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GENERAL MOOD | Exjefe de los observadores de la ONU en Siria

“Es crucial implicar en la solución a Turquía e Irán”

El militar noruego sostiene que "una intervención externa no es una buena solución"

Naiara Galarraga Gortázar
El general Mood cuando dirigía a los observadores de la ONU en Siria.
El general Mood cuando dirigía a los observadores de la ONU en Siria.LOUAI BESHARA (AFP)

El general Robert Mood (1958, Kragero, Noruega) acepta alguna entrevista telefónica mientras disfruta sus vacaciones tras dejar, el pasado 20 de julio, de dirigir la misión de los observadores de la ONU en Siria. Cuenta que dejó la misión al cumplirse los 90 días de contrato que firmó. No le pidieron que siguiera.

Pregunta. ¿Existe alguna posibilidad, aunque sea remota, de que este conflicto se resuelva por medios no violentos?

Respuesta. Siempre existe la posibilidad. Pero en la situación siria todo es muy difícil. Vemos que la violencia alimenta más violencia, el uso indiscriminado y desproporcionado de la fuerza y la no protección de los civiles hacen que haya posibilidades limitadas de lograr una solución pacífica. Pero no debemos excluirlo porque Kofi Annan [con su dimisión] ha lanzado una llamada de atención muy seria a las principales potencias regionales y al Consejo de Seguridad para que se esfuercen y hagan todo lo que se pueda.

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P. ¿Por qué es tan difícil resolver este conflicto en comparación, por ejemplo, con Libia?

R. Los rebeldes no controlan una parte grande del territorio, existe, en un lado, una fuerza aplastante, muy fuerte, y en el otro hay una fuerza frágil y fragmentada. Además, una minoría ha gobernado el país durante muchos años con un mecanismo que le da el control de las Fuerzas Armadas y de las instituciones y cuando se desafía ese control muchas piezas empiezan a moverse. Es un Estado fuerte donde ahora tienes muchas piezas moviéndose. Empezó como unas movilizaciones para ganar la libertad y va adquiriendo una dimensiones históricas, sectarias, tribales, los kurdos sin Estado que tienen presencia en Siria, Turquía, Irak, Irán... Cuando un Estado fuerte gobernado por una minoría empieza a resquebrajarse salen todas las tensiones, empiezan a moverse las piezas. Tercero, los errores cometidos por el Gobierno al reprimir con mano dura las protestas han desatado un círculo vicioso de violencia que ahora es muy difícil de parar.

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Una intervención externa no es una buena solución; el apoyo interno, sí"

P. ¿Merece la pena mandar una misión de observadores a Siria con un margen de maniobra tan escaso?

R. Las aspiraciones de los sirios merecían que se enviara una misión de observadores. La misión de la ONU se desplegó muy rápidamente, en ocho lugares en tres semanas. Eso fue un éxito de Naciones Unidas. El fracaso es que las partes decidieran no utilizar esa herramienta. Y sí, es frustrante que las potencias regionales, las partes, el Consejo de Seguridad no aplicaran el plan de Annan.

P. ¿Qué información tienen de la matanza de Hula?

R. Fue de las peores entre otras cosas por la cantidad de niños muertos. Una de las cosas de tener observadores sobre el terreno es que puedes tener información independiente e imparcial. Documentarlo. La debilidad es que siempre llegas después. Sabemos que se usó artillería, que se usaron morteros, vehículos pesados, que a algunos niños los mataron a quemarropa. No sabemos quién lo hizo. Y probablemente no lo sabremos nunca. Fue una de las primeras llamadas de atención a la comunidad internacional.

P. No parece que la comunidad internacional prestó mucha atención.

R. Sí que la prestó. Me pidieron que informara al Consejo de Seguridad, cosa que hice por videoconferencia. No fue falta de atención, fue falta de unidad, situación que hoy sigue. Todos saben que está en juego el futuro de Siria, de la región, el riesgo de contagio, pero son incapaces de unirse y mostrar liderazgo.

Las Fuerzas Armadas se mantienen cohesionadas y son fuertes, pero el tiempo juega a favor de los rebeldes"

P. Aumentan los indicios de violaciones de derechos humanos cometidas por los rebeldes.

R. Recibimos algunos informes de secuestros y abusos por parte de rebeldes mientras yo estuve allí pero no estaba documentado. Los que están sobre el terreno seguro que tienen mejor información.

P. ¿Cómo ve las posibilidades de una intervención militar? ¿Tendría posibilidades de éxito?

R. No veo que una intervención militar sea una buena solución. Creo en la necesidad de activar las políticas para buscar cualquier solución con la implicación de potencias regionales como Turquía e Irán, eso es crucial. La otra es apoyar el proceso dentro de Siria. Los sirios deben decidir su propio futuro, vivir juntos y proteger a sus minorías. Una intervención externa no es una buena solución; el apoyo interno, sí.

Probablemente no sabremos nunca quién perpetró la matanza de Hula"

P. ¿A qué tipo de apoyo se refiere?

R. Humanitario. Hay demasiados civiles atrapados, decenas de miles de niños han perdido el curso, hace falta ayuda sanitaria a través de la Cruz Roja, y hace falta reconstruir las ciudades, las casas, los pisos destrozados. Y fomentar el diálogo político, animar a las partes a buscar una solución pacífica sin que siga la intensificación de la violencia.

P. Cuando dejó la misión declaró que la caída de Bachar el Asad era cuestión de tiempo, pero que podían ser meses o años. ¿Mantiene esa opinión?

R. No veo un futuro sin cambio. Habrá un cambio, pero será cosa de tiempo. Puede tardar mucho tiempo. Las Fuerzas Armadas se mantienen cohesionadas y son fuertes, pero al mismo tiempo, el tiempo juega a favor de los rebeldes. Pueden capturar más armas, organizarse, tomar más zonas, puede haber deserciones masivas, pueden lograr un gran avance pero aún puede durar muchos meses.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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