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Romney se aferra a su débil liderazgo en el supermartes republicano

El favorito gana en los Estados de Virginia, Massachusetts y Vermont

Romney, con su esposa hoy en Boston
Romney, con su esposa hoy en BostonEMMANUEL DUNAND (AFP)

Mitt Romney intenta asegurarse en la jornada del supermartes, en la que 10 Estados celebran primarias, su ascenso a la nominación del Partido Republicano. Y a pesar de que en sus últimos mítines se ha presentado con aire de inevitabilidad, midiéndose directamente con el presidente, Barack Obama, e ignorando a su principal competidor, Rick Santorum; Romney se encuentra de nuevo en una frágil situación. Depende de al menos una victoria aquí en Ohio, donde ha invertido más tiempo y dinero que en ningún otro Estado del supermartes. Poco después del cierre de colegios electorales ha sido declarado ganador en Idaho, Massachusetts, Virginia y Vermont. Santorum lo ha hecho en Oklahoma, Tennessee y Dakota del Norte.

En un patrón tan incómodo como común para la campaña de Romney, al empresario mormón se le escapa la oportunidad de presentarse como el candidato elegido por defecto. Sucedió con su ajustada derrota en Iowa, en enero, y en la noche de febrero en que perdió, simultáneamente, Minnesota y Colorado, donde había ganado en las primarias de 2008. Su triunfo la semana pasada en Michigan, su Estado natal, fue tan ajustado, que Santorum se llevó 14 delegados y él, 16. Aquí en Ohio, sus asesores confesaban ayer que su campaña lleva camino de parecerse más a la de Barack Obama que a la de John McCain.

Después del supermartes de 2008, McCain ya tenía el 60% de los delegados necesarios para ganar la nominación y clamó victoria pronto. Romney se retiró y le dio su apoyo nueve días después. El caso de Obama fue distinto. El ahora presidente competía entonces con Hillary Clinton. La nominación se le resistía y ganó, lentamente, 29 Estados. Clinton, 21. De hecho, ella obtuvo más votos, a nivel nacional, que él, pero menos delegados, y acabó retirándose, finalmente, en junio.

En los últimos días, Romney se ha centrado en explotar la que hasta ayer seguía siendo su frágil condición de favorito. Antes del supermartes, atesoraba ocho victorias, cinco de ellas consecutivas, que le dieron más del doble de delegados que Santorum. Aun así, aun se halla muy lejos de los 1.144 que necesitará para asegurarse definitivamente la nominación en la Convención Republicana de agosto. La temporada de primarias es larga. Aun quedan otros 34 comicios, hasta la última cita con las urnas, en Utah, el 26 de junio.

Es significativo que hoy, día de votaciones, Romney se retirara a su bastión, Masachusetts, un Estado del que fue Gobernador entre 2003 y 2007, y que también celebraba elecciones. Santorum, con la esperanza de una victoria en Ohio que le garantizara la permanencia en el mapa electoral, se queda aquí, al este del Estado, en Steubenville, una comunidad minera cercana a la zona metropolitana de Pittsburgh, donde reside su familia.

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Newt Gingrich presentó la primera molestia de la noche para Romney. Ganó con facilidad en Georgia, un Estado por el que sirvió en la Cámara de Representantes entre 1979 y 1999. Momentos después de que cerraran las urnas, las cadenas de televisión le declararon ganador, por lo que se llevará la mayoría de los 76 delegados que ofrece el Estado.

Nerviosos por lo que pudiera pasar en el supermartes, con las encuestas reflejando un empate técnico con Santorum en Ohio, los asesores de Romney rediseñaron recientemente su campaña, para que se presentara en sus mítines como el candidato inevitable, a pesar de la resistencia de ciertas bases conservadoras. Sus críticas, desde entonces, se dirigieron a Obama y sólo a Obama. En sus últimos discursos no nombró a Santorum. “Al presidente se le han acabado las ideas, se le han acabado las excusas, y en 2012 le vamos a echar de la Casa Blanca”, dijo en Zanesville, cerca de Columbus, la capital.

En esa estrategia, Romney se centra en lo que sabe hacer mejor. Ha hablado solo tangencialmente de defensa y valores sociales, como el concepto de familia tradicional y otros asuntos que tan gratos le son a Santorum, y dedica la gran mayoría de sus cortos mítines a hablar de economía. “Vamos a tener que librarnos de este presidente fallido, y vamos a tener que poner en la Casa Blanca a alguien que entienda la economía y que cree empleos para la ciudadanía americana”, dijo en el último mitin antes de la votación.

En sus discursos, el candidato ya mostró la que sería su estrategia de cara a las elecciones presidenciales si finalmente se asegurara la nominación: hizo suya una vieja máxima del Tea Party, la de que Obama ha abierto el camino al socialismo. “Estas son unas elecciones sobre la esencia y el alma de América”, dijo. “El presidente quiere convertirnos en algo que es más europeo que americano. Y Europa no funciona en Europa. No quiero un Estado socialdemócrata. Quiero una nación de oportunidades, donde el futuro de los ciudadanos sea mejor”.

A los mítines de Romney, a diferencia de a los de Santorum, acudieron muchos electores que se confesaban indecisos. La mayoría, sin embargo, aceptó finalmente al candidato como si fuese un mal menor. “No lo tenía claro hasta que le he visto hablar”, dijo en Zanesville Martha Lentz, de 64 años. “Pero finalmente creo que, como hombre de negocios, nos devolverá los empleos que nos ha arrebatado China. Y creo que tiene más posibilidades de ganar a Obama”. Es precisamente esa falta de entusiasmo entre las bases conservadoras lo que parece que obligará a Romney a seguir haciendo campaña durante mucho más tiempo. Hay primarias, al menos, hasta junio.

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