_
_
_
_
_

‘Acorralados’ que cambiaron su destino

El jubilado que se metió en un banco con una granada falsa, el imitador de políticos que acabó como senador… Personajes que vieron cómo la crisis del ‘corralito’ les cambió la vida

Alejandro Rebossio

Cientos de miles de argentinos quedaron atrapados por el corralito”.pero algunos de ellos cobraron mucho protagonismo en aquellos primeros meses de 2002, cuando el Gobierno del peronista Eduardo Duhalde (2002-2003) pesificó los depósitos en dólares.

Sebastián Roglich: “Mi padre se hizo cargo de la cagada de la granada”

El 21 de enero de 2002 el jubilado Norberto Roglich recuperó sus ahorros porque entró en la oficina bancaria en Tandil (375 kilómetros al sur de Buenos Aires) con una falsa granada y amenazó con volar todo si no se los daban. Al año siguiente fue condenado a dos años de prisión, pero como carecía de antecedentes penales siguió libre y solo cumplió 10 horas semanales de trabajo comunitario en una escuela de niños discapacitados. En 2008 falleció a los 68 años. “Él siempre se hizo cargo de la cagada que había hecho. Porque fue una boludez [estupidez] lo que hizo. Pero como todos los bancos salieron absueltos, él se quedó con la sensación de injusticia”, recuerda su hijo Sebastián.

Más información
Argentina pone punto final al ‘corralito’
“El ‘corralito’ me agarró desprevenido”

Norberto Roglich ya había padecido que el Estado le diera títulos públicos a cambio de una deuda por su pensión. “Mi padre siempre había hecho las cosas de frente y por derecha. Cuando vino el corralito, jodía [bromeaba] que iba a hacer algo, pero nadie sabía qué. Esperó que mi vieja [madre] se fuera de vacaciones con mi hermana y que yo estuviera en Brasil. Él siempre pensó que no iba a salir vivo del banco. Después se descompuso cuando se lo llevó la Policía. Yo me enteré porque alguien en Brasil me comentó lo de la granada. Después, mirando las noticias por Internet, vi que era mi papá. Me quedé helado”, cuenta Sebastián, que también fue afectado por el corralito. “Veía que todos los poderosos se afanaban [robaban] todo. Sentía impotencia. Espero que nos haya servido a los argentinos para hacer un balance de nuestra política. Pero hoy a nadie le importa lo que pasó”, lamenta.

Nito Artaza, de humorista a senador

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Hasta aquella noche del 30 de diciembre de 2001, Nito Artaza se ganaba la vida como cómico imitando a los políticos. Aquel día cenando con varios amigos cuando se enteró del corralito. “La comida no nos cayó bien, pero pensé que era una medida transitoria. No pensaba que iba a ocurrir algo así, después de tanta ayuda que nos había dado el FMI [Fondo Monetario Internacional]. Había publicidad engañosa de los bancos que decían que tenían respaldo del extranjero. Yo salí a hacer manifestaciones en marzo o abril, cuando nos ofrecieron cambiar los depósitos por Boden [Bonos Optativos del Estado; los títulos públicos que ahora se terminan de pagar]. Presenté un recurso de amparo, recuperé una parte en 2005 y otra en 2008, una parte en dólares y otra en pesos actualizados por inflación”.

Cuando comenzaron las manifestaciones de ahorradores, Artaza prometió que no iba a hacer política. Pero en 2003 ingresó a la conservadora Unión Cívica Radical (UCR), el mismo partido que había instaurado el corralito y hace tres años, resultó elegido senador. Su nueva carrera lo alejó de los escenarios, aunque sigue haciendo algunas funciones solidarias. También le trajo conflictos con su familia y con sus socios en la producción de obras teatrales, tarea que sigue desarrollando. “A mí, el corralito me indignó. Hay gente que presentó amparos y aún no recuperó los ahorros”, comenta Artaza, antes de recordar que los bancos también recibieron los Boden 2012 para compensar la pesificación de los créditos: “Estamos juntando dólares para salvar a los bancos. Yo he insistido con que no había que compensarlos porque no son discapacitados económicos sino que tienen ganancias enormes. Pero parece ser la tendencia mundial: en Estados Unidos y Europa también salvan a los bancos”. Artaza sueña ahora con ser gobernador de la provincia de Corrientes.

