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EE UU mantiene en suspenso el programa de drones en Pakistán

El mando estadounidense no utiliza estos aparatos desde hace más de un mes Pakistán cierra una base y dos importantes pasos de suministros para las tropas Varios congresistas plantean la necesidad de revisar la estrategia en el país

La Casa Blanca trata de salvar con medidas urgentes su maltrecha alianza con Pakistán, un país del que depende para mantener débiles a los talibanes en el frente afgano. Desde que el mes pasado Estados Unidos lanzara un ataque en la frontera de estos dos países en el que murieron al menos 24 soldados paquistaníes, Washington ha perdido una de sus armas más poderosas: el permiso para que sus soldados puedan lanzar misiles desde drones, o aviones no tripulados, contra refugios de insurgentes en las provincias del noroeste de Pakistán, donde se concentran los insurgentes. Ahora, un informe del Comando Central norteamericano ha revelado que diversos fallos por parte del mando estadounidense en la OTAN tuvieron parte de responsabilidad en la muerte de aquellos soldados.

El Pentágono y la CIA no lanzan un drone sobre Pakistán desde el 16 de noviembre. Entonces, según datos de una investigación de la fundación New America, cayeron misiles lanzados desde drones en las provincias de Waziristán del Sur y del Norte. Han pasado más de 40 días sin un ataque con esos aviones no tripulados de EE UU en la zona, lo que supone la mayor paralización desde que se generalizara el uso de los drones, en 2008. Según fuentes del Pentágono, desde el ataque mortal del mes pasado, Pakistán ha obligado a EE UU a inhabilitar una lanzadera de drones que tenía instalada en una base en el suroeste del país, desde la que operaba principalmente la CIA.

Ese no es el único efecto del malestar de los mandos militares paquistaníes. Ahora que las tropas de EE UU comienzan a salir de Afganistán de forma progresiva, un repliegue que culminará en 2014, el Ejército ven privado de dos de sus principales vías de abastecimiento. Desde el citado ataque, Pakistán prohíbe a los norteamericanos el paso por las rutas de Khyber y Chaman, que han empleado a su antojo durante los últimos 10 años. Son dos pasos cruciales para que los soldados reciban víveres y material bélico. [El Ministro de Defensa paquistaní, Ahmad Mukhtar, dio indicaciones el martes de que podría reabrirlas si la OTAN paga un precio por ello, informa Reuters]

En un informe desclasificado del Comando Central del Pentágono, publicado el pasado fin de semana, se asegura que “el catalizador del ataque fue la apertura de fuego por parte de PAKMIL [en jerga castrense, el Ejército de Pakistán]”, pero se añade que “la cooperación y colaboración en la frontera se vio imposibilitada por un clima de desconfianza mutua”; que las órdenes dadas por la OTAN “carecían de claridad y precisión”, y que el objeto mismo de la misión de los soldados de EE UU era “inadecuado”. El resultado final ha sido que el general de infantería de Marines James Mattis, el hombre al mando del Comando Central, ha ordenado una serie de cambios en los protocolos de las operaciones fronterizas, como medida urgente para recobrar la confianza de Pakistán.

“Debemos mejorar la coordinación en esa frontera, y eso requiere unos cimientos de confianza mutua en ambos lados”, dijo el general el lunes. Lo cierto, sin embargo, es que esa desconfianza no existe sólo en la frontera, sino en todos los ámbitos de cooperación entre EE UU y Pakistán, un país con un Gobierno extremadamente débil frente al poder militar. Desde que ambos países sellaran una alianza en las postrimerías de los ataques terroristas del 11-S para combatir el radicalismo de Al Qaeda, el Congreso norteamericano ha enviado 20.000 millones de dólares (15.000 millones de euros) de ayuda económica a Islamabad. Ahora, diversos miembros del Congreso de EE UU piden un cambio de enfoque a la guerra afgana.

El congresista republicano Frank Wolf, impulsor del Grupo de Estudio sobre Irak, que en 2006 sentó algunas de las bases para la retirada y entrega de soberanía al Gobierno de aquel país, ha recomendado que la Casa Blanca destine un millón de dólares a replantear la estrategia en Afganistán y Pakistán. “Han pasado diez años desde el inicio de nuestra guerra más larga y la ciudadanía norteamericana, así como sus representantes legislativos, no tiene una idea clara de lo que se pretende conseguir allí”, asegura Wolf. “Lo que está claro es que para lograr algún triunfo en Afganistán, debemos resolver primero una serie de problemas en Pakistán”, añade.

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"Conseguir una victoria militar en Afganistán es una cosa, pero nuestro éxito general depende de otros factores”, mantiene el congresista republicano Duncan Hunter, que sirvió en Afganistán con los Marines. “Afganistán necesita estabilidad económica y política, para garantizar que la victoria de EE UU es duradera, y la relación entre EE UU y Afganistán debe ser también un punto de interés, no sólo para el futuro de Afganistán sino para el de toda la región”.

Ambos congresistas han propuesto, en consecuencia, la creación de un Grupo de Estudio sobre Afganistán y Pakistán, en un intento de redefinir la misión bélica para englobar a ambos países. En Pakistán, de hecho, murió en mayo el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, en una operación especial del equipo de élite de los Navy SEALS, y también en Pakistán murió en agosto el número dos de ese grupo terrorista, el libio Atiyah Abd al-Rahman, en un ataque con un drone. En 2011, la CIA ha lanzado misiles desde drones en Pakistán en 64 operaciones. Es una cifra considerablemente inferior a la del año pasado, que fue de 117. En total, según la fundación New America, han muerto en los pasados 12 meses entre 362 y 500 insurgentes en esas operaciones.

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