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REPORTAJE

Un islamista contra un hombre del viejo régimen, la peor pesadilla de Tahrir

Los promotores de la revolución egipcia, decepcionados por tener que elegir entre Morsi y Shafiq

Jóvenes egipcios discuten en la plaza Tahrir en El Cairo los resultados extraoficiales de las elecciones presidenciales.
Jóvenes egipcios discuten en la plaza Tahrir en El Cairo los resultados extraoficiales de las elecciones presidenciales.SUHAIB SALEM (REUTERS)

"Volvemos a estar en la casilla de salida, cuando teníamos que escoger entre el régimen de Mubarak o los Hermanos Musulmanes. Esto es una pesadilla", decía con la mirada perdida Bassem, un activista político de 34 años. Su desasosiego es compartido por la totalidad de la juventud revolucionaria que lideró la rebelión en la plaza Tahrir de El Cairo contra Hosni Mubarak.

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Desde el pasado viernes, en las redes sociales en Egipto ha circulado un aluvión de mensajes de desesperación por el resultado oficioso de las presidenciales, que sitúa en la segunda vuelta a Mohamed Morsi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, y a Ahmed Shafiq, el último primer ministro del rais destronado.

A pesar de la inquina que siente los activistas de Tahrir hacia el antiguo régimen y todos sus miembros, el desprecio por la cofradía islamista no es menor. "Quieren controlar el monopolio del poder en el país para imponer un régimen medieval. Traicionaron la revolución, y nos mintieron. Solo buscan sus intereses", dice Amr, un joven activista originario de Mahala, el corazón industrial del país. Amr se define como "comunista", y su cuerpo aún exhibe señales de las torturas en las cárceles de Mubarak.

El desencuentro entre los jóvenes revolucionarios y los Hermanos se inició en el referéndum constitucional de marzo del año pasado, cuando los islamistas apoyaron el Sí, en contra de la opinión mayoritaria de los activistas. "Fueron los últimos en salir a Tahrir, y los primeros en marchar", remacha Amr. El cisma se hizo insalvable cuando los Hermanos Musulmanes se lavaron las manos ante los enfrentamientos violentos en Tahrir del mes de noviembre pasado, confirmando las sospechas de muchos revolucionarios de la existencia de una alianza secreta entre militares e islamistas.

La noche del viernes, en los bares Borsa, un barrio de laberínticas callejuelas del centro de El Cairo, corrillos de chavales discutían acaloradamente sobre qué estrategia seguir en la segunda vuelta. Los había que apostaban por abstenerse, otros por votar a Morsi como mal menor, e incluso algunos se decantaban por Shafiq. Todo dependía de la evaluación de cada uno sobre el peligro representan los proyectos detrás de los dos aspirantes a la presidencia.

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"Creo que los Hermanos son más peligrosos. Si tienen el poder total, controlando la presidencia, el Parlamento, y escriben una Constitución a su medida, será imposible echarlos. Con los militares, ya pudimos una vez", sostiene Bassem, que boicoteó las elecciones en la primera vuelta, pero en la segunda votará por Shafiq.

En cambio, Rody, una estudiante de sociología aseguraba “odiar a los dos por igual”, y se abstendrá. Como muchos activistas, ella optó por Hamdin Sabahi, el candidato nacionalista y de izquierdas que, sorprendentemente, quedó en tercer lugar, obteniendo un 21% de los sufragios.

Esta división de pareceres no es nueva. Las diversas organizaciones revolucionarias nunca se unieron en una única plataforma, y ya en las elecciones legislativas abogaron por estrategias diferentes. De cara a las presidenciales, muchos activistas confiaban en la candidatura Mohamed el Baradei, el premio Nobel de la paz, pero se retiró de la carrera presidencial el mes de enero.

Ahmed Maher, el líder del Movimiento 6 de abril, la más celebre plataforma revolucionaria, rechazó en una rueda de prensa la posibilidad de respaldar a Shafiq, y anunció la apertura de negociaciones con los Hermanos para prestarles su apoyo. A cambio, pedirá compromisos en “la formación de un Gobierno de coalición, y la satisfacción de las demandas de coptos y los partidos políticos en cuanto a la formación de una nueva Asamblea Constituyente”.

A falta del anuncio de los resultados oficiales, que se esperan para el lunes, los dos finalistas no han perdido el tiempo en sus esfuerzos por cortejar el voto de los revolucionarios. “No hay vuelta atrás”, declaró Shafiq, que prometió devolver a los jóvenes “la revolución que les secuestraron”. Morsi, por su parte, hizo una llamada a todas las fuerzas revolucionarias a unirse para destruir los “restos del antiguo régimen”.

De la decisión de los votantes laicos prorevolucionarios puede depender la elección de Egipto entre dos proyectos antitéticos. “Shafiq necesita que este sector le vote mayoritariamente. Con su abstención, la victoria de los islamistas está garantizada”, opina el analista Ashraf Radi.

Por su parte, Sabahi, rechazó apoyar a ninguno de los dos aspirantes, pues aún no da la batalla por perdida. Su abogado anunció que recurrirá los resultados a la Junta Electoral denunciando irregularidades. La campaña de Amr Musa, el gran derrotado, pidió una investigación sobre las alegaciones de un policía de que el Ministerio del Interior habría manipulado 900.000 votos. Según el artículo 28 de la declaración constitucional, las decisiones de la Junta Electoral son finales, y no se pueden apelar ante los tribunales.

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