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Una rebelión policial en Argentina abre grietas en el peronismo

Cerca de 150 agentes protestan por las sanciones contra compañeros que reprimieron a partidarios del vicegobernador de Buenos Aires

Alejandro Rebossio
El presidente de Bolivia, Evo Morales (der), pariticipa de un acto junto al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli (izq), en la localidad de Escobar (Argentina) el pasado 9 de diciembre.
El presidente de Bolivia, Evo Morales (der), pariticipa de un acto junto al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli (izq), en la localidad de Escobar (Argentina) el pasado 9 de diciembre.Leandro Teysseire (EFE)

Argentina vivió el miércoles una rebelión policial después de muchos años. Detrás de la revuelta aparecen las primeras grietas dentro del peronismo que apoya a la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, que el pasado sábado inició su segundo Gobierno. Otra vez el peronismo se divide entre sus sectores más tradicionales, de derechas, y los más renovadores, de izquierdas.

Unos 150 uniformados de la Guardia de Infantería de la Policía bonaerense se acuartelaron desde la mañana en la sede central de esa fuerza, en La Plata, para reclamar aumentos salariales y la reincorporación de seis de sus compañeros que habían sido sancionados el pasado lunes tras reprimir a militantes kirchneristas.

Los policías rebeldes, que decidieron incumplir su obligación de vigilar las calles, recibieron la solidaridad de otros destacamentos de la Infantería en Mar del Plata y en diversos suburbios de Buenos Aires (Glew, Morón, Ituzaingó, La Matanza, Avellaneda y Wilde), según los periódicos Clarín y El Día. La revuelta finalizó por la noche, después de que el Gobierno bonaerense prometiera acelerar la revisión de la actuación de los seis policías sancionados.

Segunda legislatura

La historia es así. El pasado lunes, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el peronista Daniel Scioli, un exempresario y excorredor de lanchas de perfil conservador, pero fiel a los Kirchner, iba a iniciar su segunda legislatura en un acto ante el Congreso de su provincia, en La Plata. También iba a jurar como vicegobernador el peronista de izquierdas Gabriel Mariotto, un kirchnerista puro y duro que fue promovido a ese cargo por la propia Fernández. Los simpatizantes de Scioli, ataviados con camisetas naranjas, habían abarrotado las gradas del Parlamento bonaerense. También tenían entradas para ingresar los seguidores de Mariotto, enrolados en el movimiento juvenil La Cámpora, que lidera Máximo Kirchner, hijo de la presidenta argentina. Pero entonces la Infantería bonaerense, con sus palos y escudos, se interpuso para evitar que los azulados militantes de La Cámpora pudieran entrar.

El episodio acabó con tres jóvenes heridos, que debieron ser atendidos en hospitales. Apenas acabó la jura, Scioli y Mariotto fueron a visitarlos y decidieron conjuntamente que los responsables debían ser apartados de la fuerza mientras se investigaba su actuación.

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Compañeros de los seis policías sancionados reaccionaron el miércoles con un acuartelamiento y prometieron que no depondrían su actitud hasta conseguir revertir los castigos. Los sancionados hablaron con los medios. “Por proteger nos encontramos fuera de la fuerza”, se quejó el capitán Walter Revoredo. “Ellos [los militantes de La Cámpora] traían palos y elementos contundentes para agredirnos. Hubo cinco policías lesionados”, añadió otro de los sancionados, Maximiliano di Lorenzo.

Investigación interna

El jefe del Gabinete de Ministros de Scioli, Alberto Pérez, tampoco quiso dar el brazo a torcer y respondió a la rebelión policial: “El Gobierno ha tomado una firme decisión frente a los lamentables acontecimientos ocurridos el lunes”. Finalmente, Scioli mantuvo los castigos, de carácter temporal, pero prometió acelerar la investigación interna que determinará si se transforman en definitivos. Tras el enfrentamiento de policías y militantes kirchneristas, Mariotto había criticado la decisión de su Gobierno de apostar a la Infantería en el Congreso el día de su asunción en el cargo.

Días antes del turbulento inicio de la Administración Scioli-Mariotto, la ministra de Seguridad de Argentina, Nilda Garré, había acusado a su par bonaerense, Ricardo Casal, un protegido del gobernador, por no actuar contra la corrupción de la policía provincial. La política de seguridad de Scioli está siendo muy cuestionada por la izquierda peronista.

La provincia de Buenos Aires no es el único escenario del nuevo enfrentamiento en el peronismo, que hasta ahora se ha mantenido fiel a Fernández, en tiempos en que la oposición está debilitada y fragmentada. También ha habido declaraciones críticas entre la presidenta argentina y Hugo Moyano, el jefe de la Confederación General del Trabajo (CGT), una de las bases tradicionales del poder peronista. Moyano reclama aumentos salariales para 2012 por encima de los previstos por el Gobierno, una reducción del IRPF y una ley de reparto de utilidades de las empresas entre sus empleados. Moyano buscará la reelección el año próximo, pero quizá se encuentre con la oposición de Fernández. Hoy organizará un acto en el que espera concentrar a 80.000 camioneros, su colectivo, para demostrar su fuerza.

Otra vez se enfrentan las dos vertientes del peronismo, como en la década de los setenta, aunque en aquel tiempo ambas estaban armadas hasta los dientes. En 1973 también había llegado al Gobierno bonaerense una dupla heterogénea del peronismo: Óscar Bidegain, del alza izquierdista, y Victorio Calabró, sindicalista metalúrgico. Ambos nunca se llevaron bien. Al año siguiente, el entonces presidente argentino, Juan Domingo Perón, descalificó a Bidegain por supuesta inacción ante un ataque guerrillero, el gobernador se vio forzado a renunciar y lo sucedió Calabró. Habrá que ver cómo se desenvuelve la relación Scioli-Mariotto. Argentina ya no es la misma que hace 37 años.

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