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El jefe del servicio secreto alemán dimite por los fallos para frenar a una banda nazi

Heinz Fromm deja su cargo tras la cadena de errores en la investigación de un grupo de extrema derecha que asesinó a diez ciudadanos, la mayoría de origen turco

Imagen de archivo de Heinz Fromm.
Imagen de archivo de Heinz Fromm.Sebastian Willnow (AP)

El jefe de los servicios secretos internos alemanes (BFV), Heinz Fromm ha dimitido por los escandalosos errores en la investigación contra la banda terrorista neonazi NSU. Entre 2000 y 2007, el grupo asesinó a sangre fría y casi siempre con la misma pistola a diez personas, ocho de ellas pequeños empresarios de ascendencia turca en diversas ciudades alemanas. También se les atribuye el asesinato de un griego y de una agente de policía.

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Fromm no está acusado de los garrafales fallos en la investigación de los 10 asesinatos cometidos por la banda, pero su salida responde a las masivas críticas contra su organización. La semana pasada se supo que unos agentes del BFV destruyeron en noviembre pruebas comprometedoras sobre relaciones de las autoridades con un grupo neonazi de Turingia en el que militaron los tres asesinos antes de fundar su banda. Fromm se ha dicho “sorprendido y consternado” por el fracaso de su agencia.

El de la agente de policía fue el último asesinato de la banda, en 2007, compuesta en su núcleo por los notorios neonazis de Jena (en Turingia, al este de Alemania) Beate Zschäpe, Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt. Los tres delincuentes vivieron en la clandestinidad durante una década de crímenes en la que ni los servicios de inteligencia ni las autoridades les importunaron. Cuando tenían problemas de dinero, se financiaban mediante atracos y robos. El último de ellos terminó con dos terroristas de la banda muertos en una caravana. La policía dice que los dos hombres se suicidaron. La tercera terrorista, Beate Zschäpe, incendió el piso en el que vivían y se entregó. Lo rocambolesco de los sucesos y la impunidad de los asesinos en un país ordenado y tranquilo como Alemania ha dado pie a numerosas especulaciones sobre la connivencia de los servicios secretos con la banda neonazi.

El escándalo se ha desatado al saberse que los agentes destruyeron pruebas

Los servicios secretos internos alemanes se llaman, un tanto orwellianamente, Oficina Federal para la Protección de la Constitución. Su central federal funciona en paralelo a las 16 oficinas regionales, una por cada land. Estas disfrutan de gran autonomía y dependen de los respectivos Gobiernos. Durante la serie de asesinatos de empresarios turcos (entre ellos un florista y varios vendedores de döner-kebab), las autoridades dieron palos de ciego e informaron a la prensa de supuestas (y falsas) ramificaciones mafiosas de los crímenes. Tras el tiroteo en el que fue asesinado a quemarropa el ciudadano alemán de ascendencia turca Halit Yozgat en 2006, la policía local detuvo a un hombre que resultó ser agente del BFV y que había evitado presentarse como testigo del crimen. La serie de asesinatos de extranjeros terminó entonces. El agente no fue imputado.

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El expediente de la banda neonazi incluye diez asesinatos, catorce atracos y tres atentados con bomba. El último episodio de la trama se conoció el pasado jueves, cuando Fromm tuvo que reconocer que agentes de su propio servicio de información habían destruido documentos sobre informantes en las filas neonazis. Su dimisión da fe de la gravedad del caso y, en palabras de la secretaria general del Partido Socialdemócrata de Alemania, Andrea Nahles (SPD), también de “la necesidad de replantearse las estructuras de seguridad” en el país. Fromm asegura que supo de la destrucción de documentos el 27 de junio.

Diez ciudadanos, la mayoría turcos, fueron asesinados entre 2000 y 2007

Se trata de expedientes sobre la llamada Operación Rennsteig, lanzada por el BFV para espiar a la llamada Protección Patriótica de Turingia, una de las más peligrosas agrupaciones neonazis surgidas en el Este tras la Unificación de Alemania en 1990. Para recabar información, las autoridades pusieron en nómina reservada a uno de cada diez miembros del grupo nazi. Indirectamente, el Estado financió así las actividades de los ultraderechistas. La destrucción de los documentos impedirá saber a ciencia cierta si también percibían dinero público alemán los tres terroristas del NSU. De lo que no cabe duda es de que el dinero entregado a los nazis por sus informaciones no sirvió para prevenir o siquiera detener la serie de asesinatos cometidos por el trío. La sospecha es que, en realidad, sirvió para financiarlos.

En un homenaje público a las víctimas celebrado en febrero, la canciller, Angela Merkel, prometió a sus familiares que el caso se resolvería, pidió perdón por las falsas sospechas que las autoridades habían arrojado sobre los muertos y dijo que lo sucedido “es una vergüenza”. Sin embargo, el escándalo está lejos de terminar.

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