_
_
_
_
_

Putin entra en las iglesias

El juicio a las mujeres de un grupo musical se convierte en una causa contra el laicismo

Pilar Bonet
De izquierda a derecha, Y. Samutsevich, N. Tolokonnikova y M. Alyokhina, componentes del grupo en el juzgado el pasado 20 de julio, en Moscú.
De izquierda a derecha, Y. Samutsevich, N. Tolokonnikova y M. Alyokhina, componentes del grupo en el juzgado el pasado 20 de julio, en Moscú. N. Kolesnikova (AFP)

El lunes próximo, 30 de julio, da comienzo el polémico proceso contra tres integrantes del grupo musical Pussy Riot acusadas de gamberrismo y de ofender los sentimientos religiosos de los ortodoxos por su provocadora incursión en la catedral de Cristo Salvador de Moscú. En la mañana del 21 de febrero, con el rostro cubierto por gorros agujereados a modo de pasamontañas y vestidas con llamativas prendas, Nadia Tolokónnikova, María Aléjina y Yekaterina Samutsévich se subieron al altar y entonaron unas coplas contra Vladímir Putin y su relación con la Iglesia ortodoxa rusa.

Las chicas no llegaron a enchufar la guitarra eléctrica y el altavoz que llevaban. En su aventura fugaz, apenas llegaron a articular media estrofa. Se las oyó decir: “Madre de Dios, echa a Putin”, y también, “madre de Dios, hazte feminista”. Y repetir: “mierda, mierda, mierda de Dios”. Esta última frase aparentemente estaba referida a la jerarquía de la primera confesión religiosa del país, por sus actividades comerciales y su apoyo a Putin. La Iglesia ortodoxa tiene una posición más activa en la vida política de Rusia desde que Kiril llegó a ser patriarca.

Las personas que estaban en el templo, entre ellas la limpiadora de la cera de los candelabros, un vigilante de una empresa de seguridad, un seminarista a cargo del altar y un feligrés que entró a comprar un objeto de culto, neutralizaron a las Pussy Riot y las echaron, tras despojarlas de sus máscaras, tal como relatan los testimonios recogidos en el acta de acusación. El texto afirma que las mujeres actuaron de forma organizada y premeditada, movidas por el odio religioso, e infligieron “grandes sufrimientos” a los creyentes. La acusación habla de “blasfemia”, “sacrilegio” y “ataque al carácter sacramental del secreto eclesiástico”, términos que, según Mark Feigin, el abogado de las Pussy Riot, no están tipificados en el código penal de la Federación Rusa, que oficialmente es un Estado laico.

“El acta de acusación refleja una realidad política, no jurídica ni penal”, señala Feigin. “Todas las invocaciones a la esfera metafísica, religiosa y moral son intentos artificiales de forzar la existencia de delito, pero hay que saber algo de religión y filosofía para lograr un texto convincente”, opina. Feigin dice que el juez le ha rechazado 35 testigos que había propuesto, entre ellos el patriarca Kiril. Los testigos de la acusación son precisamente la limpiadora, el vigilante, el seminarista y todos ellos acreditan su condición de fervientes cristianos e informan de que fueron bautizados y, en algún caso, de que guardan el ayuno. Feigin asegura que no dieron importancia al incidente y luego cambiaron repentinamente de opinión.

Los testigos de la acusación no dieron importancia al incidente pero luego cambiaron de opinión

A principios de marzo, las tres mujeres (filósofa, periodista y fotógrafa y, todas ellas, feministas, según Feigin) fueron detenidas y están encerradas en espera del juicio. Pueden ser condenadas a un máximo de 7 años de prisión. El incidente pudo zanjarse con una multa, un arresto o una pena de trabajos sociales, pero se ha convertido en un pulso entre el sistema representado por Putin y los defensores del Estado laico.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Feigin cree que Putin en persona está en el origen de la severidad empleada con ellas. La justicia rusa es muy dependiente del poder político cuando de los intereses del Kremlin se trata. Petr Verzílov, el marido de Tolokónnikova, afirma que le han negado cinco veces a su hija Guera, de 4 años, el permiso para ver a su madre. Las Pussy Riot han sido declaradas prisioneras de conciencia por Amnistía Internacional.

El proceso se celebra en el juzgado de Jamóvnichesky de Moscú, el mismo lugar donde fue procesado el magnate Mijaíl Jodorkovski. “El petrolero había roto un pacto con el Kremlin y había dinero e intereses materiales por medio. Las Pussy no tienen dinero, pero han tocado un punto sensible en el esquema de Putin”, señala Feigin. “De forma paranoica, Putin interpreta una apelación a la virgen en la Iglesia como un desafío personal. Este caso es una prueba del desarrollo del autoritarismo en Rusia”, sentencia el abogado. En marzo, Putin pidió perdón al clero y a los fieles por la acción de las chicas y sentenció: “Espero que esto no vuelva a repetirse”. De nada ha servido los llamamientos firmados por personajes del mundo de la cultura y fieles ortodoxos para que se relaje el trato severo que reciben las mujeres. Muchos de los firmantes condenan su comportamiento desde el punto de vista moral y lo juzgan provocativo, inadecuado y de mal gusto.

En una entrevista, las Pussy Riot afirmaron que respetan las religiones, entre ellas la ortodoxa, y que por eso rechazan la “sucia utilización de la gran filosofía cristiana”. Jugando con las palabras “jram” (iglesia) y “sram” (mierda), afirman que la Iglesia de Cristo Salvador es en realidad la “mierda del Cristo Salvador”. No se trata de “la casa de Dios, sino de la oficina de la Iglesia ortodoxa rusa”. Este templo “no se parece a un lugar de vida espiritual, sino a un centro de negocios con salas de banquetes que se alquilan, una lavandería y un aparcamiento de coches vigilado”, afirmaban. En abril, el patriarca Kiril mostró la fuerza de la ortodoxia frente al liberalismo y sacó a la calle a 65.000 personas “en defensa de la fe, los santuarios profanados y la Iglesia”.

Las mujeres habrían podido ser juzgadas por un delito menor, pero la Justicia eligió uno tipificado como grave, lo que le permitió encarcelarlas de inmediato y enviarlas a una prisión remota si son declaradas culpables. Los ecos del caso han llegado lejos. Petr Verzílov, que junto con Tolokónnikova fue uno de los fundadores del grupo artístico Voina (dedicado al arte provocativo), manifiesta que el conjunto de punk americano Antiflag dará un concierto en Berlín dedicado a las Pussy Riot. Las coplas de la discordia han sido traducidas a varios idiomas y dicen así: “Madre de Dios, virgen, echa a Putin / echa a Putin, echa a Putin / Sotana Negra, galones dorados / todos los feligreses se arrastran para hacer una reverencia / en los cielos hay un fantasma de la libertad / El orgullo gay ha sido encadenado y enviado a Siberia / El jefe del KGB, su santo jefe / lleva a los que protestan vigilados al calabozo / Para no ofender a su Santidad, las mujeres deben parir y amar / (sois) la mierda, mierda, mierda de Dios”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_