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“Vivimos y morimos en medio de las bombas”

Tras el atentado terrorista del miércoles que dejó 12 personas muertas –tres policías y nueve civiles- los habitantes de Tumaco, en Colombia, cuentan que están acorralados por el miedo.

Un grupo observa los destrozos que causó la bomba.
Un grupo observa los destrozos que causó la bomba.---- (EFE)

Repite varias veces la misma palabra: “bárbaros, bárbaros”. Víctor Gallo, alcalde de Tumaco, camina dolido por las calles del centro de su pueblo en el litoral Pacífico colombiano. Mira las edificaciones derruidas, las manchas de sangre en el piso, los hierros retorcido en que quedó la motocicleta donde los terroristas pusieron 60 kilos de dinamita y exclama: ¡qué bárbaros! El sobrecogedor silencio es roto por un vidrio que cae de una de las viviendas afectadas en seis cuadras a la redonda.

El miércoles a las dos de la tarde, reinaba el bullicio. A esa hora cientos de transeúntes volvían a sus lugares de trabajo, los policías trataban de organizar el caótico tráfico con su pitos a los que ahogaba el sonido de la música que cada comerciante pone para seducir a la clientela.

Lavanderías, panaderías, misceláneas, bancos y decenas de vendedores ambulantes empezaban su febril actividad junto a la Estación de Policía donde unos 40 agentes se preparaban para el cambio de turno. Un estruendo seco y una nube de esquirlas sacudió la rutina. La onda explosiva dejó un saldo fatal: Once personas muertas. Esta acción fue hecha por las FARC, afirmó el presidente Juan Manuel Santos quien en las últimas horas viajó a un escenario convertido en un infierno.

Tras el impacto inicial, quienes salieron ilesos corrieron a ayudar a los 71 heridos. De estos, 30 son policías y los demás civiles, muchos de ellos niños. Los gritos, la angustia, el dolor, todo era caótico.

Entre las víctimas mortales quedó Aura Dalia Quiñónez, coordinadora del Sisben en Tumaco, una líder comunal que gozaba de gran aprecio por su compromiso con los más pobres. Fue una de las primeras personas en identificar porque en la mayoría de los casos los cuerpos quedaron mutilados o calcinados.

El hecho fue la principal noticia en Colombia. Y para algunos de los pobladores de este municipio en donde las Farc y las bandas criminales libran una guerra a muerte por el control de las rutas del narcotráfico, eso era lo llamativo. “Aquí vivimos y morimos en medio de las bombas”, dice el padre José Luis Ardila, director de Pastoral Social de la Diócesis de Tumaco. Tuvo que ocurrir una bomba en pleno corazón de la ciudad con tal alto número de víctimas para que el país volviera sus ojos allí y se preguntara a qué horas este pueblo llamado La Perla del Pacífico se convirtió en epicentro de las más cruentas batallas.

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“La población está viviendo una zozobra terrible. En este momento las bombas nos tienen aterrorizados a toda la población. Esta no es la única bomba. Es la única que ha salido en los medios de comunicación”, sostuvo el religioso. Así, por ejemplo, recordó que el pasado 14 de enero hubo otra también muy dolorosa: mató a dos inocentes niños en el barrio Viento Libre. ¿Quién es el responsable de esta guerra sin cuartel? “Las causas están el narcotráfico, las Farc y los grupos de recomposición paramilitar”.

Para el presidente Santos se trata de “una demostración de desespero” de los violentos ante la implacable persecución a que están siendo sometidos por las autoridades.

Y principalmente a la columna móvil Daniel Aldana del Frente 29 de las Farc. La guerrilla se mueve como pez en el agua en un municipio que limita por un lado con el mar Pacífico y agrestes ensenadas por el otro. Este es un escenario privilegiado para camuflarse y trasladar los cargamentos de cocaína que después despachan hacia Centroamérica y México.

Con índices de desempleo que ronda el 50 por ciento, las organizaciones criminales tienen el camino libre para reclutar a centenares de jóvenes. La mayoría de los 170.000 habitantes son de escasos recursos. Pero no falta el que les diga que no a los mercaderes de la droga. Pero así en la práctica firman su sentencia de muerte. Es por eso, que desde un tiempo para acá, Tumaco vive entre el estruendo de las bombas.

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