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Argelia inicia el cambio al aceptar observadores en sus elecciones

Los islamistas intentan un acercamiento para concurrir juntos a las legislativas

Algo se empieza a mover en Argelia, el único país norteafricano hasta ahora sorteado por la llamada “primavera árabe” que desde hace un año —hoy se cumple el primer aniversario del derrocamiento del presidente tunecino Ben Ali— ha cambiado la región.

Argelia es el país más extenso y poblado del Magreb, su PIB es el más grande de la región gracias a los hidrocarburos que exporta sobre todo a Europa. Es, en parte, la renta gasística la que ha permitido al régimen argelino soslayar la revolución. El 13% del PIB, unos 75.000 millones de euros desde 2003, se dedica a transferencias sociales y desde hace un año el esfuerzo es aún mayor.

A eso se añade el trauma de la guerra civil larvada en los años noventa, entre el Ejército y el terrorismo islamista, que causó 200.000 muertos. “La población no tiene la fuerza ni la energía para rebelarse”, escribe el investigador francés Luís Martínez.

El presidente Abdelaziz Bouteflika no suscita, por último, el rechazo de sus homólogos egipcio, Hosni Mubarak, o tunecino, Ben Ali, porque no concentra el poder que comparte con otros civiles y el servicio secreto militar (DRS).

Pese a las políticas sociales del régimen, la efervescencia persiste. Esta semana, por ejemplo, los parados de tres ciudades petroleras —Skikda, Ouargla y Laghouat— se han enfrentado a las fuerzas del orden mientras que en Argel y Orán la exigencias de viviendas sociales provocaron disturbios. “El soplo reivindicativo no se ha apagado”, sostiene el rotativo El Watan. “Al contrario, ha sido estimulado por el contexto de las revoluciones árabes [...]”.

Si la guerra en Libia, hasta la caída de Gadafi, trae malos recuerdos a buena parte de la clase política argelina, el cambio pacífico en Túnez y Marruecos resulta atractivo a ojos de la oposición.

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Laicos e islamistas se han movilizado para intentar que las elecciones legislativas de mayo sean transparentes como lo fueron las del otoño en los dos países vecinos de Argelia. Hasta ahora siempre habían denunciado el fraude.

Los islamistas argelinos, más divididos que en Marruecos o en Egipto, han iniciado un acercamiento con vistas a concurrir juntos a la próxima consulta. Con ese objetivo su facción más moderada, el Movimiento de la Sociedad para la Paz (MSP), se salió en diciembre de la Alianza Presidencial que apoya a Bouteflika.

Los que sí han quedado excluidos de la vida política, mediante una ley aprobada en diciembre, son los antiguos responsables del Frente Islámico de Salvación, el partido que hace 20 años iba a ganar por mayoría absoluta las primeras legislativas democráticas, pero cuyo triunfo fue abortado por un golpe castrense.

Sensible a la presión, Bouteflika anunció el 18 de diciembre que los observadores internacionales eran bienvenidos para comprobar la pureza de las legislativas, algo hasta ahora inimaginable en un país tan celoso de su soberanía.

Argel entró entonces en contacto con varias organizaciones internacionales y dos de ellas, la Unión Europea y la Unión Africana, dieron un acuerdo de principio, según precisó el ministro argelino de Exteriores, Mourad Medelci, al diario Liberté. No habrá, según él, ninguna limitación al número de observadores.

Esa iniciativa argelina fue aplaudida el jueves por la secretaria de Estado Hillary Clinton. “Celebramos los últimos esfuerzos del Gobierno argelino”, declaró al recibir a Medelci en Washington. La invitación a observar no abarca, sin embargo, a las ONG especializadas, como la Fundación Carter, cuyos criterios son más rigurosos que los de otros organismos internacionales.

La oposición no se ha dado por satisfecha con la eventual supervisión internacional. Exige además la renuncia del primer ministro, Ahmed Ouyahia, líder de uno de los partidos que integran la Alianza Presidencial, del que sospechan que es un manipulador. Él se ha negado a dimitir. Si las elecciones son libres Bouguerra Soltani, que encabeza el moderado MSP, vaticina que se saldarán con un “triunfo” de sus “hermanos en la fe”. Incluso Abdelaziz Belkhadem, líder del Frente de Liberación Nacional, el antiguo partido único, prevé que lograrán la mayoría relativa (un 35%).

El ministro del Interior, Dahou Ould Kablia, es, sin embargo, escéptico. “Argelia tiene sus peculiaridades, sus valores que no se asemejan a lo que existe en otros lugares” del mundo árabe, afirmaba.

El politólogo Chafik Mesbah tampoco cree que los barbudos ganen porque “el Gobierno cometerá un fraude electoral; es una fatalidad”. Además, los “islamistas divididos, algunos de ellos muy comprometidos con el régimen, no acudirán todavía unidos a las elecciones”. “Por último, tendremos una abstención récord, acaso del 80%”. En 2007 ya alcanzó, oficialmente, el 65%.

“El objetivo del régimen consiste en dar la apariencia de una apertura democrática sin que esta sea real y evitar poner en peligro la perennidad del sistema”, añade Mesbah, que antes de ser politólogo fue oficial del Ejército.

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