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EL ENREDO CHINO

La intriga que corroe a China

Un líder del partido fulminado, su mujer acusada de asesinato, un delator desaparecido, un inglés envenenado, un francés detenido... actores de una trama de corrupción y lucha de poder

Bo Xilai, en marzo pasado, en uno de sus últimos actos públicos como líder del Partido Comunista en Chongqing.
Bo Xilai, en marzo pasado, en uno de sus últimos actos públicos como líder del Partido Comunista en Chongqing. Alexander F. Yuan (AP)

Con buen dominio del inglés, culto, metódico y bien conectado, lo que protege e impulsa su carrera aunque no sea miembro del Partido Comunista Chino (PCCh), el inspector Chen Cao, que ha resuelto casos muy delicados —incluso uno que afectaba al Gran Timonel (Mao Zedong)— es el policía perfecto para desentrañar el culebrón de Bo Xilai. Lo malo es que Chen Cao es un personaje de ficción creado por el escritor shanghainés residente en Estados Unidos Qiu Xiaolong, quien, sin embargo, seguro que ha encontrado en Bo Xilai, de 62 años, y en su esposa, Gu Kailai, de 53, toda una fuente de inspiración para sus novelas.

Estos días se desarrolla en Camboya el último episodio conocido de una truculenta trama en la que nada falta: muerte, intentona golpista, corrupción, espionaje, conflictos diplomáticos, escuchas telefónicas e ingentes sumas de dinero. El Gobierno camboyano reconoció esta semana que, “a instancias y con la colaboración” de Pekín, detuvo el 13 de junio al arquitecto francés Patrick Devillers, residente en Phnom Penh desde 2005 y viejo amigo del matrimonio Bo.

Pero ¿quiénes son los principales actores de la trama? Empecemos por Bo Xilai, una de las estrellas más brillantes y populistas de la política china, cuyo fulgor comenzó a apagarse en marzo pasado cuando un escueto comunicado de la agencia oficial Xinhua informó de su destitución como jefe del PCCh y alcalde de Chongqing, una de las cuatro municipalidades de China y la más poblada: 31 millones de habitantes. La destitución del líder del ala más izquierdista y conservadora del PCCh, que supuestamente iba a entrar en otoño en el máximo órgano del poder chino, el Comité Permanente del Politburó —o lo que es lo mismo, la dirección colegiada de China que ejerce un grupo de nueve hombres—, fue un auténtico aldabonazo. El cese de Bo Xilai, que puso al rojo las redes sociales, fue de inmediato vinculado con la oscura visita que realizó su mano derecha y jefe de la seguridad de Chongqing, Wang Lijun, el 6 de febrero al consulado de Estados Unidos en la vecina ciudad de Chendu.

El próximo Congreso del PCCh, en el que se renovará la cúpula, desata una feroz batalla interna

Los medios norteamericanos filtraron que Wang había pedido asilo político en EE UU porque temía por su vida. El Departamento de Estado no quiso abrir una crisis sin parangón con China y ordenó a sus diplomáticos que informaran a Pekín y entregaran discretamente al funcionario. Nadie ha vuelto a ver a Wang Lijun.

Pero es tal el secretismo que rodea el círculo del poder chino que el auténtico escándalo no estalló hasta el 11 de abril. Fue la televisión oficial, la CCTV, la que informó de la expulsión de Bo Xilai del Politburó (25 miembros) y del Comité Central del PCCh (200 miembros), acusado de estar implicado en “graves violaciones de disciplina”. Minutos después, Xinhua anunciaba que Gu Kailai, la esposa de Bo, había sido detenida por ser “altamente sospechosa” del asesinato del hombre de negocios británico Neil Heywood, cuyo cadáver apareció en noviembre en la habitación que ocupaba de un hotel en Chongqing. El informe policial hecho público entonces indicaba que la muerte fue causada por un ataque al corazón.

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Pekín quiere entrevistar al francés detenido en Camboya sobre los negocios en el extranjero del destituido alcalde

Los chinos no daban crédito. Gu Kailai era una afamada abogada, y Bo Xilai había llegado tan alto en buena medida porque es hijo de Bo Yibo (1908-2007), uno de los ocho venerables. Así son llamados los ocho fundadores del PCCh y participantes en la Larga Marcha (1934-1935), que fueron purgados durante la Gran Revolución Cultural (1966-1976) y que tras la muerte de Mao Zedong (1976) retomaron el poder. Entre esos ocho venerables se encontraba también Deng Xiaoping, el impulsor de la reforma que ha convertido a China en la segunda potencia económica del mundo. Los hijos de estos venerables y de otros fundadores del PCCh son conocidos como los príncipes y en su gran mayoría formarán la nueva generación de dirigentes que salga del XVIII Congreso del PCCh, cuya celebración está prevista para mediados de otoño. Este cónclave era el que aguardaba Bo Xilai para dar su salto definitivo al poder.

