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“No necesitamos armas sino doctores”

María, enfermera en Alepo, "amaba" a El Asad antes de la revolución; ahora huye del régimen

Un hombre lleva en sus brazos una niña herida en Alepo.
Un hombre lleva en sus brazos una niña herida en Alepo.MARCO LONGARI (AFP)

“Mi padre tiene una posición social muy buena en Damasco y está muy bien relacionado; esto hizo que jamás nos faltase de nada. Pude estudiar una carrera universitaria, estudiar idiomas; tenía mi coche, mi casa. Mi familia era pro-Asad porque con él vivíamos muy bien”, afirma María una farmacéutica reconvertida a enfermera en el hospital de Said al Daula (Alepo). Recordando cómo era su vida hace algo más de un año niega con la cabeza. Su vida se ha convertido en una sucesión de huidas a Líbano, Jordania y Turquía tratando de esquivar a los esbirros del régimen; pero su coraje es mayor que su miedo. “Si te dijera que no tengo miedo te estaría mintiendo; sí, claro que tengo miedo, pero creo que debemos ser más fuertes que nuestro miedo. Es aquí, en Siria, donde tengo que estar, donde quiero estar”, confiesa.

A esta joven no le tiembla el pulso al confesar que antes de la revolución “amaba a El Asad; porque apoyaba la causa palestina”; pero algo cambió en mayo de 2011. “Fui a una manifestación en Damasco contra el régimen junto con otros compañeros de trabajo; la policía me detuvo cuando trataba de defender a un amigo para que dejasen de golpearle. Estuve varios días detenida. Me interrogaron alrededor de 10 horas el primer día y otras tantas el segundo”, recuerda. Le preguntaron sobre sus convicciones políticas, sobre sus vínculos con los activistas. “No contesté a ninguna de las preguntas porque no sabía de qué me hablaban; era la primera vez que iba a una manifestación contra el régimen”, prosigue. “Pero no me golpearon ni me torturaron”, señala esta enfermera.

María, después de ese día, tuvo que huir de su Damasco natal y refugiarse en Líbano para poder salvar su vida. “Una semana después, la mujabarat [servicios de espionaje] volvieron a mi casa preguntando por mí, interrogaron a toda mi familia. Les prometieron que solo querían hablar conmigo y que no me pasaría absolutamente nada; pero son unos mentirosos”, afirma enérgica. Una de las mejores amigas de esta enfermera acompañó a la mujabarat y nunca más se supo de ella. “Ese es uno de los motivos por los que no volveré a Damasco hasta que no caiga el régimen y si no cae me tendré que pasar toda la vida huyendo para esconderme y eso no es vida”.

Esta mujer se ha convertido en una proscrita; lleva casi un año dando tumbos por todo el país para tratar de ocultar su pista; acude allí donde se necesita su ayuda. “Ayer ayudé a atender a una mujer que tenía una infección en una pierna, y hoy me he enterado que ha muerto”, hace una pausa para medir sus palabras. “Todos los días trato de llorar para recordar que soy un ser humano y que ayudo a personas; no somos números, no somos basura que se puede apartar y arrinconar; lloro porque necesito limpiarme y eso me ayuda a saber qué estoy en el lugar correcto”, comenta tratando de evitar emocionarse en exceso.

"Todos los días trato de llorar para recordar que soy un ser humano y que ayudo a personas"

Cuando Bachar el Asad amenazó con lanzar una feroz ofensiva de 10 días para recuperar la ciudad de Alepo, o reducirla a polvo, María dejó la aldea en la que se encontraba trabajando para viajar hasta la segunda ciudad del país. “Sabía que en la ciudad en la que estaba necesitarían mucho más mi ayuda, pero quería venir a Alepo porque si se cumplía la amenaza que lanzó el presidente; Alepo se convertiría en un infierno y esto sería una masacre”.

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A pesar de ser bastante joven, no llega a los 30 años, esta mujer ha visto con sus propios ojos la situación que vive su país. “Recuerdo que en Sahel al Ghab [en la provincia de Latakia] tenía que suturar las heridas de metralla con la luz de los mecheros porque no había electricidad. En otra ciudad había tantos muertos y heridos, que a los vivos los teníamos que colocar sobre los muertos para poder operarlos. Yo, una farmacéutica, era la única persona con conocimientos médicos en todos estos pueblos”, se lamenta. “No necesitamos ni dinero, ni armas, lo que necesitamos en Siria son doctores”, pide.

Al comienzo de la revolución, el personal médico se convirtió en objetivo prioritario del régimen. Se les perseguía y se les ajusticiaba junto a sus familias para que su muerte sirviera de ejemplo al resto de médicos. Esa brutalidad hizo que cientos de doctores y enfermeros huyesen del país para salvar su vida y la de sus familias… Los pocos que han decidido quedarse siguen temiendo por sus vidas pero a pesar de ello continúan en primera línea salvando vidas. “Hay muchos doctores que están fuera de Siria por miedo a regresar; pero ahora, en el norte, hay zonas liberadas por el Ejército Libre Sirio (ELS); es cierto que no podemos hacer nada si nos disparan con artillería pero ya no hay secuestros ni torturas a médicos. Estos médicos deben ser conscientes de que aquí, en Siria, muere gente todos los días porque no tenemos médicos capacitados para atenderlos”, recuerda María.

Pero no todo el personal médico ha decidido unirse a la revolución o atender a los heridos haciendo valer su juramento hipocrático. “En los hospitales del régimen, el personal médico torturaba a los heridos para sacarles información y pasársela a los servicios de espionaje. Jamás presencié ninguna tortura, pero luego, cuando me tocaba atender a los heridos, me acababan confesando que los médicos les torturaban”, se lamenta frunciendo el ceño.

A pesar de llevar más de un año huyendo del régimen, María aún sigue guardando cierto aprecio hacia el líder de Siria. “No nos mata Bachar, sino su gente; es cierto que las órdenes proceden de él, pero él no aprieta el gatillo. El régimen no es solo El Asad, hay muchísimas más personas detrás de él. Para mi Obama es como Bachar, un asesino”, afirma con determinación. “Hemos cometido muchísimos errores durante esta revolución y hemos hecho muchas cosas mal. No somos santos, ni ángeles, al fin y al cabo esto es una revolución. Pero creo que el objetivo es el correcto”, apunta esta mujer con fuertes convicciones políticas. “Luchamos por nuestra libertad y eso merece algún que otro sacrificio”.

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