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El material del que están hechos los sueños de DSK

Prostitutas, orgías, amistades turbias. El exdirector del FMI se enfrenta a un nuevo escándalo. El caso agita la campaña electoral

Dominique Strauss-Khan
Dominique Strauss-KhanSciammarella

Un proxeneta francés dueño de una cadena de burdeles belgas apodado Dodo la Salmuera. Dos maderos con galones, máximos responsables policiales del norte de Francia. Tres directivos del hotel Carlton de Lille que ofrecían citas galantes a sus clientes. Dos empresarios listos y con ganas de trepar que no reparaban en gastos y acarreaban jóvenes damas para su admirado DSK donde fuera menester. Tres veces a París, dos a Lille y a Bélgica, tres a Washington.

Este era el selecto círculo de citas y amistades que el prestigioso economista Dominique Strauss-Kahn frecuentó con fervor y ahínco durante sus años de gloria y poder, siendo director del Fondo Monetario Internacional y el favorito de los franceses para suceder a Nicolás Sarkozy en la presidencia de la República.

Una corte provinciana, masona, libertina y atrabiliaria que, según revelan las escuchas policiales (desde 2009), usa con soltura la jerga de la bofia y del submundo putero, viaja en primera clase, duerme (eufemismo) en suites con piscina, adora las parties fines (fiestas finas) e intercambiarse “el material” (las chicas), y todo lo hace en grupo, desde conspirar en los locales de la Gran Logia de Oriente hasta votar las mociones que quería aprobar el gran exjefe del socialismo caviar.

Esta pandilla basura, algunos de cuyos miembros han pasado ya cuatro meses entre rejas, se ha convertido en uno de los protagonistas colaterales de la campaña electoral. Ocho francomasones han sido ya imputados por la justicia, que les acusa de haber organizado una red de prostitución. Con ellos, y sobre todos ellos, DSK, aquel gigante caído en desgracia el 14 de mayo pasado en el hotel Sofitel de Nueva York, que ha vuelto a vivir esta semana lo vivido entonces: largo interrogatorio de la policía (32 horas) y una noche de calabozo (esta vez, no en la lúgubre Riker Island, sino en una moderna comisaría con baños turcos).

Muy pronto, el exministro de Economía volverá a los tribunales. Primero debe comparecer ante los jueces civiles del Bronx, en Nueva York, el 15 de marzo, para afrontar la causa civil del caso Sofitel. Y luego, ante los tres jueces de instrucción de Lille, el 28 de marzo, solo tres semanas antes de las presidenciales que soñó ganar.

Empresarios, directivos de hotel, jefes de policía y un proxeneta proporcionaban las chicas a Strauss-Khan
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En el Bronx podrá zanjar la cita con una indemnización. En casa puede ser inculpado, como lo han sido sus amigos, por dos delitos: complicidad en proxenetismo agravado por banda organizada, y encubrimiento de abuso de bienes sociales (el dinero de las empresas que servía para pagar a las meretrices).

El tercer caso DSK suscita, como los anteriores, gran interés del público y mantiene algunos elementos de psicodrama nacional. Sobre todo, resulta fascinante parar el reloj e imaginar lo que habría pasado si Nafisatou Diallo, la camarera guineana que denunció por violación al impetuoso cliente de la suite 2806, no hubiera entrado en la habitación aquella mañana de mayo. Strauss-Kahn habría vuelto a Francia en loor de multitudes y probablemente habría ganado de calle las primarias socialistas de septiembre.

Y, de repente, habría explotado la retardada bomba de Lille: el candidato del Partido Socialista a la presidencia de la República, implicado en una red de prostitución cuyo baranda se llama Dodo la Salmuera y que le llevaba chicas allá donde se encontrara. ¿Qué habría podido hacer François Hollande como suplente forzoso de DSK ante un Sarkozy cargado de argumentos y razones? ¿Quién iría hoy con ventaja en los sondeos?

Quizá la política-ficción no sea del todo retórica esta vez. Tal vez DSK habría caído con todo el equipo en otro lugar o momento. No parece difícil, viendo el ajetreo berlusconiano que llevaba la banda de Lille. Lo curioso es que la fiscalía, que en Francia es tan afín a la presidencia de la República como lo es en España el fiscal general que designa el Gobierno, parece haber manejado el caso con el temporizador en la mano.

Los hechos ocurrieron entre el verano de 2009 y mayo de 2011, pero la investigación languideció durante meses y solo se filtró al público en octubre pasado, cuando La Salmuera fue detenido. La primera visita de la red a Washington se produjo en enero de 2010. La última, entre el 11 y el 13 de mayo de 2011, víspera del Sofitel. Gran parte de los hoy inculpados estaban sometidos a escuchas policiales, incluido DSK, desde 2009.

La duda que aflige a muchos franceses es: ¿por qué no salió antes a la luz? ¿Lo habría hecho antes si el director del FMI no hubiera cavado su propia tumba política aquel día en Nueva York? ¿Y qué hubiera pasado si hubiera salido más tarde de lo que lo hizo? ¿Por ejemplo, ahora?

Strauss-Kahn se retiró de la política en septiembre, y ya en octubre, tras superar (por prescripción) la acusación de agresión sexual de Tristane Banon, pidió comparecer ante los jueces de Lille para aclarar las “perversas insinuaciones” que según él se estaban publicando sobre él.

La policía solo le convocó cinco meses más tarde, y la fecha fue a coincidir con la entrada oficial de Sarkozy en campaña. Desde entonces, la célula de respuesta del Elíseo (un equipo dirigido por el turbio exministro del Interior Brice Hortefeux, dedicado a poner en aprietos a los rivales del presidente) ha intentado explotar electoralmente el escándalo y ha acusado a Hollande de ser cómplice, sugiriendo que como primer secretario del partido en la época no podía no saber.

El favorito de la carrera al Elíseo no ha entrado al trapo, pero el caso ha irrumpido en la campaña con estrépito. El miedo a imaginar lo que pudo haber sido y (por suerte) no fue, y los detalles escabrosos de las andanzas del expríncipe de las finanzas son un indiscutible reclamo vendedor. Otro posible motivo es que, en las escuchas, DSK dice en un momento dado que los periodistas están todos “podridos”. Pero visto desde fuera sorprende, una vez más, que el espacio concedido a un cadáver político supere al dedicado a las sospechas que pesan sobre el mismo Sarkozy (L’Oréal, venta de armas y atentado en Karachi, espionaje a los periodistas de Le Monde o el reciente intento de promover a un amigo personal a la presidencia de Veolia, la compañía pública de agua), o incluso sobre la primera dama, Carla Bruni, envuelta en un caso de desvío de fondos desde el Fondo Mundial contra el Sida hasta las empresas de un íntimo amigo músico que tenía despacho en el Elíseo.

¿Justicia lenta? ¿Mera coincidencia? ¿Cortina de humo? ¿Poder mediático mediatizado por el Elíseo? Imposible saberlo, pero lo que hoy parece evidente es que si los socialistas vuelven a la presidencia de la República 17 años después, le deberán una buena parte del triunfo a Nafisatou Diallo.

Ironías del destino, si aquello fue una trampa como sostiene DSK, el beneficiario no será Sarkozy, sino Hollande, su actual rival.

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