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Egipto, un país adicto a los rumores

Las especulaciones se disparan en vísperas de la oficialización de los resultados electorales

Mubarak escucha su condena el pasado 2 de junio.
Mubarak escucha su condena el pasado 2 de junio.EFE

A las muchas incertidumbres políticas que acechan a los egipcios en los últimos meses, se unió anoche la que rodea a la frágil salud del derrocado rais. Después de incontables rumores que resultaron falsos, la noticia era que el exdictador Hosni Mubarak se encontraba al borde de la muerte. Como en las anteriores ocasiones, la información corrió como la pólvora por las calles de pueblos y ciudades de Egipto, e incluso más allá de sus fronteras. Sin embargo, esta vez la fuente no era una misteriosa amistad lejana con "conexiones", sino que llevaba el sello de credibilidad de MENA, la agencia de noticias oficial, y también de reputados medios internacionales.

En las últimas horas se dijo que estaba clínicamente muerto y después que no, que está en coma y con respiración asistida en un hospital militar. En definitiva, la salud del anciano introduce aún más confusión e incertidumbre en un panorama político plagado de incógnitas en la víspera de que se sepa oficialmente quién ha ganado las elecciones y si la transición prosperará.

La salud de los faraones fue siempre un secreto de Estado. Quizás por esta razón, Mubarak, de 84 años, uno de los gobernantes más longevos de la larga historia de Egipto, prohibió durante su reinado la publicación de cualquiera de los muchos rumores que circulaban sobre su estado salud. La revolución del año pasado no sirvió para poner fin al runrún sobre el último faraón. El único cambio es que ahora nadie teme ya realizar sus comentarios públicamente, o publicar la última teoría conspirativa.

Uno de los legados de varias décadas de colonialismo, de una asfixiante dictadura militar, y de ser escenario de las luchas de poder de las grandes potencias ha sido estimular la imaginación colectiva del pueblo egipcio. Tan grandes son su desconfianza hacia las noticias oficiales, como su credulidad y fascinación por las teorías conspirativas de todo tipo. Y la más extendida durante los días previos a la segunda ronda de las presidenciales, celebrada el pasado fin de semana, era que Mubarak ya había muerto muerto, pero el Gobierno lo escondía. De hecho, si los egipcios tuvieran que creer las noticias que escuchan en la calle, o leen en las redes sociales, el rais destronado” habría muerto varias veces al día.

Desde su sentencia a cadena perpetua el pasado 2 de junio, los rumores relacionados con el expresidente han hecho correr ríos de tinta en los periódicos egipcios. Desde su presunta resistencia durante cuatro horas a bajar del helicóptero que le trasladó a la prisión de Tora, a su miedo a que las autoridades de la cárcel lo asesinaran, cada día ha aparecido en la prensa local un nuevo capítulo del culebrón Mubarak. La mayoría de ellos hacen referencia a su delicado estado de salud, y en numerosas ocasiones han habido filtraciones de los doctores que lo cuidan afirmando que se encontraba al borde de la muerte.

Habitualmente, todos estos rumores eran desmentidos horas después por fuentes oficiales del Gobierno o la Junta Militar. Esta vez, no ha sido muy diferente, pues varios generales negaron anoche a la prensa que el exdictador estuviera "clínicamente muerto", aunque sí reconocieron que su estado salud se había deteriorado de forma sustancial.

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Además de dolor en las articulaciones, el exrais egipcio padece de alta presión sanguínea, y de serios problemas respiratorios y cardíacos. Todos ellos se agravaron durante los últimos días debido a una recaída en su depresión. Por esta razón, durante su primera noche en la prisión, Mubarak recibió respiración asistida y, al día siguiente, los doctores tuvieron que recurrir a un desfibrilador cardíaco.

Ante tal torrente de rumores, el egipcio de a pie se siente confundido. "No sé qué pensar sobre la gravedad del estado de salud de Mubarak. Hasta ahora, siempre pensé que todo eran filtraciones interesadas por parte de la Junta Militar para crear un estado de ánimo en la opinión pública favorable a su liberación”, sostiene Hoda, una joven profesional que simpatiza con los revolucionarios de Tahrir. En cambio, Mundar, un recién graduado en Comercio en la Universidad Americana de El Cairo, discrepa. “A su edad, y con el shock que debe haber supuesto pasar de ser una especie de Dios en la tierra, a un preso más en Tora, a mí lo que me extraña es que aún continúe con vida”.

Desde hace días, el equipo de médicos que lo cuida había solicitado su traslado a un hospital, argumentando que su estado de salud es demasiado delicado para poder tratarlo debidamente . Docenas de sus seguidores se congregaron varias veces frente a las puertas de la cárcel con la misma demanda. No obstante, los responsables del Ministerio del Interior se negaban a autorizarlo, afirmando que el hospital de la prisión estaba perfectamente equipado. No en vano, el coste de acondicionarlo para recibir a su más ilustre preso rondó el millón de euros.

Según varios analistas, las reticencias de Interior se explicaban en clave electoral: su salida de la cárcel podría haber perjudicado las aspiraciones de Ahmed Shafiq, considerado el candidato favorito de la Junta Militar y del antiguo régimen. Con el veredicto de las urnas ya emitido, pero sin conocerse aún los resultados oficiales, Mubarak fue trasladado el martes por la noche en helicóptero a un hospital militar del barrio de Maadi, situado cerca de la prisión de Tora.

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