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Colombia caza al último gran capo

‘El Loco’ Barrera, dueño del 60% del negocio de la coca, vivía modestamente en pequeños hoteles Fue capturado en Venezuela tras 45 días de vigilancia

El niño colombiano Juan Andrés Córdoba hace una fotografía de los restos de su padre, durante la ceremonia de entrega de los cadáveres de 17 personas desaparecidas desde hace más de diez años a sus familiares, el martes en Medellín.
El niño colombiano Juan Andrés Córdoba hace una fotografía de los restos de su padre, durante la ceremonia de entrega de los cadáveres de 17 personas desaparecidas desde hace más de diez años a sus familiares, el martes en Medellín. luis eduardo noriega (EFE)

Fueron 45 días encerrados en una habitación de hotel esperando el momento oportuno. Los agentes de la Policía colombiana, con ayuda de Venezuela, se escondieron en una rústica posada del pueblo de San Cristóbal, en el Estado venezolano de Táchira, para dar el golpe más importante al narcotráfico de los últimos años: la captura de Daniel Barrera Barrera, El Loco, el último gran capo que quedaba en la lista de los más buscados en Colombia.

Al Loco Barrera lo buscaron incansablemente durante casi siete años no solo en Colombia y Venezuela, sino también en Uruguay, Brasil, Argentina y Ecuador. Controlaba el 60% del negocio del narcotráfico en Colombia y había puesto a su servicio a algunos miembros de las fuerzas de seguridad para permanecer huido.

Además, Barrera logró lo que ningún otro capo ha podido: asociarse al mismo tiempo con la guerrilla de las FARC, los paramilitares (desmovilizados hace seis años) y las llamadas bandas criminales para comprar, vender y exportar droga. Su centro de negocios eran los departamentos del Meta, Guaviare, Caquetá y Putumayo, en el sur de Colombia.

Se operó la cara en varias ocasiones y borró sus huellas dactilares con ácido

La Dirección de Inteligencia de la Policía, Dipol, no ahorró esfuerzos para perseguirlo. Se alió con el MI6 (la agencia de inteligencia exterior de Reino Unido), la CIA y la DEA (agencias de espionaje y antidroga de Estados Unidos) y buscó ayuda operativa de Venezuela. Una gigantesca operación para capturar a un hombre que viajaba en un coche de gama media, dormía en modestos hoteles, no tenía móvil y hablaba desde teléfonos públicos. Su escolta y conductor era una mujer que parecía más un ama de casa.

Barrera no era el típico narco colombiano vestido con ropa cara, relojes rimbombantes y coches de lujo. Vivía de forma sencilla. De sus siete hijos, solo velaba por uno al que mandó a estudiar a Londres. Al resto de su familia, en Colombia, les mandaba algo menos de 1.000 euros al mes.

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El pasado 6 de agosto, Colombia entregó información a Venezuela sobre el punto donde podría moverse Barrera. De inmediato, 14 grupos de inteligencia del presidente Hugo Chávez se desplegaron en tres Estados. Se detectaron 69 teléfonos públicos en San Cristóbal desde donde Barrera podría estar haciendo llamadas a Colombia para dirigir sus operaciones.

En los últimos nueve días de vigilancia, los agentes lograron identificar plenamente la rutina del narco. Barrera había pagado adelantos en un pequeño hotel de nueve habitaciones donde planeaba quedarse unos días. El martes, a las 5:45 de la tarde locales, El Loco Barrera se dirigió a una cabina telefónica, descolgó el auricular y comenzó a marcar su último número en libertad.

“Tenía un pasaporte colombiano falso [a nombre de José Tomás Lucumí]. Tras ser aprehendido confesó que era la persona que buscábamos”, dijo el ministro del Interior venezolano, Tareck El Aissami. “Este señor se hizo múltiples cirugías faciales para tratar de burlar los organismos de inteligencia y de seguridad”, agregó.

No solo la cara. Hace unas dos semanas, en una medida desesperada, se desfiguró la palma de las manos con ácido para borrar sus huellas dactilares, según contó el director de la Policía en Colombia, general José Roberto León Riaño. “Tenemos una foto impresionante de sus manos, que se las quemó para evitar ser identificado plenamente”, dijo el oficial.

La captura de Barrera implica el fin de una era de jefes mafiosos como Diego Rastrojo y Sebastián, capturados también en Venezuela, país que ha cooperado con la detención de otros 23 jefes narcos. No es el fin del narcotráfico en Colombia, pues seguramente vendrán otros jefes que retomen el negocio, aunque no en las dimensiones de El Loco Barrera.

“Con esta captura terminan ganando los mexicanos, porque Daniel Barrera se le podía enfrentar, por ejemplo, a Los Zetas. Pero el jefe que venga será uno más pequeño que máximo dure dos años”, opina una fuente policial que estuvo al tanto de la operación y pidió el anonimato. “Mafiosos siempre habrá, porque siempre habrá coca”.

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