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Viaje iniciático de un cachorro del PP

Carromero era gregario de Casado, un joven conservador avalado por Aznar

Luis Gómez

Ángel Carromero era un gregario, un aspirante a la sombra de Pablo Casado, cachorro emergente del PP apadrinado por Aznar y Aguirre. Su carrera política era todavía intrascendente, pero preparaba su candidatura para presidir Nuevas Generaciones en Madrid, la organización juvenil del PP. Había mejorado su oratoria, perdido timidez y seguía siendo igualmente persistente. Aplicado como es, Ángel viajó a Cuba a cumplir una misión.

Ángel era un joven liberado del partido desde los 23 años, con sueldo como asesor técnico en el Ayuntamiento de Madrid. Se trata de un puesto de libre designación que se confunde entre lo que es un jefe de gabinete y un chico para todo. En su caso, trabajaba para la concejal Begoña Larraínzar, primero en el distrito de La Latina, luego en Moratalaz. De Carromero no hay especiales noticias en esta actividad: no se le conoce ninguna iniciativa digna de ser tenida en cuenta. Su biografía política es irrelevante, salvo su pertinaz labor gregaria: organizaba asistencias a eventos en Madrid y en el País Vasco si hacía al caso, tenía dotes para reclutar gente para todo tipo de actividades (por ejemplo, manifestarse frente a la Embajada de Siria). Basta repasar la web de Nuevas Generaciones para advertir, foto tras foto, la omnipresencia de Ángel Carromero.

Su dedicación al partido era exclusiva. No tenía otra fuente de ingresos: su nombre figura como exadministrador en una de las empresas de su madre, Isabel Barrios, que posee un gimnasio y sociedades dedicadas a la comercialización de productos de belleza. El deporte no estaba entre sus actividades predilectas: su sobrepeso daba prueba de ello.

Considerado como el número tres de Nuevas Generaciones en Madrid, su ambición actual era alcanzar la presidencia. Y en ello estaba volcado. Sus conocidos elogian su carácter resolutivo. Era un hombre de acción. Algún compañero reconoce sus esfuerzos por mejorar su oratoria: “Antes era más bien tímido, blandito. No llamaba la atención. Últimamente se le veía más seguro”. Otros le señalan como un trepa: “No creo que estemos acertando con este perfil de militantes que viven del partido desde tan jóvenes”, señala un veterano militante de Madrid.

Su Twitter es un muestrario de algunas de sus inquietudes. Por ejemplo, su inclinación por el inglés (leía a Shakespeare últimamente). Un buen día reconocía con gran satisfacción cómo un camarero le había confundido con un guiri en el Hard Rock y se dirigió a él en inglés. “No tiene precio”, calificó Ángel esa experiencia. Otro mensaje del 29 de junio dice lo siguiente: “Esto es vida. Escuela de FAES y piscina en Cercedilla. Qué buen viernes”. Su Twitter no tiene demasiado contenido político: “Cada Consejo de Ministros que se celebra supone una reforma nueva que nos acerca al final de la crisis”.

Toda su carrera se ha desarrollado a la sombra de Pablo Casado (32 años), que era algo así como su jefe de filas. A Casado se le puede considerar un proyecto de joven neocon criado entre Aznar y Esperanza Aguirre. Su currículo parece diseñado en un laboratorio: licenciado en Derecho, con cursos de perfeccionamiento en el IESE, Harvard y Georgetown, trabajó varios años como jefe de gabinete de Aznar, una vez dejó la presidencia del Gobierno, y ahora es diputado. Un neocon de escuela, revestido de liberal. Celebrados son sus discursos donde critica el relativismo moral de los socialistas, Mayo del 68 y sus continuas referencias a los muertos de la guerra. Casado es un asiduo al canal Intereconomía, como él mismo propaga en su Twitter, que reenvía con disciplina Ángel Carromero.

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Queda por saber si Pablo Casado (que tiene antepasados familiares enterrados en Cuba) fue el introductor de estas misiones a Cuba o no, porque el PP es todo silencio en estos menesteres. Lo cierto es que Casado hizo un viaje parecido con 26 años (en 2007) y dejó testimonio de ello en tres piezas magistrales escritas en El Mundo y Libertad Digital. Escrito en primera persona (“Mi odisea para ver a disidentes: registros, vuelos en viejos aviones, miradas amenazantes y seguimientos policiales”, escribe sin pudor), Pablo Casado justificaba así el viaje: “Mi misión consistía en acceder a las casas más vigiladas de Cuba sin ser detenido ni encarcelado”. Convertido en un joven agente especial, se hace “con un carro de alquiler” y atraviesa por algunas vicisitudes muy novelescas: “Al regresar al coche me encontré la puerta del copiloto abierta. Miré a mi alrededor con nerviosismo y a dos manzanas de allí pude ver un Lada 1500 con dos hombres mirándome”.

Casado dice entregar libros prohibidos, medicinas, revistas y dinero a todos cuantos disidentes visita, material que reconoce haber escondido en un doble fondo de su maleta (realmente espacioso, cabe suponer) que escapó a la vigilancia de los aduaneros. Finalmente, relata que su gran objetivo era Oswaldo Payá, con quien mantiene una “cita clandestina”.

Luego, Casado regresa a la capital, a la que describe así: “La Habana parecía devastada por una explosión nuclear: casas semiderruidas, coches que agonizan entre humaredas negras, mercados sin género que vender, gente deambulando como buscando la salida del laberinto en el que les ha tocado vivir”. En otro artículo sobre el mismo viaje (titulado En la granja castrista), Casado afirma haber sido interrogado, registrado y seguido por tener la ocurrencia de entrar en casas de disidentes. Su escrito no puede evitar una nueva descripción del ambiente en La Habana: “Tuve la sensación de estar en la Varsovia ultrajada por los nazis”.

Cinco años después, Ángel Carromero repite este viaje. Sus últimas palabras en su Twitter datan del 21 de julio, un día antes del accidente: “La distancia impide un beso o un abrazo, pero nunca impide un sentimiento”. Sus siguientes palabras son para pedir la asistencia de las autoridades españolas. Algún compañero asegura que no fue su primer viaje, pero esta versión tampoco puede ser verificada.

Viajar a Cuba no es un juego de rol para cachorros del PP. Ellos hablan de una misión, que nadie en el PP quiere explicar. “Esos viajes no se hacen a espaldas de Esperanza Aguirre”, reconoce un alto cargo. La misión de Carromero acabó mal. Queda esperar que regrese pronto. Otra cosa será cómo afecte a su carrera política.

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