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Marine Le Pen se autoproclama candidata “antisistema”

La candidata del Frente Nacional, tercera en los sondeos, cautiva a los jóvenes con su retórica nacionalista, xenófoba y antieuropea

La candidata del Frente Nacional a la presidencia de Francia, Marine Le Pen.
La candidata del Frente Nacional a la presidencia de Francia, Marine Le Pen.JOEL SAGET (AFP)

Salir de forma ordenada del euro y volver al franco “para no acabar como Grecia o España”; nacionalizar temporalmente la banca “para garantizar los ahorros de los franceses”; renegociar “todos los tratados europeos para recuperar la soberanía nacional”; prohibir la discriminación positiva que protege a las minorías; restablecer la pena de muerte abolida en 1981 y la cadena perpetua efectiva como símbolos de la tolerancia cero hacia la delincuencia. Estas son algunas de las medidas que propone Marine Le Pen a los electores franceses. La presidenta del Frente Nacional, que marcha tercera en los sondeos y continúa siendo la aspirante favorita entre los jóvenes de 18 a 24 años, se autoproclamó este martes la “candidata antisistema” durante una comparecencia ante la prensa internacional en la sede de su partido, en Nanterre, a las afueras de París.

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“Soy la candidata de los jóvenes porque soy la candidata antisistema”, dijo Le Pen, que recordó su creencia de que las encuestas, que le conceden entre un 13,5% y un 16% de intención de voto, se quedan “muy cortas” y no reflejan los resultados que alcanzará en la primera vuelta del 22 de abril: “Mi electorado es invisible, no habla mucho, solo se expresa en las urnas”, afirmó.

Telegénica y decidida, dueña de una retórica encendida, y tan dura de carácter como de gestos, la hija y sucesora de Jean-Marie Le Pen subrayó que el Frente Nacional es “la única alternativa al bloque de poder UMPS”, abreviatura de su propio cuño que agrupa a la UMP de Nicolas Sarkozy con el Partido Socialista de François Hollande.

Preguntada por la crítica situación española, la candidata ultraderechista explicó que solo la salida del euro evitará al país “tener que asumir recortes y ajustes como los que han impuesto Bruselas y el Fondo Monetario Internacional al pueblo griego”. Según Le Pen, la única forma de salvar a Europa pasa por volver de forma ordenada a las monedas nacionales. “El euro es una moneda demasiado fuerte que penaliza la competitividad de los países de Europa”, explicó. “Si se trata de vivir como chinos, podemos seguir en esta espiral, si aceptamos volver a la Edad Media hay que seguir estas políticas. Pero si queremos mejorar, que nuestros hijos vivan mejor que nosotros, hay que salir del euro".

La presidenta del FN quiere someter esta idea, que según reza su programa permitiría “oxigenar la economía nacional y volver a la senda de la prosperidad”, a una consulta popular. Seguir en la moneda única, aduce, equivaldría a una “condena a morir a fuego lento”, y Francia ya no puede contribuir más a la UE “porque ya se ha endeudado en 60.000 millones para rescatar a Grecia, Irlanda y Portugal, y acaba de comprometer 143.000 millones más para el Mecanismo Europeo de Estabilidad”.

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Cabalgando el malestar de la sociedad francesa que en 2005 rechazó el borrador de la Constitución europea, y tratando de aglutinar el apoyo de las clases populares, los agricultores, los pensionistas y los jóvenes, Le Pen ha resumido su ideario en 12 compromisos. Entre otras cosas, propone revalorizar los salarios y pensiones más bajos para mejorar su poder adquisitivo; frenar la inmigración y dar prioridad absoluta a los franceses en la búsqueda de empleo, el acceso a la vivienda y las ayudas sociales, y volver a industrializar el país imponiendo “protecciones razonables en las fronteras” -como cobrar una contribución social del 3% a las importaciones.

El Frente Nacional ilustra sus propuestas económicas con argumentos y datos llamativos, aunque nunca ofrece el coste de sus recetas alternativas ni las cifras completas que ayudarían a entender cómo se ha beneficiado Francia del euro y del mercado único. Su discurso antiglobalización, antiinmigración y ultranacionalista no es en absoluto una rareza en el panorama electoral. Algunas de sus ideas han sido copiadas sin rubor por otros candidatos, especialmente por Nicolas Sarkozy. Pero también Jean-Luc Mélenchon, líder del extremo opuesto, el Frente de Izquierda, que en las últimas semanas ha subido en los sondeos hasta amenazar el tercer puesto de Le Pen, propone algunas soluciones similares a las del Frente Nacional.

Le Pen cree que hace falta recurrir al “patriotismo económico” y a un “proteccionismo inteligente” para luchar contra la competencia desleal de los países con mano de obra de bajo coste y las deslocalizaciones; promete favorecer al pequeño comercio frente a la gran distribución; anuncia una “gran ley” que obligaría al Estado a comprar solo productos franceses, y asegura que acabará con el “fraude social”, reducirá “fuertemente el tren de vida del poder” y suprimirá las subvenciones a los organismos y asociaciones que no sean de interés general.

Pero lo que realmente la distingue de su padre y de los demás candidatos es que Marine Le Pen se atreve a hablar de laicismo y de los valores de la República defendiendo sin tapujos un Estado xenófobo y un Estado-cárcel: solo recibirán ayudas públicas las familias que tengan al menos “un padre francés”, y se prohibirán todos los “signos religiosos ostentosos” y las subvenciones a la construcción de lugares de culto (incluso si el dinero viene de fuera del país). Como colofón Le Pen propone grabar en letras de oro en la Constitución este lema: “La República no reconoce a ninguna comunidad”.

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