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Hollande estrena su diplomacia balsámica en Europa

El presidente francés debuta en Bruselas rompiendo el tándem Merkozy con humor, firmeza y nuevas ideas

El presidente francés, François Hollande, saluda a su salida esta madrugada de la sede donde se celebró la cumbre informal de la UE en Bruselas.
El presidente francés, François Hollande, saluda a su salida esta madrugada de la sede donde se celebró la cumbre informal de la UE en Bruselas. JEAN-CHRISTOPHE VERHAEGEN (AFP)

La clave de la nueva política europea de Francia es la voz baja, la flexibilidad y el debate sincero, con ánimo incluyente. Frente al duopolio de Merkozy, François Hollande quiere contar con todos y trabajar con todos en búsqueda de soluciones y acuerdos para una baqueteada Unión que no termina de encontrar la salida del túnel. Sin la menor experiencia en las duras lides bruselenses, pero equipado con su coraza de ironía y calma, el nuevo presidente francés sorprendió a quienes le esperaban en Bruselas con el colmillo retorcido.

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Acostumbrados a los modos autoritarios de su antecesor, Nicolas Sarkozy, algunos diplomáticos relatan cómo el estilo reposado de Hollande ha cambiado "totalmente el aire de la cumbre", rompiendo desde el minuto uno con los usos del viejo tándem Merkozy y propiciando una discusión igualitaria y franca entre los socios. El propio Hollande, en la conferencia de prensa posterior a la cena, comenzada al filo de las una y media de la madrugada y concluida mucho después de que lo hicieran las de otros dirigentes europeos, ironizó sobre el moroso mecanismo de trabajo de la UE: "Ha sido un debate tranquilo pero largo. Algunos despachan rápido y otros, vaya usted a saber por qué, necesitan parte de la noche. Debe de ser cuestión de la soberanía en Europa. Yo he sido breve, pero preciso. Estoy recién llegado y no pienso dar lecciones a nadie".

Su relato de la división causada por los eurobonos y las otras ideas para impulsar el crecimiento fue un ejemplo de la proverbial cachaza y el fino sentido del humor de Hollande. "Alemania cree que los eurobonos son un punto de llegada y nosotros pensamos que son un punto de partida. Seguiremos discutiendo", dijo antes de hacer taxonomía sobre el biotopo del Consejo Europeo. "Ha habido países que han expresado un rechazo más duro que Alemania; otros que los admiten, pero rechazan la tasa a las transacciones financieras, como Reino Unido. Hay países que están contra todo: contra los eurobonos, contra la tasa para las transacciones financieras, contra el aumento de la capitalización del Banco Europeo de Inversiones, contra el incremento de presupuesto comunitario, y otros que están a favor de todo. Hay que seguir discutiendo".

El estilo de Hollande, curtido en mil batallas de politiqueo como primer secretario del Partido Socialista, consiste en alcanzar el consenso poco a poco, sin forzar a nadie y soltando hilo para conseguir el objetivo. Lo dijo con respecto a Alemania. "No me planteo la tesis de hacer [los eurobonos] sin Alemania o que Alemania haga cosas sin Francia Yo trabajaré por encontrar soluciones".

Reeditó el nuevo espíritu ecuménico con Mariano Rajoy, pese a las diferencias de familia ideológica, como quiso hacer notar. Si durante el almuerzo conjunto en el Elíseo apoyó decididamente el deseo español de que el Banco Central Europeo (BCE) conceda de forma urgente “financiación, liquidez y sostenibilidad de la deuda” sin pedir nada a cambio, en la posterior conferencia de prensa bruselense, Hollande se mostró cariñoso con Rajoy y conmovido con la situación en España. “Alemania está pagando un interés del 0% y España financia su deuda al 6%. Con los eurobonos la podría financiar a coste más bajo”, dijo en un momento antes de relatar luego cómo Rajoy le había “contado todos los reajustes hechos, las amputaciones en el poder adquisitivo, la huelga general y cómo a pesar de todo los tipos están al 6%. ¿Por qué si se ha hecho tanto esfuerzo se consiguen tan pocos resultados?”, concluyó con una exasperante interrogación que podía ser tanto suya como del propio jefe del Gobierno español.

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También reveló que hizo buenas migas con Mario Monti, un tecnócrata ideológicamente conservador: “Tenemos muchas cosas en común”.

Frente a lo abrasivo de las conferencias de prensa de Sarkozy, que más de una vez se fajó con los periodistas, la primera de Hollande en Bruselas -tras “la 24ª cumbre desde octubre de 2008”, cuando Sarkozy convocó la primera espoleado por el estruendoso hundimiento de Lehman Brothers- fue tranquila, suave, con toques de humor plácido, haciendo bueno su eslogan de la campaña presidencial de hombre normal. Normal, pero conocedor de la materia. Saludó al llegar a personas que no conocía y departió también al salir con algún otro. Recordaba en algo a Jacques Chirac, legendariamente atento al toque personal y al contacto humano. Quizá sea que el anónimo departamento de Corrèze, cuna política de ambos, perdida en el centro de Francia, produce ese tipo de hombre público.

La coronación del cambio de estilo llegó luego. Sarkozy aparecía y salía de Bruselas de forma rutilante, en el reactor presidencial. Hollande arribó en tren de alta velocidad, una hora 20 minutos de recorrido de estación a estación, en compañía de Rajoy, y regresó a París en coche a eso de las dos y media de la madrugada, dispuesto a enfrentarse a tres horas largas de autopista para encontrarse al final con Valérie Trierweiler, en un remedo para el siglo XXI de Un hombre y una mujer de Claude Lelouch.

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