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VÍCTOR PONTA | PRIMER MINISTRO DE RUMANIA

“He venido a Bruselas dispuesto a escuchar y rectificar lo que haga falta”

El primer ministro rumano declara en Bruselas que teme que el presidente Basescu se haga fuerte en su despacho y se enfrente al Parlamento, el Gobierno y la opinión pública

Víctor Ponta, en Bruselas.
Víctor Ponta, en Bruselas.JULIEN WARNAND (EFE)

El jefe del Gobierno rumano está en Bruselas después de que el viernes pasado el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, le expresara “en conversación telefónica su preocupación” por lo que estaba ocurriendo en Rumanía, con la fulgurante destitución del presidente, Traian Basescu, y otras medidas cuestionables. “Le dije que iría a verle para explicárselo todo y que rectificaría en lo que hiciera falta si es que se habían adoptado medidas en conflicto con la UE”, comenta Victor Ponta en un desayuno restringido en Bruselas.

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Ponta, primer ministro socialista rumano y a sus 39 años el más joven jefe de Gobierno de la UE, explicará este jueves a las más altas instancias europeas la génesis de una crisis política cuyo encono y rápida evolución inquieta sobremanera en Bruselas. El propio Ponta aventura que en función de lo que ocurra en el referéndum de destitución del impopular presidente conservador Traian Basescu convocado para el próximo día 29 el panorama puede aún empeorar, con Basescu atrincherado en su despacho de jefe del Estado en lucha a muerte política con el Gobierno y el Parlamento. “La situación me quita el sueño”, dice Ponta.

Además de con Barroso, a quien verá este jueves por la tarde, también se reunirá con el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, como ayer lo hizo con el del Parlamento Europeo, Martin Schultz. Van Rompuy ha comentado esta mañana que, en su reunión con Ponta, le trasladará la idea de que no solo hay que respetar la letra de la Constitución, sino también el espíritu".

La destitución de Basescu, a los dos meses justos de la llegada al poder de Ponta, es lo que más llama la atención en Bruselas. “El Tribunal Constitucional falló el lunes que el procedimiento seguido [por mayoritario repudio parlamentario] fue constitucional lo mismo que el nombramiento de un nuevo presidente del Senado, lo que ha sido una decisión de gran alivio”, señala Ponta. El líder del Senado, el liberal Crin Antonescu, aliado político de Ponta, sustituye interinamente al presidente destituido.

“Fue una sorpresa agradable del Tribunal Constitucional, que otras veces las ha producido negativas”, precisa Ponta para poner en su contexto lo que puede pasar el día 30, cuando el tribunal decida sobre la validez del resultado del referéndum del 29 llamado a ratificar la destitución de Basescu.

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El Gobierno modificó por decreto la semana pasada la regla que pide más del 50% de participación popular para que la consulta sea válida, lo que este martes (sorpresa negativa, para Ponta) rechazó el máximo tribunal. “Mi Gobierno respetará la medida del 50%”, rectifica ahora Ponta, que anuncia que también acatará la decisión judicial del 30, si bien se plantea un panorama políticamente insostenible.

“El censo rumano son 18 millones de personas, aunque en realidad hay tres millones de rumanos fuera de Rumania, muchos de ellos en España, por cierto” empieza a dibujar el futuro. “Imaginemos que votan ocho millones y que el 95% vota a favor de la destitución, porque Basescu ha pedido a los suyos que no participen en la consulta para evitar que se llegue al 50%. Habrá una gran crisis política: el presidente volverá a su despacho, con el Parlamento en contra, el Gobierno en contra y la opinión pública en contra. La situación me quita el sueño”.

“La solución es la cohabitación”, reconoce el primer ministro, “pero será muy difícil, si no imposible. Hasta ahora ha sido imposible. Basescu lleva ocho años de presidente y está acostumbrado a tener todo el poder. Fue capitán de la marina y piensa que es el jefe a quien siempre hay que obedecer”.

Los tejemanejes políticos, el aparente juego sucio que intuye Bruselas en toda la peripecia, el presunto forzamiento de la legislación nacional, la potencial violación del Estado de Derecho en un socio de la UE que alarma a las instituciones europeas son, según Ponta, ideas introducidas por el maniobrero Basescu en mentes desprevenidas, incluida la de la canciller Angela Merkel. “He venido a Bruselas a explicar lo que ha sucedido, dispuesto a escuchar y rectificar lo que haga falta”, adelanta el primer ministro. “Voy a pedir a Barroso que envíe expertos a Bucarest para que analicen la situación sobre el terreno”.

El tempo comunitario permite predecir que las hipotéticas recomendaciones no llegarán antes del referéndum que por obligación constitucional debe celebrarse antes de los 30 días de la destitución parlamentaria del presidente. Puede que a la UE la situación no le quite el sueño, como al primer ministro, pero una crisis política de impar virulencia en su seno es lo que menos necesitan ahora los Veintisiete.

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