_
_
_
_
_

Título de licenciado sí, trabajo no

Tres madres polacas relatan su decepción ante las dificultades de sus hijos en el mercado de trabajo "Pensaba que con un título llegarían a ser alguien en la vida"

Elżbieta, 50 años, Gliwice

"No tengo formación, así que quise que mis hijas estudiaran. Pensaba que, con un título, seguro que encontrarían trabajo. No andarían de un lado a otro por el mundo, como yo.

Mi marido es restaurador. Gana 1600 zlotys al mes (370,27 euros). Yo estuve 17 años trabajando de auxiliar en un banco. Hace 10 años me quedé en el paro. Para que mis hijas pudieran estudiar, emigré al extranjero.

Al principio estuve trabajando en la recolección de champiñones. Nos dábamos una paliza diaria de 12 horas de trabajo. Después empecé a dedicarme al cuidado de personas mayores en Alemania. Ganaba 800 euros en negro. Durante varios años fue así: pasaba dos meses en Alemania, y dos en Polonia. Ahora que trabajo legalmente, gano 1.000 euros limpios al mes.

Mi hija mayor tiene 30 años. Estudió biología en la ciudad de Katowice. No tiene trabajo, pero al menos da clases particulares. Nosotros la ayudamos algo, y sus abuelos también. En cambio, a la pequeña, de 25 años, y que estudió ciencias políticas, seguimos manteniéndola. Pagábamos más de 4.000 zlotys (925,68 euros) por curso en la universidad. Y lo que hemos gastado en desplazamiento y en materiales didácticos. Ella intenta ganar algo; incluso trabajó de vendedora de helados, pero ganaba poquísimo.

Yo hace años que no me compro nada nuevo. Llevo siempre la misma ropa gastada. Hace años que no voy a la peluquería o a un salón de belleza. Últimamente hemos comprado un televisor que estamos pagando a plazos, porque el anterior se nos estropeó. Mi marido y yo renunciamos a todo.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Me siento furiosa, decepcionada y llena de rabia. Y no se trata del dinero. Para que mis hijas pudieran estudiar, yo tuve que pasar por la experiencia de pasar miedo en un país extranjero, con personas desconocidas. Tener que estar alejada de los míos, echándolos de menos. Pagué un alto precio en lo que se refiere a mi familia y a mi matrimonio, porque aunque llevamos ya muchos años casados, estar separados no era fácil.

Mi hija pequeña dice que es una pena que no haya estudiado peluquería. Se me enciende la sangre, pero tengo que darle la razón. Una amiga nuestra estuvo trabajando en Alemania y, con los ahorros que consiguió, le puso a su hija una peluquería. Ahora la chica gana muy buen sueldo".

Lucyna, 48 años

"Estudiar tenía que ser para mis hijos un pasaporte para un mundo mejor: más cómodo y con la posibilidad de dedicarse a lo que les gusta.

Mi hija estaba en el instituto y mi hijo en primaria cuando una amiga me propuso ir a Estados Unidos. Los niños necesitaban dinero para ropa, libros, excursiones, calzado y cazadoras. Querían tener discos, la niña, ir a clases de baile, y a nosotros no nos llegaba el sueldo. Mi marido, electricista, ganaba 1.700 zlotys (393,41 euros) al mes.

No sabía cómo iba a pasar la entrevista de la aduana en el aeropuerto porque no sabía ni una palabra de inglés, pero me dejaron entrar en el país. Dí con una empresa de limpieza que llevaba un polaco. Estuve allí trabajando en negro todo el tiempo que pude. Me tiré dos años sin ver a mis hijos. Fui capaz de soportarlo, no sé muy bien cómo.

A la vuelta conseguí encontrar un trabajo, esta vez legal, en Alemania. Voy allí tres o cuatro meses y luego paso un tiempo en Polonia. Paso bastante tiempo en el extranjero y tengo que hacerme la fuerte para aguantarlo. En mí me gasto lo menos posible, como cualquier cosa, todo para ahorrar 1.000 euros al mes.

Mi hija decidió estudiar economía en Katowice. Yo estaba contenta con la decisión. No importaba que fuera a costa de mi nostalgia por estar fuera. Pero ahora mi hija lleva ya un año buscando trabajo y solo consigue encontrar en pizzerías, por un sueldo de 1.000 zlotys (231,42 euros) al mes. Sigo mandándole 500 o 600 zlotys (aproximadamente entre 115 y 138 euros) mensuales para que no tenga que andar eligiendo entre comprarse unos zapatos o poder comer carne en el almuerzo.

Últimamente me ha propuesto ir conmigo al extranjero y ponerse también a limpiar. ¡Ni hablar! Es suficiente que yo tenga que oír de vez en cuando que soy una polaca estúpida. No le he dado formación a mi hija para que un guiri la trate con desprecio. La voy a ayudar. Ya estoy acostumbrada. Le he propuesto que empiece a estudiar otra carrera. Está pensando en hacer derecho. Serán otros cinco años de carrera y varios miles de zlotys de gastos, pero siempre será mejor que trabajar detrás de un mostrador. Yo puedo aguantar.

Mi hijo ha empezado este año a estudiar informática en la universidad politécnica. Espero que tenga más suerte"

Urszula, 59 años

Mi hija fue la primera persona de mi familia en ser licenciada. Pero ¿de qué le sirve si lleva tres años sin trabajo? Estudió pedagogía con especialidad en terapia pedagógica en una universidad privada de Opole. Su carrera nos costó cuatro mil zlotys (925,68 euros) al año.

Yo soy tornera de profesión. He criado a mis hijos sola, pues me divorcié de mi marido hace 25 años.

Mi hija empezó a estudiar cuando yo conseguí la prejubilación. Yo no percibía ni mil zlotys (230 euros aproximadamente) al mes. Así que, cuando me dijo que quería seguir estudiando, me fui a Alemania para trabajar en el cuidado de personas mayores o enfermas. Recuerdo la primera vez que fui. Fue justo antes de las fiestas de Navidad. En esa época, otras personas vuelven de fuera y encontrar trabajo es más fácil, porque al principio yo ni siquiera hablaba una palabra del idioma.

Ahora gano 1.000 euros limpios al mes. Paso allí periodos de dos meses. Más no puedo, echo demasiado de menos lo de aquí. Con el dinero he pagado la carrera de mi hija y puedo permitirme seguir ayudándola.

He renunciado a muchas cosas por sus estudios. No he hecho obra en el piso, no he comprado electrodomésticos nuevos para casa. He mirado poco por mí. Sueño con volver a ver un día otra vez el mar en Polonia. Lo vi de recién casada. Pero de momento no me puedo permitir un viaje así.

Pensaba que con un título mi hija lo tendría mejor que yo, que llegaría a ser alguien en la vida. Pero me equivocaba. ¿De qué le ha servido estudiar? A lo mejor termino rindiéndome y me la llevo a Alemania. Me duele solo de pensarlo. No le he dado una formación para que termine limpiándoles el trasero a los alemanes".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_