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MEHRAN KAMRAVA | PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE GEORGETOWN EN CATAR

“No podemos permitir que Damasco estalle”

Es director del centro de estudios internacionales y regionales de la Universidad de Georgetown

Naiara Galarraga Gortázar
Kamrava, en la sede de Casa Árabe, en Madrid.
Kamrava, en la sede de Casa Árabe, en Madrid.CARLOS ROSILLO

El minúsculo Catar, con 1,2 millones de habitantes (solo el 15% autóctonos) del tamaño de la provincia de Murcia, tiene muy pocos diplomáticos pero una diplomacia hiperactiva. Ahora encabeza la batalla para echar al sirio Bachar el Asad. Mehran Kamrava, director del centro de estudios internacionales y regionales de la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown en Catar, opina que el acelerón diplomático de las últimas semanas pretende impedir que la guerra civil siria alcance la capital, "centro del poder árabe".

Catar puso aviones para derrocar a Gadafi, patrocina al Barça, posee el Málaga CF, alberga una base aérea de Estados Unidos, también una oficina de los talibanes… Kamrava viajó a España, invitado por Casa Árabe, para hablar del papel del emirato en la primavera árabe.

Pregunta. ¿Cuál es el objetivo de esa diplomacia tan activa?

Respuesta. Esta política es algo muy inusitado para un Estado tan pequeño. Catar ha hecho un esfuerzo decidido y los observadores se preguntan ¿de qué va Catar? Es una estrategia deliberada para logar que la gente conozca Catar. Y se hace a través de Al Yazira, de compras de alto nivel en Europa como Harrod's, de proyectos como FIFA 2022 [el Mundial de fútbol]. Para ponerlo en el mapa

Catar va por libre en política exterior pero está cuidadosamente calibrada”

P. ¿Y qué pretende con todo ello?

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R. Busca no ser militarmente ni diplomáticamente amenazado por dos gigantes como Arabia Saudí e Irán. Pretende garantizar su supervivencia como un Estado pequeño en una región muy hostil no solo por los gigantes, también por lo que ocurre. Por ejemplo, si hay un conflicto entre Irán e Israel o entre Irán y Estados Unidos, Catar está en la línea del frente.

P. Es una diplomacia llamativa.

P. La otra estrategia [junto al branding] es la diplomacia: en Libia, ahora en Siria, en la Liga Árabe. Y por supuesto en la ONU. Es una estrategia muy distinta de países como Kuwait o Bahrein, similares en tamaño y circunstancias, que han elegido ser aliados de Arabia Saudí y EEUU. Catar tiene una política exterior que va por libre, tiene buena relación con Estados Unidos y con Irán.

P. ¿Cómo se consigue eso? ¿Solo con dinero?

R. Con un liderazgo muy centralizado. Se sientan y deciden, ‘¿Cuál es la mejor manera de conservarnos? Queremos que Estados Unidos nos apoye pero no nos podemos permitir que Irán se enfade’. Tienen una política exterior muy cuidadosamente calibrada, muy cuidadosamente diseñada. Puede parecer muy desorganizada, pero en esencia está muy cuidadosamente pensada.

P. ¿Quién la diseña?

R. El emir, seij Hamad [bin Jalifa al Thani], y el primer ministro. En última instancia, el emir [ambos son primos].

P. Es una política como de equilibrista, ¿no es demasiado arriesgado?

Catar ve Europa como un mercado muy lucrativo donde comprar barato"

R. Es muy arriesgada, sí. Hay que ser muy cuidadoso para mantener los equilibrios entre actores como Irán, Hamás, Israel (tuvo una oficina en Catar hasta la guerra de Gaza en 2008), Naciones Unidas... Pero el gran riesgo son las consecuencias indeseadas. Cuando te involucras en Libia no sabes qué va a pasar, o quién va a ganar. Ya hay rumores de que armas cataríes han caído en manos de extremistas en Libia. Y algunos allí están muy enfadados con la implicación de Catar. Al principio estaban muy agradecidos pero ahora dicen: ¿De qué va Catar? Y lo mismo, en Siria. Ambas son situaciones muy peligrosas y cambiantes.

P. ¿A qué obedece el acelerón respecto a Siria con dos resoluciones ante Naciones Unidas, el grupo de amigos?

R. Creo que pretenden evitar el escenario libio: si das tiempo a Bachar el Asad, él intentará recuperarse, pero habrá más y más deserciones y por tanto la guerra civil se extenderá. Tienen mucho miedo a que Damasco estalle. El Cairo y Damasco son el centro del poder árabe. Sabe, no es Trípoli, no es la periferia, es central. Quieren evitar una gran erupción en Siria.

P. ¿En Siria hay más implicación que la diplomática?

R. No creo. Creo que en la Liga Árabe todos han decidido que Siria es distinto a Libia, que el Gobierno de Bachar el Asad puede ser derrocado a través de la presión diplomática. Y que si tenemos una guerra civil en Siria puede degenerar rápidamente en un conflicto sectario, cosa que no era el caso en Libia. Las declaraciones de la Liga Árabe son muy cuidadosas de no llamar a la intervención armada. Porque Siria tiene un mosaico sectario muy complejo.

P. ¿Por qué apoya Catar a los rebeldes en Libia, a los opositores en Siria pero envió a sus soldados a neutralizar las protestas en Bahréin?

P. Catar tiene una política muy cuidadosa con respecto a Arabia Saudí. Arabia Saudí le dice: ‘Si quieres implicarte en Libia, está bien, pero no en Bahréin, que es mi patio trasero. En cierta manera se coordinan mediante un entendimiento implícito.

P. ¿Habrá primavera en Catar?

R. No. Recuerde que la media de ingresos es de 92.000 dólares anuales. Es incluye a la sirvienta filipina, al conductor nepalí… Son cifras del FMI. Pero si solo contaran los autóctonos, rondaría los 350.000 dólares.

P. A cualquier telespectador de Al Yazira, le queda claro que la política europea le parece irrelevante, ¿Qué lugar ocupa en la política exterior de Catar?

R. Creo que es un mercado muy lucrativo. Ven a Europa como una gran oportunidad para invertir, para conseguir empresas distintivas por mucho menos dinero. El 10% de la Bolsa de Londres les pertenece, tienen influencia. Consideran que la política europea no será un obstáculo para sus intereses.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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