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Vivir bajo el volcán

El Popocatépetl amenaza a decenas de miles de personas en tres estados de México

Efectivos de la policía en las inmediaciones del volcán
Efectivos de la policía en las inmediaciones del volcánPRADIP J. PHANSE

"Suena como una olla gigante hirviendo”, “es como un motor de avión”, “brama como un mar lejano”. Así describen los vecinos de Santiago Xalitzintla y San Nicolás de los Ranchos, dos de los pueblos más próximos -a 12 y 17 kilómetros, respectivamente- el rugido del volcán Popocatépetl , el coloso de 5.452 metros de altura que entró en actividad el pasado día 13 desatando la alarma entre más de 67.000 habitantes de diferentes localidades de los Estados de México, Puebla y Morelos.

Si el ruido impresiona, la belleza del lugar estremece. El Popocatépetl surge como un gigante nevado en medio de un extraordinario parque de coníferas y exhibe un penacho de humo blanco que ha llegado a alcanzar estos días hasta dos kilómetros. Como dice la señora Soledad, de Santiago Xalitzintla, “de día hierve y de noche enseña su boca roja” de lava incandescente.

Ha sido decretada la alerta amarilla fase 3,
que corresponde a “actividad explosiva
de intermedia a alta"

Don Gregorio, Don Goyo o el Popo como se le llama cariñosamente, forma junto con el vecino volcán Iztaccíhuatl, situados a 70 kilómetros al sureste de la capital mexicana, uno de los iconos de la historia de esta nación. Por el hoy llamado Paso de Cortés, a 3.680 metros de altura y cerrado por ahora al público, pasó el 2 de noviembre de 1520 el conquistador español antes de descender hacia el valle de México. Hernán Cortés, como explica el historiador francés Christian Duverger en su biografía del conquistador (Taurus, 2010), decidió cruzar por entre los dos volcanes como un moderno Aníbal para evitar las emboscadas que encontraría de seguir el camino tradicional azteca.

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Las autoridades han declarado la alerta amarilla fase 3, la que corresponde a “actividad explosiva de intermedia a alta, posible expulsión de magma y lluvia de ceniza notoria”, y en estos tiempos electorales han reaccionado con rapidez para poner en marcha medidas de prevención. Entre ellas, la distribución de mascarillas y botellas de agua, el despliegue de fuerzas de seguridad y unidades móviles de atención sanitaria, el arreglo de las rutas de evacuación y la habilitación de centenares de albergues. Si la alerta pasa a naranja habrá que desalojar a miles de personas.

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Los vecinos alternan el miedo -se han registrado también algunos temblores de magnitud ligeramente superior a 3 en los últimos días- con la costumbre de vivir bajo esta amenaza. Y los funcionarios dudan sobre si todas esas medidas serán suficientes. El Popocatépetl ya tuvo violentas erupciones en los años 1994, 1997 y 2001, pero esta vez parece diferente.

Un técnico que trabaja para el Gobierno del Estado de Puebla, que prefiere ocultar su nombre, asegura que “para la gente de 70 y 80 años de Santiago Xalitzintla la situación actual es completamente atípica”. “El magma estaba hace unos días a 120 metros de profundidad y ahora (por el jueves) está a 20 metros. Cabe la posibilidad de que haya un reventón. El Gobierno dice una cosa pero la realidad es otra”. Un colega suyo, Humberto Baltazar González, advierte que “el principal riesgo es que el derretimiento de los glaciares haga bajar una columna de lodo”. Como dice un funcionario del Ayuntamiento del vecino San Nicolás de los Ranchos, “cinco minutos pueden ser suficientes para quedar atrapado”.

El policía vial Nafi de Aquino Gutiérrez, que lleva 15 años dedicado a observar el volcán y a informar de su evolución, afirma que el Popocatépetl lleva en actividad desde diciembre,  pero que fue el pasado día 13 cuando se puso “bravo” y “empezó a tronar”. Asegura que la boca del volcán se ha inclinado hacia el este en dirección a Puebla.

"El magma está
ahora a 20 metros.
Cabe la posibilidad de
que haya un reventón",
dice un experto

Gregorio Fuentes, presidente auxiliar (alcalde) de Santiago Xalitzintla, un pueblo de unos 1.700 habitantes dedicados al cultivo de “puro maíz y frijoles”, denuncia el mal estado de las rutas de evacuación. “Hay que ampliarlas porque se taponan en seguida y se han caído las bardas de los puentes, que además no aguantan el paso de los autobuses”. Pese a ello asegura que están mucho mejor preparados que en emergencias anteriores. “Años atrás la gente se asustó y esparció, y dejaron a los animalitos solos. Cinco o seis que se quedaron en el pueblo se pusieron necios y saquearon las casas”. Ahora dispone de un albergue con unas 30 camas y ha tomado medidas para acelerar la evacuación de ancianos, niños y discapacitados.

En San Nicolás de los Ranchos, con una población de unos 13.000 habitantes, sí ha llegado la lluvia de ceniza, como se observa en algunos coches. Un modesto ayuntamiento frente a la iglesia, en cuyo altar en letras de neón de colores verde, blanco y rojo se puede leer la frase “Quién como Dios”, presiden la plaza principal donde hay instalado un mercadillo de frutas y verduras. Todo normal salvo por la abundancia de coches patrulla y unidades móviles sanitarias. Juan Carlos Gerala, un joven médico de Puebla que está aquí desde el martes, dice que solo ha atendido casos menores de asma, alergias y conjuntivitis.

A la salida del pueblo, Eleuterio Sevilla, un campesino con un diente de oro, arrastra un caballo con una soga. No le preocupa el volcán. “El escándalo somos nosotros”, dice. “Lo que falta son abonos y fertilizantes. Nadie va a saber cuándo va a suceder y cuando suceda no habrá nadie aquí para contarlo”.

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