Desencadenado el escándalo, Pekín ordenó a la policía ciberespacial bloquear en todos los buscadores de Internet chinos los nombres de los protagonistas, pero no ha podido evitar las filtraciones. Como es habitual, medios de la disidencia china, como Boxun.com, establecido en EE UU, son los que han sacado más información, con la que se va deshilvanando el ovillo de esta espectacular trama. Según esos medios, Wang Lijun entregó al cónsul norteamericano, para sustentar su petición de asilo en EE UU, centenares de documentos que vinculaban a Gu Kailai con el asesinato de Neil Heywood y a Bo Xilai con una red ilegal de escuchas a los máximos dirigentes chinos, incluido el presidente Hu Jintao. Además, reveló sobornos multimillonarios y la fuga de cuantiosos fondos fuera del país.

Todo apunta a que Pekín quiere interrogar al arquitecto francés detenido ahora en Camboya sobre los negocios de los Bo en el extranjero y el lavado de dinero y capital evadido de las arcas chinas. Aunque China y Camboya tiene un acuerdo de extradición firmado en 2000, Pekín quiere, para agilizar el proceso, que Phnom Penh expulse hacia China a Patrick Devillers. Francia ya ha exigido a Camboya que clarifique los motivos por los que ha detenido a su súbdito. “En Camboya no ha hecho nada malo; si no hay pruebas claras contra él, será puesto en libertad”, dijo el martes a la agencia France Presse un portavoz gubernamental. Pero no será tan fácil. China es el principal donante de Camboya y su principal inversor.

Devillers, de 52 años, trabajó en la urbanización de Dalian cuando Bo Xilai era alcalde de esa ciudad del noreste chino (1992-2000). Él y Heywood fueron los dos extranjeros con mayor vinculación a la ascendente familia Bo en esos años. Tras desvelarse el asesinato del británico, los periodistas hallaron al francés en Phnom Penh. “No tengo nada que ocultar”, dijo Devillers en mayo a The New York Times.

La prensa británica indicó que Heywood fue envenenado porque amenazó a Gu Kailai con revelar su plan de sacar de China una gran suma de dinero si no le pagaba la elevada comisión que exigía por la transacción. Devillers hacía tiempo que había puesto tierra por medio, pero se le conocen al menos dos empresas conjuntas con la ambiciosa Gu. Una, Bournemouth, establecida en Hong Kong, que dejó de operar en 2006 tras la compra de una vivienda en el lujoso barrio londinense de South Kensington por la que han sido vistos tanto Gu como Bo Guagua, el hijo de la pareja. La otra empresa, Adad Ltd, según Le Monde, coordinaba distintos estudios de arquitectura extranjeros en el desarrollo de Dalian, el puerto más importante del noreste de China. Para el padre del arquitecto detenido, Michel Devillers, no hay dudas: “Mi hijo ha sido manipulado por esa mujer”, dijo a The Telegraf.

La aproximación del Congreso del PCCh —tiene 80 millones de afiliados— acelera la urgencia de los dirigentes chinos por cerrar el capítulo más penoso de su historia desde la matanza de Tiananmen (1989). De ahí su interés por interrogar cuanto antes a Devillers. Pero la cercanía del cónclave ha sido también la impulsora de la feroz lucha de poder que ha quedado al descubierto.

Según Chariweb.com, Gu, para reducir su condena, ha denunciado que su marido y Zhou Yongkang, el zar de la seguridad china y uno de los actuales nueve miembros del Comité Permanente del Politburó, planeaban un golpe de timón para impedir que Xi Jinping accediera en otoño a la secretaría general del PCCh y a la jefatura del Estado en la primavera de 2013. Xi, sustituto previsto de Hu Jintao, es considerado por el conservador Zhou como “demasiado progresista”. La detenida declaró que Zhou era “el cerebro del golpe” y le calificó como la “manzana podrida” de la dirección colegiada.

Esta información fue revelada por activistas de Boxun y, como es obvio, no se puede contrastar. Pero en un hecho insólito, un grupo de 15 veteranos del PCCh redactó, en mayo pasado, una carta abierta a Hu Jintao en la que le pedían la destitución de Zhou Yongkang por su apoyo a Bo Xilai y al llamado modelo de Chongqing. Es decir, a las campañas lanzadas por Bo: una, contra la corrupción y la mafia en esa municipalidad —en la que sus críticos aseguran que utilizó sin reparos la tortura y otros métodos ilegales—, y otra, para revivir la parafernalia y las canciones maoístas con las que incrementar su poder y el de la facción ultraizquierdista.

Zhou continúa en su puesto. Ya estaba previsto que sería jubilado en el XVIII Congreso, y tras el malestar que ha supuesto para China que sus trapos sucios se hayan lavado en un consulado norteamericano, la dirección ha optado por el silencio para calmar las turbulentas aguas del partido.

El fin de la novela aún no está escrito, y sea cual sea, la censura nos dejará enterarnos solo a medias.

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