_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nueva realidad en Europa

Una austeridad rechazada por el pueblo puede conducir a las peores pesadillas

Pues, desde el 6 de mayo, día de la elección de Hollande, la gran cuestión es saber si las tornas pueden y deben cambiar en Europa. En su primera entrevista sobre política internacional, concedida al sitio www.slate.fr, Hollande manifestó una doble preocupación: el reequilibrio de la relación franco-alemana, a sus ojos demasiado favorable a la canciller, y el reequilibrio entre el dúo franco-alemán y el resto de los europeos, pues considera que París y Berlín se han conducido a menudo como un directorio y no han buscado las vías para un consenso susceptible de ser asumido plenamente. Durante su campaña, el entonces candidato socialista desarrolló un tema simple: la disciplina presupuestaria es necesaria y debe ser respetada. Pero limitar el enfoque europeo de la crisis a la austeridad es ir de cabeza hacia el drama y el fracaso. En esa misma entrevista, Hollande explicaba que la tarea de nuestros Gobiernos será devolver la confianza en Europa. A los europeos, por supuesto, pero también al resto del mundo. De ahí su propuesta de “renegociar” el pacto presupuestario o, mejor dicho, de “completarlo” mediante un pacto que vuelva a poner el crecimiento en el centro del dispositivo anticrisis.

Mientras tanto, se ha producido el nuevo episodio del drama griego: ahora el peligro es palpable; especialmente, tras la llegada al Parlamento griego de un grupo neonazi. Una austeridad rechazada por el pueblo puede conducir a las peores pesadillas. La demanda de una reorientación de la UE hacia el crecimiento, sin abandonar el combate que cada uno debe librar en su país contra el déficit público, parece hoy de sentido común.

Por parte alemana, Merkel primero respondió con educación, añadiendo una concesión verbal sobre el crecimiento a su negativa a poner en tela de juicio el pacto presupuestario. Después, ha endurecido el tono y ha proclamado ante los diputados alemanes que sería un error intentar reactivar el crecimiento en Europa a través del endeudamiento. Sin embargo, en el dispositivo propuesto por Hollande no solo se trata de recurrir al Banco Europeo de Inversiones, sino de emitir project bonds destinados a financiar las inversiones europeas en infraestructuras e investigación, y no eurobonos para financiar la deuda. Solución que, por otra parte, la misma Comisión había empezado a defender. Las declaraciones de la canciller, esta vez bastante ásperas, revisten dos aspectos. Evidentemente, el primero atañe a la política interna. Merkel intenta contener y doblegar al SPD, a cuyo líder, Sigmar Gabriel, cercano a las posiciones de Hollande, necesitará para ratificar el pacto de estabilidad presupuestaria. La canciller apela a su opinión pública Y este es el segundo aspecto de su intervención: en lo más profundo de la conciencia de los alemanes, está la idea de que la crisis es resultado del laxismo, la impericia y los errores de los países del sur, que, en consecuencia, deben someterse o “marcharse”.

Pero Merkel y su Gobierno siguen equivocándose en un punto esencial: para los pueblos, Europa no puede ser exclusivamente sinónimo de “austeridad”. Hay que hacer todo lo necesario para demostrar que las instituciones europeas y los medios de Europa también se encaminan hacia el crecimiento. Por otra parte, la UE no es un territorio homogéneo y las políticas de saneamiento de las cuentas deben tener presentes las limitaciones propias de cada uno. Es aquí donde el factor tiempo es esencial. Algunos países, como Francia, pueden prometer restablecer el equilibrio en cinco años. Otros necesitarán diez. Se hace necesario escalonar los esfuerzos en el tiempo.

Desde el comienzo de la crisis, la canciller, que avanza a paso de tortuga, ha reaccionado con un tiempo de retraso con respeto a lo que hubiera sido deseable. Ahora, lo deseable sería que no retrasase a todo el mundo. Aunque también es cierto que si la iniciativa de Hollande tuviera éxito, el liderazgo que Merkel conquistó a expensas de Nicolas Sarkozy se vería amenazado.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_