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El avance islamista fuerza a Malí a pedir ayuda militar

Los países vecinos y la UE apoyan una intervención de una fuerza militar africana

José Naranjo
Un grupo de 300 civiles malienses que recibe formación militar, en Mopti.
Un grupo de 300 civiles malienses que recibe formación militar, en Mopti.AFP

El grupo terrorista Movimiento para la Unicidad del Yihad en África Occidental (Muyao), se ha hecho con el control de la ciudad de Douentza, situada a sólo 170 kilómetros de Mopti, en lo que supone un avance hacia el sur de los islamistas radicales que controlan el norte de Malí desde el pasado mes de junio. Sin embargo, la respuesta no se ha hecho esperar. Este martes, el presidente interino de este país africano, Dioncounda Traoré, ha solicitado formalmente a la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste (Cedeao) su ayuda militar para recuperar el norte.

La toma de Douentza tuvo lugar el pasado sábado sin que se produjera un solo disparo. Los islamistas radicales del Muyao rodearon la ciudad y pidieron a los miembros de la milicia Ganda Izo, que controlaba esta localidad desde el pasado mes de julio, que entregaran las armas, a lo que estos accedieron al no recibir ningún apoyo externo. Los milicianos se encuentran desde entonces retenidos por los yihadistas.

Douentza se encuentra en el camino hacia el sur del país, a tan solo 50 kilómetros de Konna, el último puesto de control del Ejército de Malí y a 170 de Mopti, donde se concentra el grueso de las tropas regulares malienses. Desde el pasado mes de junio, las tres regiones del norte de Malí, Gao, Kidal y Tombuctú, se encuentran en manos del Muyao y otros grupos armados como Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y Ansar Dine (Defensores de la Fe). Los radicales, aliados con los rebeldes tuaregs, lograron hacerse con el control de este vasto territorio tras forzar la retirada del Ejército maliense a finales de abril y, posteriormente, derrotar al MNLA en un enfrentamiento armado.

Sin embargo, en julio, una unidad de la milicia Ganda Izo (Hijos de la Tierra, en lengua songhay), integrada por jóvenes malienses en su mayor parte ciudadanos del norte contrarios a la rebelión tuareg, se hizo con el control de la ciudad de Douentza en un avance hacia el norte que pretendía forzar al Ejército y al Gobierno de Malí a reaccionar. Desde entonces un centenar de milicianos escasamente armados defendía esta posición avanzada en solitario. Hasta que este sábado ha sido recuperada por el Muyao.

En una reciente entrevista concedida al portal de noticias Mali Demain, el líder militar del Muyao, Omar Ould Hamaha, aseguraba en tono amenazante que “las tropas de la Cedeao no son bienvenidas” en el norte de Malí y que si se producía una intervención militar responderían a dicho ataque con su armamento pesado, que incluye “más de 20.000 misiles situados en todas nuestras fronteras”. Asimismo, advirtió de que estaban en disposición de marchar sobre Bamako, capital de Malí, y ocuparla en un plazo de 24 horas.

La caída de Douentza y el avance islamista hacia el sur sí han provocado la reacción de las autoridades de transición malienses. El presidente interino, Dioncounda Traoré, ha dirigido este martes una carta al presidente de la Cedeao, el marfileño Alassane Ouattara, en la que solicita “la ayuda de la Cedeao en el marco de la recuperación de los territorios ocupados del norte y de la lucha contra el terrorismo”. Esta petición formal de ayuda era uno de los requisitos previos y necesarios para que se pudiera poner en marcha una intervención militar africana en el norte de Malí, que cuenta con el apoyo explícito de la mayoría de los países vecinos, la propia Cedeao, la Unión Africana y la Unión Europea.

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Desde hace semanas la Cedeao había anunciado que se encontraba dispuesta al envío de una fuerza militar integrada por unos 3.300 soldados africanos, pero las autoridades malienses se resistían a solicitar esta ayuda, que era rechazada por el propio Ejército y por una parte de la sociedad y la clase política maliense. Sin embargo, el retorno de Dioncounda Traoré tras su “exilio” de dos meses en Francia y la reciente creación el pasado mes de julio de un gobierno de unidad nacional parecen haber limado asperezas hacia una posición de consenso. En las últimas semanas se habían producido algunos intentos de negociación con los islamistas.

La Cedeao aspira a que dicha intervención militar se produzca con el respaldo de la ONU y ya ha intentado en dos ocasiones que el Consejo de Seguridad apruebe una resolución dando su visto bueno. Sin embargo, hasta ahora, la ONU ha mostrado sus reticencias y ha preferido demandar más información al organismo regional africano relativa al tipo de intervención, su duración, sus objetivos y su financiación antes de pronunciarse al respecto.

La intervención militar extranjera en el norte de Malí también se había encontrado hasta ahora con el rechazo del Gobierno argelino, un país clave en la región del Sahel, que temía convertirse en la “retaguardia” de los grupos islamistas en el caso de un ataque internacional. Este fin de semana, Muyao anunció la “ejecución” del diplomático argelino Taher Tewatti, secuestrado en Gao el pasado mes de abril, y amenazó con asesinar a los otros cuatro que siguen en su poder.

Los grupos armados que controlan el norte de Malí están aplicando una interpretación muy radical de la sharia o ley islámica. En la ciudad de Aguelhoc, miembros del Muyao lapidaron a una pareja por tener hijos sin estar casados y en la localidad de Ansongo amputaron la mano a un ladrón. Por su parte, en Tombuctú, miembros de AQMI y Ansar Dine derribaron media docena de mausoleos considerados por la Unesco Patrimonio de la Humanidad y destrozaron la histórica Puerta del Fin del Mundo de la mezquita Sidi Yahya.

Hace unos días, un equipo de la Corte Penal Internacional se desplazó hasta Bamako para recabar información relativa a estos hechos y a otros abusos y crímenes llevados a cabo en el marco de esta rebelión, como la matanza de decenas de soldados malienses en Aguelhoc en enero pasado, por si se podían considerar un crimen contra la humanidad.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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