en el que se apalanca la reforma.

La nota más positiva ha sido el amplio consenso sobre la propuesta de aumentar los recursos del Fondo Monetario Internacional con una dotación de 200.000 millones —de los que 150.000 corresponden a la zona euro—, que serán aportados por los bancos centrales europeos en forma de préstamos bilaterales. Ello permitirá al FMI tener una presencia más activa en las posibles ayudas que puedan precisar los países con dificultades en el mercado de deuda.

Ante las insistentes amenazas del primer ministro británico, David Cameron, de vetar un acuerdo a 27 si no conseguía más poderes para proteger su industria financiera, la canciller alemana Angela Merkel casi descartó la posibilidad de llegar a un acuerdo a 27.

Con ello se unía a las advertencias expresadas poco antes por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien defiende una mayor integración de los países de la zona euro para salir rápidamente del atolladero si Londres insiste en mantener sus reservas.

La cuestión de fondo de la cumbre, lograr una mayor implicación del BCE en el mercado de deuda, fue abordada en una reunión restringida previa entre el presidente del BCE, Mario Draghi, y los principales mandatarios europeos: el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy; el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso; el del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, y Sarkozy y Merkel. Junto a la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, forman el llamado Grupo de Fráncfort, que se ha convertido en el verdadero Gobierno en la sombra de la UE en lo que se refiere a la solución de los problemas con la banca.

En la reunión se presionó a Draghi para una mayor implicación del BCE, pero el presidente de la entidad ya había advertido pocas horas antes en Fráncfort de que le habían interpretado erróneamente quienes deducían que un mayor rigor presupuestario permitiría una mayor intervención.

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Draghi apuntó al MEDE como el mecanismo adecuado para asistir a los países en apuros. Pero tampoco hubo buenas noticias para el MEDE. La propuesta de Van Rompuy y Barroso, que apostaba por convertir este fondo permanente en una institución financiera que pudiera recibir fondos del BCE, sigue tropezando con el muro de Alemania, con el consiguiente disgusto de Sarkozy.

El presidente francés, que no hizo declaraciones al llegar a Bruselas, aprovechó su presencia en el congreso del Partido Popular Europeo en Marsella para instar a los socios comunitarios a llegar a un acuerdo para salvar el euro. De lo contrario, “no habrá una segunda oportunidad”, había advertido.

Las discrepancias entre París y Berlín se materializaron en la insistencia de Merkel en acometer la reforma del Tratado de la forma más profunda posible. Merkel insistió en la vía de la penitencia por los pecados del pasado. “El euro ha perdido credibilidad y hay que recuperarla dentro de la zona euro”, dijo. “Pero para esto hay que dejar claro que aceptamos más disciplina. Son los 17 los que deben hacerle un favor a los Veintisiete. Si conseguimos que sean 17 más X se verá en las negociaciones. Lo importante es que logremos avanzar hacia una Unión más estable”.

La reforma del Tratado ha despertado sin embargo numerosas críticas entre los sectores socialistas y la izquierda. La oposición socialista francesa y alemana se ha mostrado en contra, y en el Parlamento Europeo surgió una rebelión encabezada por el heterogéneo grupo Spinelli, formado por distintas familias políticas, que amenazó con llevar la reforma al Tribunal de Justicia.

Existen serias dudas sobre la forma final en que se planteará la reforma del Tratado. La propuesta de refuerzo de la disciplina fiscal a través de un primer paquete de medidas por la vía rápida planteada por Herman van Rompuy ha topado con el rechazo de Alemania. Berlín defiende una reforma profunda de los tratados para apostar por una unión fiscal y laboral y por que el euro tenga un presidente permanente.

“El riesgo de explosión de Europa nunca ha sido tan grande”, afirmó Sarkozy. “Tenemos pocas semanas para decidir porque el tiempo corre en nuestra contra. Si no nos ponemos de acuerdo en esto, me temo que no nos pondremos de acuerdo en nada”, dijo. “Debemos reformar Europa, debemos repensarla. Si no tenemos el coraje de hacerlo, la gente se rebelará contra nosotros”, añadió.

Barroso se mostró abierto a la reforma pero siempre que los Estados estén preparados, porque un proceso de revisión, dijo, es siempre complejo. Insistió en que “es esencial garantizar el papel de la Comisión Europea, del Tribunal de Justicia y del Banco Central Europeo”.

Por su parte, la primera ministra de Dinamarca, Hellen Thorning-Schmidt, país que ocupará la presidencia de la UE a partir de enero, se mostró abiertamente a favor de un cambio de tratados y pidió una solución a 27. “Si los países del euro ven en el cambio del Tratado una parte de la solución, estamos dispuestos a apoyar ese cambio”.

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