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Tribuna
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¡No hay que hablar de Europa! Estamos en elecciones

Ahora que comienza la campaña presidencial, Nicolas Sarkozy y François Hollande comparten una misma obsesión: Alemania

El presidente francés Nicolas Sarkozy (de espaldas) al terminar un mitin de campaña.
El presidente francés Nicolas Sarkozy (de espaldas) al terminar un mitin de campaña.ERIC FEFERBERG (AFP)

La crisis económica y financiera que afecta a parte de Europa transforma los juegos políticos nacionales y obliga, incluso a París, a reconocer una realidad: por mucha afición que tenga Francia a atribuirse el papel más halagador posible, quien dirige el baile es la señora Merkel. Que los candidatos saquen sus conclusiones. Ahora que comienza la campaña presidencial, Nicolas Sarkozy y François Hollande comparten una misma obsesión: Alemania.

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Ante la canciller, Hollande, por el momento, va de matón. Como no tiene en sus alforjas una solución milagrosa para la crisis de la eurozona, el candidato socialista afirma a diestro y siniestro que, con él, la situación no será la misma, que obligará a la señora Merkel a renegociar el pacto de rigor que acaba de imponer a sus socios, que la convencerá para que añada medidas de crecimiento; en resumen, que establecerá “una nueva relación de verdad e igualdad” entre París y Berlín. ¿Cómo? La dinámica de la victoria será suficiente, afirma su director de campaña.

A diferencia de otros partidos europeos, entre ellos el español, la izquierda francesa, impregnada de cultura marxista, rechazó durante mucho tiempo el giro socialdemócrata impreso al SPD alemán en Bad Godesberg en 1959. Pues bien, resulta que en 2012, con François Hollande, los socialistas franceses han escogido a un candidato que quiere estimular el crecimiento mediante la reactivación de las industrias, crear un banco para ayudar a las pequeñas y medianas empresas y redinamizar el empleo público, pero con efectivos constantes. Su único enemigo es “el mundo de las finanzas”, que ha agravado las desigualdades y se ha olvidado de las necesidades de la economía real.

No es distinto de lo que dice Sarkozy. Paladín de una derecha francesa alérgica al liberalismo, apegada al papel del Estado en la economía, cantor de la “ruptura” al principio de su mandato, no ha dejado de oscilar entre el intervencionismo tradicional y las veleidades del laisser faire. Ahora ha encontrado un nuevo héroe: Gerhard Schröder, alemán y socialdemócrata. ¿No vemos que en 2000, mientras Lionel Jospin ponía en marcha las 35 horas, Schröder impuso en su país un ciclo de reformas y de rigor que explican en gran parte los éxitos actuales? Por eso, dicen en el Elíseo, es necesario imitar a Alemania, bajar los costes laborales, aumentar el IVA, financiar de otra forma los gastos sociales y firmar en las empresas acuerdos de competitividad. En sus elogios, Sarkozy se olvida de mencionar que, después de hacer todo eso, Schröder perdió las elecciones a manos de una tal Angela Merkel.

En esta fase de la campaña electoral, lo más paradójico tiene que ver con las restricciones que impone la crisis: entre Hollande y Sarkozy no existen grandes diferencias de diagnóstico, y el margen de maniobra es estrecho. Algunos de los remedios anunciados son los mismos: aumentarán los impuestos, habrá que reducir el gasto. Queda decidir qué parte debe asignarse al rigor presupuestario y qué parte a la reactivación del crecimiento. Y aquí interviene Alemania, con la decisión impuesta a sus socios europeos: para empezar, una severa cura de austeridad, y el crecimiento vendrá después. El remedio fue eficaz en nuestro caso, dicen los alemanes, sufrimos, pero el resultado está ahí. ¿Quién recuerda que en 2005 Alemania tenía el índice de paro más elevado de Europa? Hoy, el sur de Europa sufre una recesión que Berlín no quiere tener en cuenta. Y el sur comienza en Francia. Diga lo que diga, Sarkozy se ha visto obligado a aceptar las directrices de Berlín. Y la torpeza de la propuesta alemana, en la última cumbre de Bruselas, de poner a Grecia bajo tutela, no augura nada bueno sobre la capacidad de Alemania a la hora de ejercer por sí sola, o casi, el liderazgo político de la Unión.

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Sin saber, por lo visto, que Nicolas Sarkozy no es todavía candidato oficial, un representante de la CDU alemana anunció en el congreso de la UMP que Merkel está dispuesta a hacer campaña con él. El anuncio, en realidad, alegró al entorno de Hollande: Merkel es de derechas, Sarkozy es de derechas, por fin se restablece la cartografía política tradicional. Crisis o no crisis, ¡la vida es mucho más cómoda cuando se está en campaña!

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