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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El espejo holandés

La polarización política es casi simétrica porque afecta tanto a la derecha como a la izquierda

Una vez más, como ocurrió en primavera con motivo de las elecciones presidenciales francesas, unas elecciones nacionales en un país vecino se han convertido en unas primarias europeas. Sin quererlo, además de elegir a sus gobernantes y decidir qué rumbo seguirá su país, los holandeses han convertido sus elecciones en un plebiscito sobre las políticas de austeridad que todos los europeos vienen sufriendo desde que comenzara la crisis del euro. Aunque con un sistema de partidos tan fragmentado, los resultados pueden parecer a primera vista difíciles de interpretar, la campaña electoral se ha centrado en gran medida en la cuestión de la austeridad y todos los partidos han tomado posición respecto a dos cuestiones cruciales: si rechazarán cumplir con los objetivos de déficit acordados con la Comisión Europea, solicitando dos años más para llevar el déficit del actual 4,2% al 3% y, paralelamente, si ratificarán sin más el Tratado Fiscal impulsado por Alemania y otros o lo someterán a referéndum. Como los Países Bajos son, recuérdese, uno de los cuatro países que mantienen la calificación crediticia triple AAA (los otros son Alemania, Finlandia y Luxemburgo), el escrutinio facilitará una versión actualizada de cuál es la correlación de fuerzas en Europa entre el campo de la austeridad a toda costa y los partidarios de la flexibilidad.

Pero estas elecciones no son solo importantes en términos europeos, es decir, en tanto en cuanto contribuyan a orientar hacia un lado u otro las políticas anticrisis. También nos hablan sobre cómo están afectando esas políticas a las democracias nacionales. Quizá lo más relevante, y con consecuencias más fácilmente extrapolables a otros contextos, incluido el español, tenga que ver con el desgaste de los partidos tradicionalmente mayoritarios del centro-derecha y del centro-izquierda. Esta polarización del espectro político es casi simétrica en tanto en cuanto afecta tanto a derecha (con la consolidación de los euroxenófobos de Geert Wilders y el PVV) como a la izquierda (con el auge del Partido Socialista de Roemer en detrimento del clásico Partido Laborista).

Para un número creciente de ciudadanos en toda Europa, los partidos tradicionales son incapaces de articular una alternativa a unas políticas que están teniendo un enorme impacto social en forma de recortes en su bienestar y que, para colmo, están teniendo los efectos exactamente contrarios a los esperados, ya que generan recesión y terminan por desencadenar nuevos recortes fiscales. No es de extrañar por tanto que acudan, por la derecha, a aquellos que abogan por una retirada de la UE; o, por la izquierda, hacia aquellos que proponen poner coto a los mercados y a liberarse del rígido corsé impuesto por instituciones que perciben sirven a estos antes que a los ciudadanos. Por eso, mientras la crisis no se detiene, la crisis de legitimidad, a escala nacional y europea, no hace sino avanzar.

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