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AI defiende a las activistas que cantaron contra Putin en la catedral de Moscú

La organización de derechos humanos declara que son "prisioneras de conciencia" Califican su detención de "dura e injustificada" y piden su liberación inmediata

Un cartel en Moscú pide la liberación de las Pussy Riot.
Un cartel en Moscú pide la liberación de las Pussy Riot.Pussyriot.org

Las tres activistas del grupo Pussy Riot, encarceladas por entonar canciones anticlericales y contra Vladímir Putin en la catedral ortodoxa del Cristo Salvador de Moscú el 21 de febrero, han sido declaradas “prisioneras de conciencia” por Amnistía Internacional (AI), que ha pedido su inmediata liberación. Amnistía Internacional considera que la detención de las chicas es una “dura e injustificada reacción” por la “expresión pacífica de convicciones políticas”.

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Las arrestadas, Maria Aléjina, Nadezhda Tolokónnikova y Yekaterina Samutsevich, reconocen ser miembros de Pussy Riot, pero niegan su participación en el suceso. Cinco fueron en total las integrantes del grupo que actuaron enmascaradas, vestidas con ropa de colores chillones y con altavoces. Por cantar Virgen María, echa a Putin, las tres sospechosas pueden ahora ser condenadas a siete años de cárcel por gamberrismo. Amnistía Internacional admite que la acción de Pussy Riot puede resultar “ofensiva para mucha gente”, aunque el contenido de las canciones, por sí mismo, no se puede castigar. Las chicas, señala la organización, no causaron daños materiales y se fueron al ser expulsadas del templo. Las detenciones se produjeron posteriormente.

El encarcelamiento de las Pussy Riot ha colocado a las autoridades rusas en una delicada situación, entre los sectores clericales y conservadores, más dados a la furia que a la compasión, y los sectores liberales y la misma legislación estatal de carácter laico.

En la actualidad, la Iglesia Ortodoxa Rusa, bajo la dirección del patriarca Kiril, trata de ampliar su influencia en la sociedad y en el sistema educativo. La organización religiosa tiene una buena relación con los dirigentes del Estado, (que la utilizan como institución de referencia moral y patriótica), y se fortalece materialmente. Según sus críticos, se está convirtiendo en una latifundista gracias a la restitución de sus antiguas propiedades confiscadas tras la revolución bolchevique de 1917. La Iglesia Ortodoxa trata también de introducir sus criterios en la sociedad y en la escuela, donde una nueva asignatura de ética e historia de las religiones podría convertirse en propaganda de la ortodoxia, sobre todo en provincias.

Sin embargo, algunos detalles de la vida de los jerarcas eclesiásticos causan perplejidad a los rusos. Documentos de un pleito judicial, divulgados recientemente, han permitido a los rusos enterarse de que el patriarca Kiril, un monje con votos de pobreza, es propietario con su nombre civil (Vladímir Gundíaev) de un piso de más de 100 metros cuadrados en la Casa de la Ribera de Moscú (edificio famoso por ser residencia de la élite comunista víctima de las purgas estalinistas de los años treinta).

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Una dama, de nombre Lidia Leónova, residente en el piso en cuestión, ha presentado -y ganado- una querella contra sus vecinos, porque estos, al realizar unas obras, le habían llenado la casa de polvo. Por limpiar el piso y la biblioteca del patriarca, los vecinos, -la familia de un exministro de Sanidad-, han sido condenados a pagar a Leónova una cantidad que supera con mucho el valor del piso en obras. El caso ha sido interpretado por la prensa rusa como una estratagema urdida para privar de su apartamento a los vecinos de Gundiáev.

Las explicaciones de los portavoces ortodoxos sobre el piso del patriarca son como mínimo insatisfactorias. Los representantes eclesiásticos, en cambio, lanzan rayos y truenos contra las Pussy Riot, denuncian una campaña hostil y han declarado una jornada de rezo nacional el 22 de abril, con participación de cosacos, para defender “a los santos ofendidos” y el “buen nombre” de la Iglesia frente a quienes “han perdido la razón”.

A todo eso, el ministro de Justicia de Rusia, Alexandr Konoválov, próximo al presidente Dmitri Medvédev, ha declarado que las chicas de Pussy Riot no merecen una pena de cárcel. “Como jurista estoy dispuesto a valorar esto de forma sobria y racional y no creo que merezcan un castigo severo”, ha dicho. El ministro, no obstante, criticó la declaración de AI porque, a su juicio, da lugar a una “colisión legal” y de ella se infiere que cualquiera tiene derecho a expresarse de cualquier forma, también mediante amenazas al Estado o a personas concretas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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