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Los palestinos, los grandes olvidados

La ‘primavera árabe’ ha eclipsado el proceso de paz con Israel La falta de opciones y la frustración pueden generar un nuevo estallido de violencia

Enric González
Dos jóvenes ondean banderas palestinas en Rafah (Gaza) en una protesta para pedir a Egipto que suministre electricidad y combustible a la Franja.
Dos jóvenes ondean banderas palestinas en Rafah (Gaza) en una protesta para pedir a Egipto que suministre electricidad y combustible a la Franja.H. Moussa (AP)

El problema palestino solía ser considerado el nudo de Oriente Próximo, la madre de todas las crisis. Pero ahora, con la región hirviendo, los palestinos parecen haberse convertido en una cuestión secundaria. Refugiados, hacinados, sometidos a la ocupación militar y casi olvidados, la muerte del proceso de paz con Israel les coloca ante una difícil situación: “Si se nos cierran todas las opciones”, afirman, “el único resultado posible es la violencia”.

Hanan Ashraui, la mujer más destacada en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), colega del primer ministro, Salam Fayad, en el partido pragmático Tercera Vía y veterana en las negociaciones con Israel, admite que la opción de los dos Estados está esfumándose y se llega a un punto sin salida. “Estamos debatiendo sobre la redefinición de las relaciones con Israel, lo que incluye la posibilidad de romper relaciones”, explica. ¿Y más allá? “Debemos estar preparados para todo”, dice.

Según Ashraui, “la fuerza de los hechos coloca la opción del Estado único, en el que israelíes y palestinos convivan de alguna forma, como la más viable, aunque ahora no muestre ninguna viabilidad”. Entretanto, la frustración puede provocar un nuevo estallido de violencia más o menos espontánea e incontrolable.

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, prepara una última carta al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Pero aún no sabe qué decirle. Abbas ha llegado también, en un sentido personal, a un punto sin salida. Por más que las conversaciones sigan prorrogándose, resulta evidente que no dan resultado sus esfuerzos por alcanzar un acuerdo con Hamás, el partido palestino islamista que gobierna en la franja de Gaza y compite con la OLP, que permita acabar con la división entre Gaza y Cisjordania, convocar elecciones y situar a un hombre nuevo en la presidencia.

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Hamás, dividido entre los “realistas” del teórico líder Jaled Mashaal y los “resistencialistas” del primer ministro de Gaza, Ismail Haniya, descolocado por la ruptura con el régimen sirio que le dio amparo durante años, y buscando una ubicación en la gran Intifada árabe, es un interlocutor errático. Como el propio Abbas, que pasa más tiempo en Jordania que en su oficina de Ramala y que según uno de sus colaboradores “se muestra melancólico y sin muchas esperanzas”.

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“La carta de Mahmud Abbas pondrá posiblemente el cierre a 20 años de proceso de paz”, comenta un diplomático europeo. “La realidad es innegable: en su último discurso ante el AIPAC [el influyente Comité de Asuntos Públicos Americano-Israelíes], Barack Obama ni siquiera planteó la cuestión palestina. Y en su reciente encuentro en Washington, Obama y Netanyahu hablaron de Irán, no de los palestinos. Se ha llegado a un punto muerto”, explica el mismo diplomático.

Israel ha conseguido crear un clima de histeria en torno al programa nuclear iraní que monopoliza la atención diplomática. Barack Obama trabaja para su reelección en noviembre. Netanyahu tiene elecciones el año próximo. “Tenemos por delante año y medio en que las cuestiones electorales lo frenarán todo, así que nos preparamos para trabajar en cuestiones de gestión como los asentamientos o la redefinición del área C dentro de los territorios ocupados, sin pensar en soluciones definitivas”, indica otro diplomático vinculado a Tony Blair, enviado especial del Cuarteto (Estados Unidos, Unión Europea, Rusia y ONU) a Oriente Próximo.

El alejamiento de EEUU del problema palestino resulta tan claro que los británicos, habitual puente de conexión entre Washington y Bruselas, presionan a los diplomáticos continentales para que “asuman iniciativas”. Pero la UE, ocupada en sus propios recortes financieros y sin influencia real, tampoco está por la labor.

Israel aprovecha a su vez este vacío para incrementar sus operaciones de “seguridad” dentro de los territorios ocupados. Las incursiones nocturnas de tropas israelíes en el terreno teóricamente exclusivo de la Autoridad Palestina para detener personas vagamente sospechosas o para cerrar emisoras televisivas, son cada vez más frecuentes. La bomba con la que Israel mató el pasado día 9 a Zuhair el Qaisi, jefe del Comité de Resistencia Popular en Gaza y uno de los responsables del secuestro del soldado Gilad Shalit en 2006, demostró que la guerra sigue presente en la Franja. El fuego cruzado en los cuatro días posteriores, en el que murieron dos docenas de palestinos (cinco de ellos, civiles) y ningún israelí, demostró que la desigualdad de fuerzas sigue siendo inmensa.

“Abbas ya no tiene el respaldo de ningún país árabe porque están todos ocupados con sus conflictos internos y con los cambios en la región. Se ha quedado solo frente a Hamás y frente a Israel”, afirma un diplomático israelí, que admite que “el proceso de paz en los términos definidos desde los años noventa ya no tiene validez y nos enfrentamos a una situación nueva”. Según esa fuente israelí, los palestinos tendrán que aceptar que “se abre un largo período de incertidumbre” y que Israel no hará ninguna concesión “hasta que la situación en Oriente Próximo se estabilice”.

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