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La policía italiana registra la casa del destituido jefe del banco vaticano

Gotti Tedeschi es investigado ahora por un caso de corrupción internacional

Ettore Gotti Tedeschi.
Ettore Gotti Tedeschi.

El apasionante vuelo del cuervo sobre los tejados de Roma, con el pico lleno de cartas robadas, ha eclipsado en parte otro escándalo principal. Tiene que ver esta historia con un señor del Opus Dei llamado Ettore Gotti Tedeschi, amigo de Benedicto XVI y, hasta hace unos días, presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco Vaticano. Tedeschi, el banquero de Dios desde septiembre de 2009, gozaba en teoría de las bendiciones de Su Santidad para convertir el IOR en una institución homologable a los cánones europeos de transparencia. Naufragó en el intento.

No solo fue destituido, sino que el secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone, al frente de la comisión cardenalicia que vigila el funcionamiento del banco, orquestó una campaña de desprestigio brutal —y hasta cierto punto inaudita por lo expeditivo— en su contra. Hasta el punto de que el economista, presidente también del Santander Consumer Bank, la filial italiana del Banco Santander, advirtió de que si no decía lo que sabía —se presume que auténticas barbaridades—, era por no causar más quebranto a su amigo Joseph Ratzinger, aunque, viéndoselas venir, añadió: “Si alguien me acusa de ser el cuervo, me querellaré contra él”.

Esta mañana, agentes de los Carabinieri se presentaron en la casa de Gotti Tedeschi en Piacenza (Emilia-Romaña) y en sus oficinas de Milán y las pusieron de vuelta abajo. ¿Qué buscaban? Oficialmente, un asunto distinto, una investigación a cargo de un juez de Nápoles relacionada con el grupo Finmeccanica, pero en Roma se desconfía de tanta casualidad. Nadie duda de que enfrentarse a los poderes fuertes del Vaticano es la forma más segura de hallar el infierno en la tierra.

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Basta un vistazo al libro Sua Santità, escrito por el periodista Gianluigi Nuzzi y cuya publicación hace dos semanas precedió —y no es casualidad— a la detención de Paolo Gabriele. Hay un pasaje en el que Dino Boffo, el anterior director del Avvenire, el periódico de los obispos, envía una carta al Papa contándole la forma en que el cardenal Tarcisio Bertone, con la supuesta colaboración del director del Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, orquestan una terrible campaña en su contra acusándolo de comportamientos sexuales impropios. Un cúmulo de falsedades con el objetivo, logrado, de descabalgarlo de la dirección del periódico. En este caso, Boffo consiguió ser rehabilitado, aunque en otro puesto, pero la sola lectura de las malas artes, exentas de toda piedad, esgrimidas por los príncipes de la Iglesia en sus luchas por el poder provocan escalofríos. No solo a los que observan estas luchas desde la barrera del descreimiento. También a los que, de buena fe, luchan por no perderla.

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