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"Enseguida me propuse permanecer activo"

La vida de un jubilado francés que amaba su trabajo y se retiró un año más tarde de lo que le permitía la ley

El jubilado francés Jean- Pierre Fournier.
El jubilado francés Jean- Pierre Fournier.

“Cuando anuncié a mi mujer que me jubilaba, su primera reacción fue... prudente: ‘Pero seguirás viajando a provincias de vez en cuando, ¿no?’. Marie-Christine tenía miedo de verme vagueando en casa e invadiendo su vida cotidiana... Eso fue el 28 de junio de 2008. Desde entonces, estoy desbordado. ¡Y feliz!.

Sin embargo, yo no me había pasado la vida soñando con jubilarme, fantaseando ni haciendo proyectos para el día en el que tuviera tiempo. Es más, me jubilé un año más tarde de lo que me permitía la ley. A los 61 años, había cotizado los 160 trimestres necesarios para tener derecho a la plena jubilación. Pero me gustaba mi trabajo y me quedé un año más. Mi especialidad es la cooperación agraria. Al principio trabajé en Caen, donde ayudaba a las cooperativas de toda la región de Normandía en materia de gestión financiera. Después me incorporé al servicio económico de la Federación Nacional de cooperativas agrícolas de frutas y hortalizas, en París. Allí pasé 22 años y terminé mi carrera como adjunto al director. Mi trabajo era defender los intereses de las agrupaciones de agricultores ante las instituciones francesas y europeas, y proporcionarles asistencia económica y jurídica.

Lo que, al final, me decidió a retirarme, fue un pequeño problema de salud que había sufrido unos años antes y que me convenció de que había llegado la hora de cambiar de ritmo. Además estábamos en pleno debate sobre la reforma de las jubilaciones y, en la caja de pensiones complementaria, me explicaron que, a partir del 31 de diciembre de 2008, quizá no iba a tener la misma pensión. También fue una época en las que unas normas europeas totalmente nuevas transformaron por completo el trabajo en mi sector, y ya no valía la pena volver a ponerme al día.

Mis colegas se asombraron de verme tan tranquilo en el momento de despedirme. Creían que no iba a resistirme a aparecer todos los días por la oficina, pero, aunque me sentía útil, nunca pensé que fuera indispensable. Tengo que decir que, a pesar de la bajada de ingresos que supone la jubilación -hoy cobro el 58% de lo que ganaba cuando trabajaba-, no tengo demasiados problemas económicos. Somos dueños de nuestro piso en París, lo cual es una comodidad y una tranquilidad; muchos amigos nuestros se han ido de la ciudad por lo caros que son sus alquileres y han preferido jubilarse en alguna otra ciudad.

Enseguida me propuse permanecer activo, al principio a pequeña escala, y me convertí en presidente de la comunidad de vecinos de mi edificio, y después entré en dos asociaciones que ayudan a emprendedores. En particular, soy miembro de una sociedad benéfica dentro de la NEF (Nouvelle Economie Fraternelle), una asociación que financia proyectos de carácter medioambiental, social o cultural.

En la zona de Perche, a 100 kilómetros al oeste de París, donde tenemos una casa y pasamos parte del año, participo en la asociación de los Amigos del Bosque de Senonches. Y además, como me apasionan los coches antiguos, he conseguido hacer realidad un viejo sueño: recorrer la región en un Dauphine Renault de 1960.”

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Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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