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La posguerra en Afganistán

Obama promete a Karzai revisar la guerra

El presidente afgano afirma que Washington ocultó datos sobre la muerte de 16 civiles

Antonio Caño
Militares estadounidenses y afganos interrogan a vecinos durante una patrulla en el Valle Sangum Ghaki (Kunar).
Militares estadounidenses y afganos interrogan a vecinos durante una patrulla en el Valle Sangum Ghaki (Kunar).Erik De Castro (REUTERS)

Barack Obama ha llamado hoy por teléfono al presidente de Afganistán, Hamid Karzai, para tratar de apagar el incendio desatado en los últimos días en ese país y le ha prometido un replanteamiento de la guerra en la próxima cumbre de la OTAN, en mayo. Todas las opciones parecen ahora abiertas en un conflicto que está degenerando por minutos hacia una situación políticamente insostenible y, militarmente, inútil.

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La llamada del presidente de EE UU, formalmente destinada a felicitar a su colega por el mérito de su nueva paternidad a los 54 años de edad, se produjo después de que, por segundo día consecutivo, Karzai tuviera palabras muy duras contra el Ejército de EE UU. Un día después de que el afgano pidiera la retirada de las tropas extranjeras a sus cuarteles a partir del próximo año, este viernes acusó al Pentágono de no haber investigado adecuadamente el caso del soldado que el pasado domingo mató a 16 civiles, en su mayoría mujeres y niños.

Dirigiéndose a un grupo de líderes de la región, Karzai se quejó de que no se había permitido el acceso a la investigación de los responsables afganos y sugirió que EE UU puede estar ocultando datos. “Esto ha durado demasiado. Hasta aquí hemos llegado. Esta forma de actuar, este comportamiento no se puede tolerar”, advirtió.

Con la actitud de Karzai, que se confunde a veces con la de los rivales norteamericanos, la misión en Afganistán queda en limbo peligroso. Un comunicado emitido por la Casa Blanca tras la conversación telefónica ilustra bien el estado de confusión reinante. Por un lado, recuerda que “el proceso de transición y la plena asunción de responsabilidades por las fuerzas afganas” tendrá lugar “al final de 2014”, así como que “las operaciones de combate empezarán a ser dirigidas por las fuerzas afganas, con el apoyo de las fuerzas de EE UU, en 2013”. Pero, a continuación, abre una serie de posibilidades que dejan el panorama en una gran incertidumbre.

Karzai quiere que las tropas extranjeras no salgan de sus cuarteles
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El comunicado evita toda referencia específica al calendario de retirada, menciona “próximas conversaciones” sobre “la presencia de tropas extranjeras en las ciudades afganas” y, finalmente, abre la puerta a cualquier reconsideración en la reunión de la OTAN. “El presidente Obama”, afirma el texto de la Casa Blanca, “reiteró su esperanza de recibir al presidente Karzai en la cumbre de Chicago, donde todos, junto a nuestros aliados de la OTAN, definiremos juntos la próxima fase de la transición”. Es decir, no se descarta que se tome en consideración el deseo del presidente afgano de que los soldados extranjeros se queden en sus bases a partir del año próximo, que sería tanto como retirarlos de la guerra.

Esa alternativa podría dejar a Karzai en una posición ideal: popularmente fortalecido por haber sacado de las calles a las tropas extranjeras, pero con una salvaguarda acuartelada para intentar prevenir la toma del poder por parte de los talibanes. Estos, por su parte, también anunciaron el jueves la suspensión de las negociaciones de paz con EE UU y parecen preparase igualmente ya para un Afganistán posOTAN.

En definitiva, el edificio se resquebraja a una velocidad vertiginosa. Ya es prácticamente imposible que la estrategia actual se mantenga, como deseaba Obama, hasta después de las elecciones de noviembre. En estos momentos, incluso es dudoso que aguante hasta la cumbre de mayo. Conscientes del grado de ilegitimidad alcanzado por la presencia extranjera, los talibanes pueden estar más tentados que nunca de convertir esta nueva estación bélica en una pesadilla militar.

Formalmente, la Administración norteamericana insiste en que los planes en Afganistán se mantienen tal y como estaban, pero esto ya resulta difícil de vender hasta para la propia opinión pública norteamericana, que quiere mayoritariamente la retirada. Posiblemente no sea un tema a explotar electoralmente por los candidatos republicanos, que nunca van a defender una aceleración del repliegue, pero sí va a ser un asunto que empañe gravemente el historial de política exterior que Obama pretendía presentarle a los votantes.

Incluso aunque el presidente norteamericano se empeñase a acudir a la cumbre de Chicago sin cambios en la estrategia para Afganistán, lo haría en una posición mucho más débil ante aliados que estos días estarán sintiendo la presión de sus propias opiniones públicas para sacar a sus soldados cuanto antes.

Esta guerra se inició para perseguir a los autores del 11-S, que tenían refugio en Afganistán. Después se defendió con insistencia en que se combatía a los enemigos de Occidente allí para no tener que combatirlos en la propia casa. ¿Qué enemigos? ¿Qué peligro representan? ¿Qué riesgo corre Occidente por irse de Afganistán? ¿Qué beneficios se obtienen quedándose? Todas estas preguntas, en la mente de cualquiera, son hoy un examen que Obama tendría muy difícil pasar.

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