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LA COMISIÓN LEVESON

La prensa británica está en un momento “catártico”, dice Cameron

El primer ministro comparece ante la comisión Leveson para ser cuestionado sobre su relación con el magnate Murdoch y la exdirectiva Brooks

El primer ministro Cameron llega a la comparecencia este jueves.
El primer ministro Cameron llega a la comparecencia este jueves.OLIVIA HARRIS (Reuters)

David Cameron no ha salido bien parado de su comparecencia ante la llamada comisión Leveson puesta en marcha a raíz del escándalo de las escuchas ilegales del News of The World. Durante cinco horas y media de interrogatorio, el primer ministro no reveló nada que no se supiera de antemano; y, sin embargo, acabó acorralado, quejándose de cazas de brujas y dando una imagen aún más exagerada de lo que se suponía sobre la proximidad de sus relaciones con la gente del magnate Rupert Murdoch y muy en particular la controvertida Rebekah Brooks.

Cameron no salió tampoco bien parado del delicado asunto de por qué el Gobierno le encargó al ministro de Cultura, Jeremy Hunt, la decisión sobre el proyecto de Murdoch de hacerse con el 100% de la plataforma de televisión por satélite BSkyB. Hunt se hizo cargo del tema porque el responsable inicial, el ministro liberal-demócrata Vince Cable, había sido grabado prometiendo que le declararía la guerra a Murdoch, lo que le convirtió en un juez decantado de antemano contra el magnate,

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Sin embargo, luego se supo que Hunt también se había decantado de antemano, aunque en su caso a favor de Murdoch en un memorando enviado al primer ministro, lo que en teoría también le invalidaba para llevar el caso. Cameron, sin embargo, ha asegurado que no recuerda haber leído ese memorando, una forma de no decir ni que sí no que no sino todo lo contrario.

Pero no ha sido ese el peor momento del primer ministro. La tensión entre él y el abogado encargado de interrogar a los testigos de la investigación, Robert Jay, ha llegado a la cima cuando se ha abordado la cuestión de sus relaciones con Rebekah Brooks, mano derecha de Rupert Murdoch en sus negocios de prensa británica.

La cercanía de esa relación ya era conocida, pero Cameron ha parecido una caricatura cuando Jay ha leído el entusiasta, cursi mensaje que Rebekah le hizo llegar a David horas antes de que este se dirigiera al congreso conservador en el otoño de 2009. “Mañana estaré tan cerca de ti, pero no solo como amiga orgullosa de ti sino porque profesionalmente ahora estamos juntos en esto!”. Y acaba con un “¿El discurso de tu vida? ¡Sí Cam!”, un juego de palabras con la abreviatura de Cameron y el “Yes, we can” del lema con el que Barack Obama ganó las presidenciales estadounidenses.

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Cameron llegó a perder los nervios por la avalancha de preguntas acerca de su relación con Rebekah Brooks, hasta el punto de murmurar que le estaba empezando a parecer una caza de brujas. Los nervios le llevaron a admitir que se veía casi cada fin de semana con el matrimonio Brooks, que viven cerca de la casa de fin de semana de los Cameron. Pero, nada más reanudarse la declaración después del almuerzo, el primer ministro explicó que su esposa había consultado la agenda y ellos no van tan a menudo a esa residencia por lo que cree que no se vieron con los Brooks más allá de una vez cada seis semanas.

Tampoco dejó claro cuántas gestiones hizo para asegurarse que Andy Coulson, al que contrató como director de Comunicaciones del Partido Conservador y luego llevó a Downing Street, no estaba manchado por el escándalo de las escuchas ilegales del News of The World. Cameron dice que hizo “varias gestiones” pero Coulson, que dimitió como director del tabloide después de que fueran condenado un periodista y un investigador privado, aseguró en su día que Cameron solo le preguntó una vez por el asunto cuando le ofreció el empleo.

El primer ministro negó que jamás hubiera alcanzado un acuerdo con Murdoch para conseguir su apoyo y beneficiarle luego desde el Gobierno. Y acusó a su antecesor en Downing Street, Gordon Brown, de haberse inventado la tesis de que Murdoch apoyó a Cameron a cambio de que este recortara la financiación a la BBC y redujera el poder del regulador británico de las telecomunicaciones, Ofcom.

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