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Grecia dispara la tensión en la eurozona

La falta de acuerdo para formar un Ejecutivo aboca a Atenas a celebrar nuevas elecciones en junio Aumenta la incertidumbre en el resto de los países del euro

Venizelos, líder del Pasok, al salir del palacio presidencial este martes.
Venizelos, líder del Pasok, al salir del palacio presidencial este martes.LOUISA GOULIAMAKI (AFP)

Grecia volverá a las urnas, con casi total seguridad, dentro de un mes. Las elecciones del pasado día 6 solo han servido para demostrar que el país seguirá siendo ingobernable hasta que sus ciudadanos decidan entre una desgracia u otra: seguir en el euro y asumir los pavorosos recortes impuestos por sus acreedores, o desgajarse de la Unión Europea y emprender un durísimo camino en soledad. El presidente Karolos Papulias y los principales dirigentes políticos comprobaron ayer que no era posible formar Gobierno, ni político ni técnico. Quizá hoy mismo comience un nuevo proceso electoral. El 10 y el 17 de junio son las fechas preferidas para volver a las urnas.

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En el país más importante de los Balcanes parece regir una sola ley: la de Murphy. Lo que puede salir mal, sale mal. Los griegos votaron de muy mal humor el 6 de mayo, hastiados tras dos largos años de sacrificios sin recompensa, y castigaron a los socialistas del Pasok y los conservadores de Nueva Democracia, los grandes partidos que se habían alternado en el Gobierno durante las últimas décadas y que, unidos, firmaron con la troika de acreedores (Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) el “protocolo” de austeridad: del 78% de los votos alcanzado conjuntamente por Pasok y ND en 2009, se ha pasado al 32%. Nadie tiene mayoría y no hay forma de articular una coalición coherente.

El presidente Papulias ha pronunciado palabras muy duras tras la reunión que ha sellado el fracaso definitivo. Ha acusado a los dirigentes políticos de anteponer “intereses partidistas mezquinos” al “bien común” y de actuar con “arrogancia”. Durante el encuentro, según los participantes, ya ha habido insultos y descalificaciones. Son síntomas de impotencia ante una realidad terca: el país se precipita al abismo y no consigue decidir cuál es la menos mala entre sus opciones.

Técnicamente, habría sido posible una coalición de Nueva Democracia, Pasok e Izquierda Democrática, con 168 de los 300 escaños del Parlamento. Pero Izquierda Democrática temía sumarse al frente de la austeridad y reclamaba que Syriza (Coalición de la Izquierda Radical), la gran sorpresa de las recientes elecciones con un 16% de los votos, se uniera al grupo.

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La idea consistía en formar un frente en defensa del euro. Syriza, sin embargo, no acepta el protocolo de austeridad. E Izquierda Democrática lo acepta cada vez menos, a la vista de su impopularidad entre la población. Incluso algunos sectores del Pasok fantasean con enviar a paseo los dictados de la troika. La coalición del euro habría sido un disparate efímero.

El presidente acusa a los líderes políticos de anteponer sus intereses partidistas

Es posible que hoy mismo se convoquen nuevas elecciones, para el 10 o el 17 de junio. Y todo volverá a quedar paralizado, menos las huelgas y las manifestaciones. Grecia tendrá un Gobierno provisional, sin capacidad para tomar ninguna decisión de importancia, en una situación crítica porque ya no queda dinero en la caja del Estado. Según el ministro de Finanzas en funciones, Filipos Sachinidis, hay fondos para pagar las pensiones y los sueldos de los funcionarios este mes, pero no el próximo. Para evitar el colapso en junio hace falta que la troika envíe los 18.000 millones comprometidos para estos días dentro del crédito de rescate de 130.000 millones de euros, y la troika prefiere no hacer la transferencia hasta saber si Grecia está dispuesta a cumplir con sus condiciones. Cosa que no se sabrá hasta que vuelvan a abrirse las urnas. No hay garantía de que, entonces, el resultado guste a los acreedores.

El presidente Karolos Papulias confía en que los griegos demuestren “madurez” en la repetición electoral y respalden a Pasok y Nueva Democracia, los partidos que aceptan los recortes exigidos desde Bruselas, Francfort y Washington. Los sondeos de estos días no sugieren que vaya a ocurrir eso, sino lo contrario. Con las pagas extraordinarias suprimidas, las pensiones rebajadas en un 30%, los salarios diezmados, una sanidad pública de pago y un desempleo oficial que supera el 20% (estimaciones no oficiales lo sitúan casi en el 30%), los griegos no muestran ningún entusiasmo por los dos partidos que llevaron el país a la ruina.

El país solo dispone de dinero para pagar las nóminas y pensiones de mayo

La izquierda radical de Syriza, en cambio, se frota las manos. Su postura resulta contradictoria, ya que propone seguir en el euro pero sin asumir las exigencias de los acreedores, pero refleja el sentimiento mayoritario entre la población. El líder de Syriza, Alexis Tsipras, confía en convertirse en primer ministro tras las nuevas elecciones. Trabaja a toda prisa para transformar lo que ahora es una coalición en un partido, ya que la ley electoral solo entrega la prima de 50 diputados adicionales al vencedor si éste es un partido. Y se ha mantenido al margen de las ásperas negociaciones de estos últimos días. A Syriza le interesa volver a las urnas.

La invocación a la “madurez” efectuada por el presidente y algunas amenazas burdas —como la formulada por un dirigente del Pasok acerca del "riesgo de guerra civil" en caso de que Grecia saliera del euro— no hacen mella por el momento. A los griegos, con una deuda pública cercana al 180% del producto interior bruto, les duele el bolsillo al cabo de tantos recortes. Sin embargo, les duele aún más el orgullo. La intransigencia con que los acreedores han impuesto sus condiciones, la presencia física de los representantes de la troika en Atenas y el desprecio que perciben por parte de los alemanes alienta un sentimiento de rebelión y casi de nihilismo. La opción de romper con la Unión Europea ya está sobre la mesa. Y gana adeptos cada día.

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