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La extrema derecha da la batalla para sacar a Holanda del euro

El partido de Geert Wilders, la segunda fuerza política, exige un referéndum sobre la moneda única a cambio de su apoyo al Gobierno

Isabel Ferrer

La escena política holandesa, de natural sosegada y estable, está en ebullición. El país lleva dos años en recesión y el Gobierno de centro-derecha, abocado a un ajuste de 18.000 millones de euros para 2015, tiene que seguir ahorrando. El año próximo, el déficit llegará al 4,5%, y liberales y democristianos en el poder conocen el monto del nuevo recorte: 9.000 millones de euros. Si la coalición tuviera mayoría, la situación sería dura, muy dura. Como está en minoría y se apoya en la extrema derecha de Geert Wilders, el líder antimusulmán, las cosas son aún más complicadas.

Mark Rutte, primer ministro liberal, no quiere enfrentamientos públicos y ha cerrado la puerta de la sala donde debate los nuevos presupuestos con su socio en el poder, el democristiano Maxime Verhagen. Les acompaña Wilders, que ha exigido ya una muestra de sumisión a su Partido de la Libertad, la segunda fuerza política del país. Quiere que convoquen un referéndum para salir del euro y volver al florín.

El euroescepticismo de Wilders es tan conocido como su rechazo al islam. Últimamente ha añadido a los inmigrantes del Este de Europa a su lista de agravios. Tradicionalmente, sus quejas iban dirigidas “a las intromisiones de Bruselas en la situación holandesa”. Ahora que el discurso político es económico, se ha crecido. Ha encargado un informe sobre el abandono del euro a un centro de investigación británico, tan euroescéptico como él. Como era de esperar, los expertos de Lombard Street Research han calculado que todo serán beneficios para una Holanda fuera de la eurozona. “Perderíamos dinero al principio, pero a partir de 2013 y 2014 sería más rentable”, dice Wilders que le han asegurado los británicos. “El euro es un proyecto fallido, si bien nuestro informe es independiente”, han remachado en el instituto.

El Gobierno ya le ha dicho que “no ve las ventajas de desempolvar el florín”. Eminentes economistas holandeses han señalado que el estudio está lleno de fallos contables. Alguno ha dicho que si fuera una tesina de fin de carrera, la suspendería. A los que les parece una buena idea, inciden en que la vida será más barata. Poco dado a las florituras verbales, Jan Kees de Jager, ministro democristiano de Hacienda, no quiere oír hablar del florín. “Hay que bajar el déficit hasta el 3% marcado por la UE. Aunque haya márgenes y todo se pueda discutir, no debemos salirnos del guion”, exclamó al leer la propuesta del jefe xenófobo.

Para Wilders, tal vez osado, pero de ninguna manera ingenuo en materia económica, la situación es bien simple. El Gobierno le necesita para sacar adelante el nuevo recorte y por eso lanza el guante del euro. Luego pide varias cosas más. Si al final tiene que aceptar recortes en los subsidios de paro y las deducciones fiscales por las hipotecas, espera mano dura en asuntos sociales. Lo dijo muy claro al inaugurar la mesa redonda de las negociaciones, en La Haya: “No me gusta esto. Hablaremos también de inmigración y asilo”. La ayuda al desarrollo le tiene sin cuidado. Hasta la califica de “ejercicio izquierdoso que cuesta millones”. En otras palabras, Holanda, y todas sus cuentas, para los holandeses.

¿Hasta dónde cederá a sus deseos la coalición de centro-derecha en aras de cuadrar las cifras? En un Parlamento donde la oposición socialdemócrata jadea en busca de líder, la respuesta es acuciante.

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