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Los últimos refugiados de Libia, varados a la espera de Europa

Unas 3.500 personas esperan en un campo de Túnez ser reasentados. España aprobó un cupo de 100 plazas para 2011 que aún no ha cubierto

Naiara Galarraga Gortázar
El campo de refugiados de Shousa, en Túnez, que alberga a los últimos refugiados de Libia.
El campo de refugiados de Shousa, en Túnez, que alberga a los últimos refugiados de Libia.

La Libia de Muamar el Gadafi era poco acogedora para los refugiados, pero queda de camino a Europa y entonces allí había trabajo. La revuelta contra el dictador hizo huir a un millón de personas de Libia a los vecinos Egipto y Túnez, inmersos en su propia convulsión tras echar a sus tiranos. Mezclados en aquella marea humana, escaparon miles de refugiados de Darfur, Somalia, Eritrea o Irak. Unos 3.500 de ellos están aún en un campo de refugiados, llamado Shousha, levantado en Túnez, a siete kilómetros de la frontera libia. Allí están a la espera de que países occidentales les abran la puerta para reasentarse y empezar una nueva vida. España se dijo el año pasado dispuesta a acoger a 100 de esos refugiados aunque finalmente no acogió a ninguno. El plan es acogerlos este año. Pero los trámites se demoran. Y ellos siguen en Shousa, esperando.

“El deseo es que la cuota, aunque pequeña, se cumpla”, recalca Amaya Valcárcel, de la ONG Servicio Jesuita a Refugiados, que visitó el campo en febrero. Explica que estos refugiados deben ser reasentados porque en estos casos la repatriación —“la solución ideal”— es imposible, tampoco es viable su integración en Túnez —que reciban la nacionalidad como, por ejemplo, los guatemaltecos la obtuvieron en México en los ochenta— ni su regreso a Libia es posible porque, por ser negros, “están bajo sospecha de ser mercenarios de Gadafi”.

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Una de los refugiados que espera en Shousa ser reasentada.
Una de los refugiados que espera en Shousa ser reasentada.SJR

Los países europeos, en general, han sido poco generosos. Ocho países de la UE (Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Países Bajos, Portugal, Suecia y Reino Unido, que suman 124 millones de habitantes) han ofrecido acoger a 192 personas, una cifra mínima comparada con los 1.519 aceptados por Estados Unidos (con una población de 313 millones) e irrisoria si se compara con los 547 refugiados a los que Noruega y sus cinco millones de habitantes han abierto la puerta.

“El proceso está en marcha” para cubrir ese cupo de 100 refugiados, asegura una portavoz del Ministerio del Interior español. Explica que “a finales de febrero ACNUR entregó los expedientes de unas 80 personas a la Dirección de Política Exterior de la Oficina de Asilo y Refugio del ministerio. Ahora están en fase de evaluación de idoneidad para ver si los candidatos cumplen los perfiles que se requieren”. Sobre esos perfiles, la portavoz solo detalla que “las mujeres con niños, los niños y los núcleos familiares tienen prioridad”. El proceso no tiene plazos, confirma la representante del ministerio. El cupo, "de hasta cien refugiados", lo aprobó el Consejo de Ministros el 7 de octubre de 2011 en una decisión que pretendía ser "muestra de solidaridad con los países en vías de desarrollo, que soportan la acogida de la mayoría de los refugiados en el mundo". 

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El de Shousa es el único de los cinco campos de refugiados levantados en el punto álgido de la crisis libia, la primavera pasada, que sigue en pie. Cuenta Valcárcel que muchas de las grandes ONG como MSF o Save the Children ya se han ido de allí. El coordinador de ACNUR en Túnez, el libanés Hovig Etyemezian, explica que “la misión de España [para entrevistar a los refugiados] no ha llegado ni tiene fecha” por el momento. Detalla que "el 70% de los acogidos en el campo de Shousa son hombres jóvenes, el resto familias; el 80% proceden de Darfur, Somalia y Eritrea, y el resto, de Irak, Palestina, Chad, Costa de Marfil, Nigeria, Ghana…". Según Etyemezian, International Medical Corps y Danish Refugee Council se encargan de los servicios comunitarios y de la educación mientras Islamic Relief se ocupa de dar agua y comida a los internados.

La representante del Servicio Jesuita al Refugiado recalca que los refugiados con los que habló en el campo de Shousa hablaban árabe, claro indicio de que llevan años fuera de sus países de origen. “La diferencia es que estos refugiados tienen una larga historia de desplazamientos sucesivos a sus espaldas (…). Los somalíes han sido refugiados en Yemen, Arabia Saudí y Libia antes de llegar aquí”, le contó una monja que trabaja en el campo, la hermana Mercy, a Valcárcel. “La mayoría de las personas de Etiopía y Eritrea pasó mucho tiempo en Sudán y luego en Libia”, añadió.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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