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Rusia quiere para Siria una solución a la yemení

Moscú impulsa un pacto entre todas las partes sirias implicadas en el conflicto antes que una resolución del Consejo de Seguridad, que se reúne el miércoles

Pilar Bonet
El canciller libanés, Adnan Mansur (izquierda), y el ruso, Serguéi Lavrov.
El canciller libanés, Adnan Mansur (izquierda), y el ruso, Serguéi Lavrov.MAXIM SHIPENKOV (EFE)

Rusia se ha distanciado del presidente sirio Bachar el Asad, pero considera que, por sí solo, el cese de este dirigente podría provocar inestabilidad y una nueva espiral de violencia, si no se llega antes a un acuerdo entre las diversas fuerzas políticas sirias. El Asad "actúa con retraso" y "comete muchos errores", ha recalcado el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, en una entrevista con la emisora Kommersant.fm. Sin embargo, exigir su abandono del poder "no es realista", ha dicho el ministro, que calificó de "errónea" la idea de que "todo se resolverá por sí mismo" si el líder sirio se marcha.

Para el jefe de la diplomacia rusa, la solución para Siria pasa por el diálogo entre todos los protagonistas nacionales del conflicto, de acuerdo con una fórmula que ya se aplicó en Yemen con el apoyo de Estados Unidos, los países del golfo Pérsico, la Unión Europea y la ONU. Los grandes actores internacionales deben ahora sentar a la mesa a sus "protegidos" sirios y encerrarlos —como si estuvieran en "un cónclave para elegir al papa de Roma"— hasta que lleguen a un acuerdo, opinó Lavrov.

Moscú opina que algunos países occidentales y árabes intentan imponer en el Consejo de Seguridad una solución que será inestable y que solo provocaría una nueva espiral de violencia

"Solo cuando los yemeníes se pusieron de acuerdo sobre la entrega del poder, incluido el cese del presidente (Ali Abdulá Saleh) y garantías para él, solo entonces el Consejo de Seguridad aprobó la resolución sobre Yemen", dijo Lavrov. El ministro criticó a quienes "ponen el carro frente a los caballos" e "intentan mediante el Consejo de Seguridad imponer a los sirios una solución que será inestable y que solo provocaría una nueva espiral de confrontación". Los países que tratan al presidente sirio como un "criminal de guerra" deben "explicarle qué posibilidades tiene", afirmó Lavrov. Rusia, dijo, no ha invitado a El Asad a refugiarse en su territorio. Precisamente, la tarde del miércoles se reúne el Consejo de seguridad para tratar de aprobar una resolución. Moscú, que ya ha vetado dos propuestas en el Consejo, siempre ha insistido en que la resolución no debe incluir el abandono del poder de El Asad.

En la lógica de Lavrov, el objetivo en Siria, como en Yemen, es una estructura capaz de consolidar fuerzas políticas en un entorno inestable. En Yemen se sigue derramando sangre, admitió el diplomático, que lo atribuyó a las actuaciones de Al Qaeda, que "intenta agudizar las contradicciones entre las etnias locales".

Ante las revoluciones en los países árabes del norte de África y Oriente Próximo, la política de Rusia ha pasado por dos fases, con algunos matices. En la primera etapa predominó el temor y las advertencias sobre las consecuencias negativas del cambio (fortalecimiento de los islamistas radicales, desintegración territorial y contagio de inestabilidad a otros países). En la segunda fase, cuando el cambio se había consumado o resultaba inevitable, han imperado el pragmatismo y la disposición a aceptar nuevas realidades y regímenes. Así ha sido en Túnez; así ha sido en Libia, y así podría ser también en Siria, si Bachar Al Asad se viera forzado a dejar el poder.

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La diplomacia rusa ha utilizado al máximo su influencia sobre El Asad para que comenzara un diálogo con la oposición. Pero Lavrov ha tenido que reconocer que El Asad no siempre escucha los argumentos rusos y que Moscú carece de palancas para influir en los belicosos y armados oponentes del líder sirio. Al distanciarse de El Asad, Rusia se deja un margen de maniobra para lo que pueda pasar en el futuro.

El Kremlin tiene importantes intereses económicos y militares en Siria. Moscú ha suministrado a este país el 78% de las armas que Damasco ha importado en los últimos cinco años, según datos del Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI). Rusia mantiene también la base naval de Tartús, la única que posee en el Mediterráneo.

La experiencia de Libia (como antes la de Irak) demuestra que los cambios de régimen apoyados por Occidente perjudican los intereses económicos de las compañías rusas (Lukoil, en Irak, y los Ferrocarriles Rusos, en Libia) y las colocan en una situación de desventaja frente a los competidores occidentales. Pero Rusia, formalmente, está dispuesta a "trabajar activamente con las nuevas autoridades de los países árabes para restablecer de forma rápida" sus "posiciones económicas”, según ha dicho Vladímir Putin en su programa preelectoral. El viceministro de Exteriores Mijaíl Bogdanov, representante especial del presidente de Rusia para Oriente Medio, va aún más lejos y habla de "extender" y "profundizar" las relaciones económicas con los nuevos regímenes. Sin embargo, el arabista Georgui Mirski se muestra escéptico. "No habrá privilegios para Rusia. Los intereses occidentales y europeos chocan con los rusos", ha dicho refiriéndose a Libia.

En el caso de Libia, la abstención de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU permitió a los aliados occidentales emplear la aviación para ayudar a los rebeldes. No obstante, es poco probable que los nuevos dirigentes reconozcan estos méritos a Moscú. A diferencia de los anteriores líderes, que estaban vinculados con la URSS, los nuevos miran hacia otro lado y no ven a Rusia como una prioridad.

Los dirigentes rusos temen que la primavera árabe facilite la llegada de islamistas radicales al poder y provoque una inestabilidad que puede extenderse a los vulnerables países de Asia Central y a la misma Rusia

Los dirigentes rusos temen que la primavera árabe pueda facilitar la llegada de islamistas radicales al poder y provocar nuevos focos de inestabilidad, susceptibles de extenderse a los vulnerables países de Asia Central y a la misma Rusia. En su programa electoral, Putin manifestaba que los rusos simpatizaron inicialmente con los proyectos de reformas democráticas contra los regímenes autoritarios, pero "pronto quedó claro que en muchos países los acontecimientos no se desarrollan de forma civilizada" y que en lugar de "afirmar la democracia y defender los derechos de las minorías", el dominio de una fuerza es sustituido por el de otra más agresiva. Tras el "repulsivo" y "primitivo" "ajuste de cuentas" con Muamar el Gadafi, propiciado por la "injerencia militar exterior", "no se puede permitir que alguien intente repetir el escenario libio en Siria", ha dicho.

Moscú ha advertido que los cambios de régimen pueden encumbrar a islamistas radicales más problemáticos para Occidente que los tiranos enquistados. Rusia, sin embargo, está dispuesta a colaborar con "los representantes moderados del Islam" que son cercanos a las "tradiciones de los musulmanes rusos", según ha comentado Putin. Si El Asad se marcha, los alauitas (comunidad religiosa derivada del chiísmo) no pueden esperar nada bueno, porque al poder llegarán los Hermanos Musulmanes, que los perseguirán y que perseguirán también a los cristianos, en opinión de Georgi Mirski. Lavrov dice no dudar de que, si el régimen de Siria cae, algunos países de la región ejercerán presión para crear un régimen suní. "Nos preocupa el destino de los cristianos y de otras minorías como los kurdos y los alauitas y drusos", dijo Lavrov, que pronosticó problemas en el Líbano y en Irak.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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