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OBITUARIOS

Arturo Acosta, urdidor de la guerra sucia en México

El general fue acusado de contrabando y narcotráfico

El general mexicano Mario Arturo Acosta Chaparro acude escoltado a un juicio en 2002.
El general mexicano Mario Arturo Acosta Chaparro acude escoltado a un juicio en 2002.V. R. CAIVANO (AP)

Iban a por él. El general retirado Mario Arturo Acosta Chaparro murió en una calle de la ciudad de México el 21 de abril pasado en circunstancias tan oscuras como su carrera, vinculada a la represión de grupos disidentes, al narcotráfico y al contrabando. No era la primera vez que lo atacaban. Ya había sido tiroteado en mayo de 2010 y consiguió escapar con vida, atentado en cuyo esclarecimiento siempre se negó a colaborar. Esta vez no tuvo tanta suerte. Dos sicarios que viajaban en motocicleta le dieron tres tiros en la cabeza. Lo mataron a plena luz del día. Tenía 70 años.

Acosta Chaparro es de los últimos muñidores de la guerra sucia en México durante el tiempo en que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) mantuvo un régimen único al frente del Gobierno mexicano (1929-2000). Alumno destacado del Colegio Militar, el general ascendió rápidamente en la jerarquía castrense. En los años setenta llegó a Guerrero, un Estado particularmente convulso al sureste del país. En la zona operaban los grupos guerrilleros de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. El paso de Acosta por la región está jalonado por la desaparición sistemática de guerrilleros, disidentes, o simples sospechosos de serlo.

El Gobierno mexicano reconoció en 2001 que había recibido por lo menos 120 denuncias de personas que acusaban a Acosta Chaparro de la desaparición de sus familiares. En 2004 fue acusado —y más tarde absuelto— de la desaparición de 22 campesinos a los que presuntamente habría arrojado desde un avión. Irónicamente, Acosta Chaparro murió cuatro días después de que Guerrero, el Estado donde comenzó su oscura trayectoria, abriera una Comisión de la Verdad para investigar aquellos crímenes.

Jamás ocultó su pasado; muy al contrario. Tan orgulloso estaba de sus servicios al país —por los que fue condecorado a su retiro en 2008— que en 1990 escribió un libro sobre aquellos años: Movimientos subversivos en México. Ahí atribuye el nacimiento de grupos guerrilleros en el país a una conspiración soviética y aportaba “pruebas” —como la publicación de libros que consideraba “dañinos” para la juventud mexicana— del alcance mundial de la conjura comunista.

Sin embargo, su etapa como militar al servicio del Gobierno priísta no es lo único que destaca en su ejecutoria. Junto con Miguel Nazar Haro, exdirector de la extinta Dirección Federal de Seguridad (un cuerpo policial dedicado a la búsqueda y captura de grupos con “actividades subversivas”) fue sospechoso de participar en el contrabando de coches robados hacia México. Y no solo eso. También fue señalado en un informe de la DEA como protector del narcotraficante Rafael Caro Quintero, uno de los capos más importantes en los años ochenta y actualmente encarcelado. Mas tarde, otras investigaciones lo vincularon con el cartel de Juárez, la principal banda delictiva en México, cuyo florecimiento durante los años noventa ha sido no pocas veces relacionado con el apoyo de miembros del Gobierno mexicano.

Por sus nexos con el cartel y el fallecido Amado Carrillo Fuentes (apodado El Señor de los Cielos por su control del espacio aéreo en el norte de México), Acosta Chaparro fue condenado en noviembre de 2002 a 16 años de cárcel. Sin embargo, en 2005, un tribunal federal anuló la sentencia del consejo de guerra que lo había declarado culpable bajo el argumento de errores de procedimiento.

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Una de las últimas apariciones públicas de Acosta Chaparro fue en septiembre del año pasado, cuando asistió al funeral de Javier García Morales, también asesinado en Guadalajara e igualmente sospechoso de brindar protección al Señor de los Cielos.

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