Perico Pérez: “Mis excompañeros del Sporting temen que les suceda lo mismo”

Hugo Pérez, conocido como Périco Pérez, exfutbolista de los equipos argentinos Racing, Ferro e Independiente, y también del Sporting de Gijón, se enteró del corralito mirando la televisión en su casa. A partir de ese momento se convirtió en un activista político y en la actualidad asesora en materia deportiva al gobernador de la provincia de Córdoba, el peronista José Manuel de la Sota. “Al principio todo el clima estaba enrarecido. Primero el corralito iba a ser por 90 días y después se hizo una situación eterna”, recuerda Pérez, que en 2002 llevaba cuatro años alejado de los campos. “Nito y yo comenzamos una lucha. Me costó mucho a nivel familiar. Mi madre enfermó del corazón y mi padre tuvo un accidente cerebrovascular. Fue difícil para ellos ver que su hijo perdía los ahorros de toda la vida. Tenía que vivir con 250 pesos [44 euros actuales] por semana y debía pagar impuestos por la plata que yo tenía encerrado en el banco. Presenté un amparo y la Corte Suprema me dio la razón después de cuatro años de lucha en la calle”, recuerda el excentrocampista de la selección argentina.

Pérez dice que, gracias a un viaje que hicieron con Artaza al FMI, este organismo aceptó que Argentina ofreciera títulos públicos en dólares a los ahorradores. “Los bonos no eran lo mejor, pero eran algo. Está bien que ahora se termine de pagar a esa gente. Cada diez años se tropieza con la misma piedra en Argentina”, recuerda en referencia a la congelación de depósitos de 1989. Pérez, que se demoró hasta este año para meterse en política, reconoce que su país “no está como en 2001 o 2002, pero hay desfases, algunos problemas debe haber”. Sigue en contacto con sus excompañeros del Sporting: “Tienen miedo de que allá les suceda lo mismo”.

Rocío García Blanco: “El corralito influyó en la muerte de mi padre”

Los ahorros de Horacio García Blanco, con los que planeaba viajar a España a trasplantarse un riñón, quedaron atrapados en el corralito. Murió cinco meses después a los 65 años, el 30 de mayo de 2002. Cuando se impuso el corralito, este periodista de televisión quiso calmar a su hija Rocío. “Me dijo que me quedara tranquila. Esperó bastante para presentar un recurso de amparo porque él pretendía solucionar todo hablando con el Banco Privado, donde tenía la plata. Pero los empleados del banco le aconsejaban que demandara a la entidad. Parecía la única opción de recuperar el dinero. Porque aunque los bancos quisieran devolvérselo, el decreto que el Gobierno aprobó con el corralito se lo prohibía. El propio dueño del banco le prestó plata y le dijo que se la devolviera cuando pudiese. Cuando se murió mi papá, yo quise averiguar cuánto les debía y me dijeron que ya no importaba. No sabía si abrazarlos, llorar…”.

“El corralito influyó en su muerte”, cuenta Rocío. “Él estaba bajoneado [deprimido] porque pensaba: ‘Laburé (trabajé) toda mi vida y no me dejan hacer lo que quiero’. Mi papá decía que si estás en el agua, seguí nadando, pero llegó un momento en que la corriente fue más fuerte que él”, recuerda la joven. Ella, finalmente logró recuperar el dinero en cuotas que el banco le terminó de pagar en 2008. “Me devolvieron la cuarta parte de lo que debían. Cuando me ofrecieron los Boden, les dije: ‘¿Están borrachos?’. Antes de 2001 decían que no iba a haber default [suspensión de pagos] y hubo. Y ahora veo a Argentina exactamente igual, un desastre. Espero darle una buena educación a mi hija, pero no una casa porque nunca tenés idea de lo que va a pasar con este país”, se queja Rocío García Blanco.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_