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EUROPA CONVULSA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los Balcanes de la paz

La construcción europea ha sido desde su creación una garantía de estabilidad en el continente.- Croacia es el segundo país de la ex Yugoslavia en entrar

Guillermo Altares

En el invierno de 1991, Croacia se sumió en una guerra civil que acabaría por incendiar también Bosnia y luego Kosovo dentro de la catastrófica desintegración de Yugoslavia. Hoy mismo, en el invierno de 2011, Croacia acaba de firmar el tratado de adhesión a la Unión Europea, un acontecimiento que ha quedado en un pie de página de una cumbre dominada por la crisis del euro. No debemos olvidar que eso, antes que nada, es la UE: una garantía de paz y estabilidad en un continente cuya historia ha estado marcada por la violencia en torno a las fronteras, una dinámica que cambió tras la II Guerra Mundial con el sueño de la Europa unida.

Hace 20 años, los titulares que podíamos leer en este diario eran “Limpieza étnica en Croacia”, “Vivir bajo tierra en Osijek”, “El trágico invierno yugoslavo”, “Los demonios de la destrucción”, “Ofensiva del Ejército federal contra Zadar”. Y no sabíamos la que se nos iba a venir encima: las guerras balcánicas se prolongaron hasta 1999 y la estabilidad todavía no se ha instalado en Kosovo.

Civiles croatas ondean la bandera nacional mientras disparan pistolas desde un coche, poco después de declararse la independencia de Croacia de Yugoslavia en 1991.
Civiles croatas ondean la bandera nacional mientras disparan pistolas desde un coche, poco después de declararse la independencia de Croacia de Yugoslavia en 1991.REUTERS

En esas fechas, el 23 de diciembre de 1991, Alemania se lanzó, adelantándose al resto de los socios de la entonces Comunidad Europea, al reconocimiento de Croacia y Eslovenia en un movimiento que, para algunos, terminó de incendiar los Balcanes y, para otros, simplemente precipitó la limpieza étnica ya orquestada y decidida desde Belgrado. En eso, es cierto, Europa apenas ha avanzado: la política exterior europea sigue siendo una entelequia en manos de una figura, Catherine Ashton que, por decirlo discretamente, no se ha caracterizado por su dinamismo y relevancia. Sin embargo, todo lo demás no es una utopía: en peligro o no, 17 estados de la UE comparten una moneda única y 25 países (tres de ellos fuera de la Unión) han decidido abolir sus fronteras.

Lo que hace 20 años era un territorio capaz de naufragar en una guerra que se prolongó durante casi una década, forma hoy un grupo de países cuyo principal objetivo es entrar en la UE. Eslovenia, que ingresó en 2004, ya ha adoptado el euro. Croacia ha declarado que quiere sumarse al club con todo incluido. Bosnia nunca ha acabado de coserse como país y no acaba de encontrar la estabilidad. Las negociaciones con Serbia han sido frenadas a causa de la inestabilidad en Kosovo (los 27 tampoco se han puesto de acuerdo sobre su reconocimiento como país). Montenegro abrirá negociaciones en breve y Macedonia ya es candidato oficial.

Croacia perdió el tren de la gran ampliación de 2004 por varios puntos débiles, como la corrupción, el sistema judicial y la reforma de la administración, pero sobre todo por la desconfianza que generaba la situación de la minoría serbia (el mayor desplazamiento de población de golpe de las guerras balcánicas se produjo en 1995 cuando, en una contraofensiva, los croatas expulsaron a la minoría serbia de Krajina). Sin embargo, como también ocurrió en Rumanía con la minoría húngara, el partido nacionalista croata HDZ capitaneó las negociaciones con el apoyo de los diputados de la minoría serbia. Eso es, sin duda, la UE.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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