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El voto se convierte en un castigo

Los franceses se muestran poco fieles a sus representantes políticos, nada creyentes en la ideología y llenos de dudas sobre su decisión en las urnas

Banderas francesas durante un mitin de Nicolas Sarkozy.
Banderas francesas durante un mitin de Nicolas Sarkozy.JOEL SAGET (AFP)

Un 23% de abstencionistas potenciales y un 20% de indecisos. A dos días del voto, los franceses parecen seguir con bastante menos pasión y convicción que sus paisanos europeos las elecciones presidenciales. Mientras ahí fuera media Europa toma partido y confía en que el próximo 6 de mayo Francia emitirá un mandato claro a un presidente que sea capaz de decir algo más que “sí señor” a Alemania, las encuestas y politólogos anotan un aumento de la desafección y de las dudas entre los electores, y señalan que a los franceses les importan bastante menos los programas de sus candidatos que la antipatía (o el odio) que les genera el adversario.

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Un reciente sondeo de CSA indica que la mayoría de votantes tomará su decisión final no tanto porque se identifiquen con su candidato, sino sobre todo porque no soportan a otro. A la pregunta de por qué piensan votar a Hollande o a Sarkozy en el balotaje, solo el 38% de los hollandistas dice que lo hará porque le gusta, frente al 60% que reconoce que lo hará para que no gane Sarkozy. Y en el otro campo, la tasa de entusiasmo que suscita el líder es muy parecida: el 41% de los conservadores votarán por convicción a Sarkozy, el 57% por fastidiar a Hollande.

Otro dato llamativo es que casi uno de cada dos electores, el 48%, ha cambiado de idea respecto a su propio voto (una o más veces) en los últimos siete meses, según ha detectado el estudio Présidoscopie 2012, realizado por el lnstituto Ipsos y Logica Business Consulting para el Centre d'Études Politiques de Sciences Po (Cevipof), la Fondapol, la Fundación Jean Jaurès y Le Monde.

Basado en entrevistas “cualitativas” a una muestra de más de 4.000 personas realizadas desde noviembre pasado, la investigación concluye que el cuerpo electoral francés está partido en dos: un 52% de votantes permanentes, fieles, y un 48% de “changeurs”, indecisos que se dividen en dos tipos: el que no sabe si votar o abstenerse, y el que cambia de candidato sobre la marcha.

Esa mitad del electorado infiel y libre de ataduras decide sobre todo por “la imagen” de los candidatos, sin entrar en grandes disquisiciones ideológicas o analizar a fondo los proyectos. Viscerales e indiferentes a la vez, pura paradoja, según explica el director de la Fundación Jean Jaurés, Gilles Finchelstein, “confirman de una forma espectacular que la fidelidad partidista ya no es lo que fue”.

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Los escépticos pertenecen sobre todo a tres grupos sociales: los menores de 35 años, los que cobran menos de 2.000 euros al mes y los que se declaran de centro. Pero Pascal Perrinaud, director del Cevipol, ha explicado que las variables políticas son más importantes que las sociales o demográficas entre los indecisos, porque son los centristas (59%), los verdes (70%), los “ninistas” —ni de derechas ni de izquierdas— (65%) y los abstencionistas de 2007 (69%) quienes más dudan. Su resumen es que “el voto es cada vez más frágil, más reversible, menos sólido, y que las elecciones son cada vez más unas deselecciones: el que salga elegido sale ya usado”.

El estudio ha revelado también grandes movimientos de intención de voto asociados a los vaivenes de la actualidad: Sarkozy robó en marzo muchos apoyos a Marine Le Pen y a François Bayrou porque impresionó con su gestión de los atentados de Toulouse y Montauban. Pero también hay muchos votantes estrategas: en esa misma época muchos que optaban por el voto útil a François Hollande en la primera vuelta decidieron pasar a Jean-Luc Mélenchon al ver que el riesgo de que el socialista no llegara a la segunda vuelta estaba conjurado. Esta tendencia se ha ido difuminando, y al final de la campaña las curvas de los dos grandes favoritos han vuelto a cruzarse. Hollande parte con ventaja, pero con un 20% de volátiles haría mal en pensar que tiene la victoria en el bolsillo.

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